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José Salazar/ Diario de Chiapas
Día tras día, aquellas personas que no tienen hogar, los que piden una moneda, los que duermen en cartones y bancas, los que son migrantes, han encontrado un plato y vaso de comida.
Instaurado en el Parque Santo Domingo, en una de las iglesias más antiguas de Tuxtla, se encuentra este comedor, que lo mismo alimenta al rico, aunque principalmente al pobre, al olvidado, al que vive en la calle, y que aquí encuentran lo esencial para seguir un día más.
Desde hace más de 15 años, este comedor de forma ininterrumpida ha brindado servicio a miles de personas, a los que están en situación de calle, marginados, desempleados, un sector olvidado que existe en nuestra capital, que nadie voltea a ver.
Aquí se presta un servicio –atención humanitaria- comenta Gabriel Cruz, responsable del comedor, quien con el pasar de los años, ha sido testigo del crecimiento de la población y del incremento de las necesidades de estas personas.
“Servimos como comedor comunitario un desayuno y una comida, esto en razón de las posibilidades que tiene el comedor, el cual sobrevive por las donaciones de las personas, y lo llevan las cuadrillas de Guadalupe y San Roque”.

UNA ATENCIÓN SIN NINGÚN LÍMITE

Aquí ha pasado el tiempo, se han sumado los años, no se ha dejado de atender a la población desprotegida; para ello es indispensable las mujeres de gran corazón, que de manera voluntaria acuden de forma calendarizada para dar atención en el comedor de Santo Domingo.
Son mujeres y hombres que tienen fe, en que el servicio al hermano -prójimo- es un deber como ser humano, una conciencia de servicio que es la que mueve el ejército de personas que dedican su tiempo a la atención.
Para que este trabajo se realice son esenciales los insumos, comenta que en sus inicios la cooperación de quienes acudían a prestar el servicio era suficiente, maestros jubilados, pensionados, algunos comerciantes, además de la presencia del Caritas, y los sacerdotes.

POBLACIÓN ALTAMENTE DEMANDANTE

La llegada de las migrantes a la capital fue un parteaguas para que incrementara de manera exponencial la demanda de alimentos, se comenzó a preparar 150 platos y el mismo número de agua natural.
Para lograr ese propósito todos los días se apoyan de donaciones, y de los párrocos de las iglesias, por lo que hacen un llamado a la ciudadanía para sumar esfuerzos que permitan el funcionamiento del comedor, “esto que es como una operación hormiga hace que tengamos hasta una pequeña reserva”; se tienen personas que donan gas, tortillas, las personas que cooperan de un peso o tres pesos, se saca para el agua y la luz.

LA PANDEMIA NO LOS PARÓ
Pese al miedo por la pandemia, quienes prestan sus servicios no dejaron de llegar, las personas necesitaban comer; por recomendación de la Secretaría de Salud, cerraron la puerta del comedor –por protocolo sanitario- optaron por el uso de desechables, ahora el área donde comen es el parque Santo Domingo.
Este comedor es atendido por cuadrillas de voluntarias integradas por dos parroquias, la de Guadalupe -lunes, martes y miércoles- y San Roque -jueves, viernes, sábado- los sacerdotes que son los asesores de las cocineras, hacen grupos para cada día.
La comida que con tanto cariño preparan cuenta con la asesoría de una nutrióloga, incluye verduras, carne, arroz, y el agua es de fruta de temporada, se requiere mucha pasta, arroz, frijol, pollo y verduras, cada iglesia lleva los insumos y prepara el menú.
Fue el padre Antonio Dávalos el pionero de este comedor, quien vio en el parque a muchas personas necesitadas, con hambre y sin empleo; se creó un sistema para atenderlos con ropa, zapatos, alimentos y emplearlos, con 20 personas, así heredaron esta experiencia que ha mejorado con el tiempo.

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