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Letras Desnudas

Mario Caballero

Cuídese de la policía

La muerte de Javier Ordoñez, después de haber sido violentamente sometido por dos policías, ha vuelto a poner en el centro de la discusión pública el uso excesivo de la fuerza y la brutalidad policial.

Javier era un hombre de 43 años, padre de dos hijos, trabajaba conduciendo un taxi para llevar el sustento a su familia. Estaba por recibir su diploma de abogado, y aparte tenía estudios en aeronáutica. Vivía en un conjunto habitacional del barrio Santa Cecilia, en la localidad llamada Engativá, en el occidente de Bogotá. El día que murió bebía con unos amigos en su apartamento. Todos habían salido a la calle tal vez a comprar más cerveza, dijo su tía.

En Colombia, el consumo de alcohol tiene restricciones desde que empezó la pandemia. Según versiones, los oficiales no conminaron al grupo de amigos a retirarse a sus casas, sino lo abordaron con suma prepotencia. Fue entonces que entre todos se hicieron de palabras. Y, al punto, los policías se pusieron violentos.

En el vídeo se ve claramente que los dos policías se le arrodillan encima a Javier Ordoñez, quien está descamisado y suplica que paren. “Me ahogo”, se le escucha decir, agitado, en medio de las descargas eléctricas que le dan con un arma tipo taser.

Uno de los testigos, quizá uno de sus amigos, graba con su teléfono celular y dice: “Les está diciendo que por favor. Los estamos grabando”, al tiempo que pide que lo suelten. “¿Por qué lo siguen agrediendo si hace rato dijo que por favor?”, preguntan otras personas que también graban con sus celulares, pero sin obtener respuesta. Para ese momento ya habían pasado más de dos minutos en que Javier estaba en el suelo, sometido, siendo electrocutado, asfixiado por el peso de los policías.

Otro par de agentes llegó al lugar, movilizados por una llamada que los advertía de una presunta riña, pero nunca hubo una riña. Javier nunca los agredió, no era una persona violenta. Todo lo contrario, era un hombre muy sociable, acomedido, que siempre estaba rodeado de gente. En las reuniones era el centro de atención, hacía reír a todos, tenía un buen corazón, según lo describe su excuñada Eliana Garzón.

El coronel Alexander Amaya fue quien dio la versión de que el grupo de amigos se había puesto violento contra los uniformados. Mintió.

Después de ser salvajemente atacado, a Javier lo llevaron al Centro de Atención Inmediata, presentando molestias considerables en su salud física, pero llegó sin signos vitales.

UNA DE LAS TANTAS CAUSAS

Lo de Javier Ordoñez nos hace recordar el episodio ocurrido en Estados Unidos con George Floyd, el 25 de mayo. Él murió como resultado de su arresto por parte de cuatro policías de Minneapolis, en Minnesota. El oficial Derek Chauvin lo esposó y lo puso bocabajo con la ayuda de sus compañeros. Una vez lo tuvo en el suelo, lo presionó contra el pavimento apoyando su rodilla sobre el cuello de George durante 8 minutos y 46 segundos, tiempo en que éste estuvo repitiendo la frase “no puedo respirar”.

Los otros agentes que estaban en la escena se limitaron a observar y a controlar a la gente. De ese caso los cuatro involucrados fueron despedidos al día siguiente. Algo muy similar pasa con los dos policías de Bogotá, quienes ya son objeto de investigación tanto disciplinaria como penal, y el Ministerio de Defensa está dispuesta a bridar toda la colaboración que les sea requerida por las autoridades competentes.

La brutalidad policial es un cáncer dentro de los gobiernos de todo el mundo, incluso en aquellos que la persiguen. Pero algo que nadie debería dejar de sospechar es que en las más de las veces ese comportamiento cruel e inhumano por parte de los agentes del orden es reflejo o una respuesta que empata con las ideas y prácticas del que los gobierna.

Preguntemos: ¿qué tienen en común esos seis policías?

Tanto Colombia como Estados Unidos son dos países gobernados por personas autoritarias, intolerantes a todo tipo de crítica y pensamiento distinto, racistas, chantajistas y que a través de la sutil demagogia descalifican el conservadurismo y dicen estar a favor de la política liberal. En su paso han polarizado el ambiente y creado una profunda división entre el pueblo. Para ellos sólo existen los que están con ellos o contra ellos, los buenos y los malos, los pobres y los ricos, los que quieren un mejor país y los que quieren seguir viviendo como siempre, que a su entender es la mediocridad.

Iván Duque, presidente de Colombia, no sólo ha sido un mandatario que tiene una imagen sobredimensionada de sí mismo, sino también uno que ha fallado a sus compromisos, que desatiende a la población, que no ha podido enfrentar los grandes desafíos de su país ni cesar la ola de violencia contra los líderes sociales, y cuyo gobierno convive entre los escándalos de las Fuerzas Armadas, la crisis económica, la falta de diálogo con los opositores, la represión gubernamental y que ante la opinión pública no tiene rumbo político y él es alguien que preside, pero que no gobierna.

E igual que Donald Trump, es fanático de la agresión verbal a sus adversarios. Del insulto a rajatabla. Estos dos personajes también comparten la forma de ver su respaldo: si apoyas sus decisiones, sus ocurrencias, su manera torcida de ejercer el poder, bienvenido seas; de lo contrario, mereces la ignominia.

¿De qué forma podría pensar un policía cuando escucha decir de su presidente “podría disparar a gente en la Quinta Avenida (de Nueva York) y no perdería votos? Como dijo Trump aún siendo precandidato a la Presidencia.

Desde que Trump y Duque asumieron el poder, la violencia y la brutalidad policial crecieron en sus respectivas naciones. En Estados Unidos, por ejemplo, son ya demasiadas las protestas que ha habido durante los años del actual gobierno en contra de las políticas racistas y antinmigrantes, debido a maltratos a extranjeros, encarcelamientos injustificados, violación de los derechos humanos y homicidios perpetrados por oficiales del orden, como el de George Floyd, en el que se juntaron el racismo y el abuso policial.

En México, Andrés Manuel López Obrador ha fomentado el odio desde la Presidencia de la República. Ha habido casos de uso excesivo de la fuerza, represión policiaca y hasta hechos fatales en los que están implicados elementos de la Guardia Nacional. Tal es el caso de Chihuahua, en el que varios soldados están señalados de asesinar a balazos a una mujer y dejar gravemente herido a un hombre, quienes el martes reciente participaron en la movilización que exigía la salida de la GN de la presa La Boquilla, la cual se encuentra en resguardo del Gobierno Federal para el envío de agua a Estados Unidos.

Pero no vayamos tan lejos. En Tuxtla Gutiérrez también han ocurrido incidentes de abuso policial. Los automovilistas se quejan de ser extorsionados por la Policía de Tránsito Municipal en los retenes de revisión. Lo más grave son las acusaciones de golpizas por parte de los agentes a los detenidos.

Un caso reprobable fue el del periodista Bernardino Toscano, quien fue arbitrariamente detenido, amenazado e insultado por agentes municipales bajo el argumento de que estaba alterando el orden y alcoholizado, cuando él nunca en su vida ha bebido una sola gota de alcohol y ni siquiera fuma.

Ese fue un claro acto de represión por parte del alcalde Carlos Morales Vázquez, un tipo obstinado, soberbio, enemistado con el sentir popular, que quiso intimidar por medio de la represión policiaca a uno de sus críticos.

¿QUÉ HACER?

Muchas maneras hay para evitar la brutalidad policial. La primera es la denuncia. La segunda es la legislación de sanciones más severas para los policías que comentan este tipo de actos. La tercera es la implementación de talleres y programas dirigidos a los agentes en atención a este fenómeno. Una cuarta podría ser la instalación de comités conformados por ciudadanos para la evaluación del comportamiento de los elementos policiacos. Pero, principalmente, la voluntad política de quienes detentan el poder para frenar los abusos.

Algo que no debe pasar inadvertido es que, aunque hasta ahora no hay nada que nos compruebe que el mal comportamiento de los gobernantes está relacionado con la brutalidad policial, hay registros de que ante la instauración de gobiernos autoritarios aumentan los casos de uso excesivo de la fuerza y amenazas por policías, como los aquí mencionados. ¡Chao!

yomariocaballero@gmail.com

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