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La historia colocará a Porfirio en el lugar que le corresponde

Eduardo Ruiz-Healy

Miguel de la Madrid rindió su último informe de gobierno el 1 de septiembre de 1988 ante el Congreso de la Unión, reunido en el Salón de Sesiones de la Cámara de Diputados.

Por primera vez en la historia, el PRI no tenía la mayoría de dos terceras partes de la Cámara de Diputados y, también por primera vez, no tenía en sus manos todas las senadurías que se eligieron en las elecciones federales de julio de ese año, ya que cuatro de los 64 senadores pertenecían al Frente Democrático Nacional (FDN). Ellos eran Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, Cristóbal Arias y Roberto Robles Garnica.

Ese día yo estaba en el Salón de Sesiones y el ambiente era tenso. Los 138 diputados y cuatro senadores del FDN, convencidos de que Cuauhtémoc Cárdenas había ganado la elección presidencial efectuada menos de dos meses antes, habían decidido hacerle pasar un mal rato a De la Madrid, interrumpiéndolo durante su discurso.

Así, siete diputados del FDN solicitaron interpelar al presidente, solicitud que fue denegada por Miguel Montes García, el diputado priista que ese día presidió la sesión del Congreso general.

Cuando faltaba poco para que De la Madrid concluyera, Muñoz Ledo solicitó interpelarlo, a lo cual Montes respondió: “Momento señor legislador, no hay derecho a interpelación ni a interrumpir al ciudadano Presidente. Ruego se continúe con la sesión”.

Después de que se le negará la palabra Porfirio, los 142 legisladores del FDN abandonaron la Sala de Sesiones, quedándose ahí solo los del PRI y PAN.

La interpelación solicitada por Muñoz Ledo revisitó un carácter muy especial porque él y De la Madrid, además de haber sido compañeros de partido durante 23 años (1964-1987), fueron amigos muy cercanos desde sus años preparatorianos.

A partir de 1990 empecé a conversar con Porfirio con cierta frecuencia. Desde ese año y hasta la década pasada participó muchas veces en programas que desde 1989 he conducido en Radio Fórmula. Además, varias veces conviví con él en reuniones en la casa de su hermano, el embajador extraordinario Arturo Muñoz Ledo, quien hasta su fallecimiento en 2004 fue comentarista de asuntos internacionales en mis programas.

Porfirio Muñoz Ledo era, como ya lo han comentado muchos, un hombre brillante, de fácil palabra, buen sentido del humor, de poca paciencia con los que consideraba sus inferiores intelectuales, a veces insoportable y veces muy simpático y agradable, ilimitadamente ambicioso y oportunista, capaz de cambiar de partido político y aliados si así le convenía.

Abandonó al PRI en 1987, al PRD en 1999, al PARM en 2000, al PT en 2018 y de MORENA estaba alejado desde hace un par de años.

Se distanció de De la Madrid en 1987, traicionó a Cárdenas en 2000 al apoyar la candidatura presidencial de Vicente Fox y, después de que MORENA no le permitiera reelegirse como diputado, en 2021, rompió con el presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien como presidente de la Cámara de Diputados le entregó la banda presidencial el 1 de diciembre de 2018.

Ayer murió, faltando solo dos semanas para que cumpliera 90 años. Desde joven soñó con ser presidente de México y no lo logró, tal vez por su impaciencia y desmedida ambición.

La historia será la que lo coloque en el lugar que le corresponde.

ruizhealytimes.com

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