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Votar en una democracia imperfecta es mejor que no votar o rendirse al autoritarismo

Eduardo Ruiz-Healy

El 2 de junio, los mexicanos participaremos en una jornada electoral crucial para definir nuestro futuro. Votar no solo es un derecho, sino una responsabilidad que todos debemos ejercer. Es el principal mecanismo mediante el cual los ciudadanos participamos en la toma de decisiones políticas. A través del voto, influimos en quiénes serán nuestros líderes y cómo se manejarán los asuntos públicos.

Sin embargo, es imposible ignorar el escepticismo entre los votantes. Desde 2000, la democracia mexicana ha tenido un historial mixto. Hemos visto avances en representación política y alternancia en el poder, pero también persistentes problemas de corrupción, violencia y desigualdad que no han sido adecuadamente abordados.

La legitimidad de un gobierno democrático se basa en el consentimiento de los gobernados. Al votar, otorgamos legitimidad a nuestros líderes y al sistema político. Esto fortalece la estabilidad del gobierno y la aceptación de nuestras instituciones democráticas. Sin embargo, esta legitimidad se ve erosionada por escándalos de corrupción y la percepción de que muchos políticos priorizan sus intereses personales.

El voto es una herramienta poderosa para mantener a nuestros líderes responsables. Nos permite elegir y, si es necesario, remover a los funcionarios públicos. Sin embargo, la reelección de ciertos actores políticos y el reciclaje de viejas caras de todos los partidos políticos alimentan la sensación de que poco cambia.

Ejercer nuestro derecho al voto ayuda a proteger otras libertades y derechos fundamentales. Un gobierno que surge de un proceso electoral legítimo tiende a respetar y defender los derechos humanos y las libertades civiles. Al votar, contribuimos a la preservación de nuestras libertades. Pero no podemos obviar los abusos de poder y violaciones de derechos humanos que han ocurrido incluso bajo nuestros gobiernos democráticamente electos.

El voto garantiza que una variedad de opiniones y perspectivas estén representadas en el gobierno. Esto es esencial para crear políticas inclusivas que beneficien a la mayoría de la población. Sin embargo, muchos grupos marginados aún luchan por ser escuchados.

Votar fomenta una mayor conciencia y educación cívica. Nos obliga a informarnos sobre los temas, las políticas y los candidatos. Aun así, la desinformación y las campañas de manipulación siguen siendo un desafío.

La participación en las elecciones es una defensa contra tendencias autoritarias. Un alto nivel de participación electoral actúa como un contrapeso al poder excesivo de los líderes. Votando, protegemos nuestra democracia y prevenimos la concentración de poder que muchos políticos desean tener en sus manos.

En resumen, votar es esencial para una democracia saludable. A través del voto, ejercemos nuestro poder, protegemos nuestros derechos y contribuimos al desarrollo de nuestra sociedad. El 2 de junio, cumplamos con nuestro deber cívico y fortalezcamos la frágil democracia mexicana. Cada voto cuenta y puede marcar la diferencia en el presente y futuro de nuestro país y de quienes aquí vivimos y nuestros descendientes. Votar en una democracia imperfecta como la nuestra es mejor que no votar o rendirse al autoritarismo que algunos pretenden imponer sobre nosotros.

ruizhealytimes.com

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