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Educar observando la bóveda celeste

Ulises Lara López 

Educar observando la bóveda celeste  

Hemos llegado al final de 2020 con muchas esperanzas; sin dejar de sorprendernos de que el 21 de diciembre nos dio la oportunidad de contemplar un fenómeno planetario conocido como la Estrella de Belén (en la religión cristiana ésta es la estrella que guio a los antiguos astrónomos conocidos como los Reyes Magos hasta el lugar donde había nacido el mesías), resultado de la conjunción entre Júpiter y Saturno, que aunque un evento similar ocurrió hace casi 400 años (no fue visible en aquella ocasión), es en 1226 cuando se pudo apreciar y registrar este alineado encuentro entre los dos gigantes se nuestro sistema solar.

Gracias a Johannes Kepler, quien vivió entre 1571 y 1630, hoy sabemos que este fenómeno (al igual que el comienzo del solsticio de invierno y la segunda lluvia de estrellas del mes de diciembre, proveniente de la constelación de la Osa Menor que tuvieron lugar ese mismo 21 de diciembre) no es un hecho excepcional, que ocurre en períodos muy largos de la vida humana y que en realidad es un efecto óptico producto de la alineación de estos dos planetas que da la apariencia de ser una sola y gran estrella.

Así mismo, en 1610, el astrónomo italiano Galileo Galilei con su telescopio apuntó al cielo nocturno y descubrió las primeras cuatro lunas de Júpiter: Ío, Europa, Ganimedes y Calisto, así como un extraño óvalo alrededor de Saturno, que en estudios posteriores se determinó que en realidad eran sus anillos. Estos descubrimientos al transmitirse a través de los contenidos educativos, sin duda han transformado la manera en que la gente entendía los confines de nuestro sistema solar.

Hoy en día todos estos descubrimientos resultan ser de gran valor para la comunidad científica y para la humanidad en su conjunto, y de invaluable inspiración para agrandar las perspectivas educativas de millones de estudiantes mexicanos, desde el nivel básico hasta doctorado, encontrando la oportunidad de desarrollar la vocación y las competencias necesarias para continuar con la exploración continua del universo, en que México tiene un enorme potencial que le permitirá, a través de la convicción de estos jóvenes, transitar hacia la independencia tecnológica.

Cada vez más estudiantes que cursan su educación a nivel medio superior y superior, enfocan sus perfiles técnicos y profesionales para el desarrollo de mejores conocimientos y habilidades que los hagan más competitivos y destacados a nivel nacional e internacional, ejemplo de ello ha sido un grupo de alumnos del Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (CONALEP) de Aguascalientes que el año pasado viajaron a la ciudad de Houston, Texas, Estados Unidos, para visitar el Centro Espacial de la NASA con el propósito de ampliar sus expectativas de estudios.

Por su parte, una estudiante mexicana, perteneciente a un grupo de seis jóvenes ingenieros del Tecnológico Nacional de México (TecNM), campus Durango, obtuvo el primer lugar en el Programa Internacional del Aire y del Espacio (IASP por sus siglas en inglés) de la NASA con la propuesta de construir hábitats para astronautas, en futuras misiones a la luna, la cual será analizada el año próximo en una misión de pruebas del programa MISSE (Módulo de Experimentación Espacial), que se acoplará en la estación espacial internacional por un plazo de 6 a 12 meses como parte del proyecto espacial Artemisa, el cual será lanzado por la NASA en el año 2024.

En esa carrera de exploración espacial, China avanza a pasos agigantados: sus misiones le permitieron llegar por primera vez al lado oculto de la Luna y plantar su bandera, convirtiéndose así en el segundo país del mundo en hacerlo, y el tercero en traer a la Tierra muestras de rocas lunares provenientes de una zona volcánica llamada Mons. Rümker, que entró en erupción hace mil 300 millones de años, con misiones exitosas como la del cohete Chang Zheng 5 y la cápsula del Chang’e 5, luego de casi cincuenta años desde que Estados Unidos y la Unión Soviética consiguieran traer muestras de cinco mil millones de años. Además, el gigante asiático está poniendo en órbita un conjunto de nanos satélites de nueva generación, con el programa de cohetes denominado “La Larga Marcha”.

No obstante, la exploración espacial y los logros alcanzados no son privativos de las grandes potencias del mundo ni de la comunidad científica en particular; existe un abanico de opciones accesible para quienes han hecho del universo su objeto de estudio. En este sentido la NASA, mediante el proyecto de ciencia ciudadana, invita a cualquiera persona a buscar y descubrir nuevos cometas en imágenes del Solar and Heliospheric Observatory (SOHO). Resultado de ello el astrónomo aficionado tailandés Worachate Boonplod, dentro del Proyecto Sungrazer, financiado igualmente por la NASA, descubrió un cometa que pudo apreciarse de mejor manera en Chile y Argentina.

Así, en esta larga carrera espacial, México está desarrollando el talento, capacidades y habilidades de jóvenes estudiantes que observan la bóveda celeste, con la vista puesta hacía el cosmos, diseñando proyectos (como a su manera lo hizo el primer ser humano que dibujo a la luna hace cinco mil años) en busca de respuestas sobre el aún misterioso universo, en busca de resolver las incógnitas sobre sí mismo, soñando incluso a veces con las pléyades y con la Estrella de Belén. 

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