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La vida como rencilla; la arena del mundo

El Cristalazo

Rafael Cardona

Inferior en notoriedad al pleito anterior, en cuya simple frase de adversidad política se escondieron todos los motivos para el arrepentimiento democrático del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y su visible docilidad ante el caudillo moderno, ha sido la definición de las diferencias de fondo entre Andrés Manuel López Obrador, presidente de la República, y Ricardo Monreal, senador de la mayoría morena, quien no pierde desde el año 2018 la difícil actitud del funámbulo.

De él ha dicho Germán Martínez una frase afortunada: no es lo mismo un senador equilibrado que un senador equilibrista.

El mayor momento de rebeldía del senador Monreal (o de independencia, como se quiera ver) fue en relación con su voto adverso a las modificaciones reglamentarias y legales del “corpus” electoral en materia electoral. En aquella ocasión no tan lejana como para olvidarla, Monreal dijo conocer la peligrosidad de los terrenos bajo su planta y las posibles consecuencias de su (incompleta) independencia, fuera de la línea férrea de las órdenes de una fidelidad sin ojos.

Y al poco tiempo, con base en una discusión hasta cierto punto bizantina, entre derecho y justicia, recibió el nuevo rapapolvo. Una vez más su respuesta fue la cerviz gacha.

–“Esta es una diferencia (ley y justicia) que tenemos, no politiquera ¿eh? Esto es de fondo,”, dijo el Ejecutivo tras la exhibición en pantalla de la conferencia palaciega, de las palabras de Ricardo Monreal

–La diferencia entre lo legal y lo justo es tan antigua como la Grecia clásica. Sostengo que no debe existir diferencia entre uno y otro: si algo es legal, debe también ser justo y viceversa, lo justo debe igualmente ser legal…

“…Por eso, reafirmo, en México la democracia y el Estado de Derecho serán realidad cuando lo legal sea también legítimo y la base de la justicia sea el derecho. La convergencia entre justicia y Derecho es la experiencia civilizatoria más relevante de la humanidad y la democracia.”

Doctas reflexiones, lindos castillos de naipes, dignos de un doctor en Derecho, catedrático y habitante del mundo de la teoría, pero en la realidad política, donde hasta pueden sentarse en la misma mesa él y Claudia Sheinbaum y la única vigente, pasto quemado para esconder el conflicto tras la humareda del rollo: divergencias políticas y a la manera presidencial. Definiciones ejemplares.

Cuando Andrés Manuel dice del ingeniero, si persiste en esas actitudes y sobre todo de esas compañías se ubicará entre mis adversarios políticos, le dice lo mismo a Monreal. Cuando hay diferencias de fondo, la convivencia (hasta en política), resulta imposible, excepto sij alguien se dobla al ritmo de Chico Che y el célebre ¡Uy! Que miedo.

Porque la verdad es muy simple: le tienen miedo al presidente, mientras él no conoce el temor.

Hace muchos años leí en los desordenados libros de mi ocio: el poder no significa que alguien. Te puede matar. El poder consiste en que creas que el otro te puede matar. Ese es su poder. Tu miedo es su fuerza.

Y matar no es privar de la vida. Es privar de todo. Libertad, tranquilidad, futuro, actividad, etc. No hace falta mancharse de sangre.

Y en los últimos años hemos visto, uno más uno, cómo todos le guardan al presidente un temor reverencial. Algunos se salvan como el ya dicho senador Martínez y otras excepciones, hasta en mi gremio, pero la enorme mayoría de los actores políticos –sobre todo de su línea–, tiene un resorte en el cogote.

Y cuando alguien piensa de otro modo y lo dice, la amenaza cae como una lluvia ácida:

“…Parece que dijo que él (RM)estaba –lo quiero expresar correctamente– a favor del Derecho más que de la justicia… porque yo sostengo lo opuesto, y lo siento como una réplica, como una respuesta…”

Así decían los padres de antes: a mí no me retobe ni ande de respondón, muchachito…

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