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Mtro. Esdras E. Cruz y Cruz.

Triunfo: lo que exalta la victoria de una persona entre exclamaciones; éxito: resultado satisfactorio de los asuntos comprometidos y prometidos, asociándolo con lo político este es el logro y cumplimiento de lo propuesto en campañas o recorridos populares para alcanzar el triunfo, lo contrario es el fracaso.

Lamentablemente, hemos perdido como sociedad mexicana la noción de éxito. Haciendo de esta palabra un bien abstracto o una virtud relativa o subjetiva cuando, esta debe ser concreta, real, palpable, traduciéndose en desarrollo, bienestar, en empleo, en salud, en oportunidad de educación, en contener la dolorosa migración, en fin, garantizar los derechos humanos básicos.

Por lo tanto, el éxito en el desempeño de la política en la sociedad mexicana, se puede evaluar como fracaso en lo social, en el desarrollo y en el bienestar de nuestro país en los últimos cien años. En el ámbito de la pobreza no solamente hemos reducido la brecha de desigualdad social, al contrario, se ha ampliado más; de ahí que el éxito solo sea una sensación o un dicho que a fuerza de estarlo escuchando en bonitas ideas y propuestas solo hemos construido en nuestro ideario un concepto de éxito como un enamoramiento que transcurrido el tiempo descubrimos que hemos sido traicionados y seducidos por palabras cargadas de ilusiones y deseos de progreso y bienestar en los diferentes ámbitos de nuestra sociedad.

Hemos aceptado como sociedad en lo profesional, en lo personal y en lo político que para alcanzar el éxito en estos ámbitos nuestro desempeño no debe ser el requisito esencial ni el esfuerzo técnico, profesional y laboral para alcanzar el ascenso, el aumento de un sueldo, una gerencia, una dirección, una diputación, una presidencia municipal, gubernatura o presidencia de la República. Incluso, en lo personal, hemos dejado de visualizar el derecho de tener una casa propia, formar una familia, constituir una empresa y volvernos autosuficientes.

Hoy en día, el ascenso, el logro, el avance, el triunfo, las recompensas, los equipos. Los cargos públicos, no se construyen, con grandes desempeños éticos, morales, eficaces, eficientes, en otras palabras, hay una confusión entre el éxito abstracto y el valor del éxito;  menos trabajo y más palabras, parafraseando a Woody Allen “el 80% del éxito es decirlo” lo cual, tristemente en nuestra realidad actual es llevada a cabo, haciendo indolente el valor del éxito de tantas generaciones de jóvenes que miden sus triunfos con likes, con dinero inexistente, con inversiones burbujas que explotan a cualquier volátil voluntad global, aceptando; migajas traducidas en raquíticos y mediocres apoyos. Disfrazados de becas para que ni estudien ni trabajen.

Esta mala praxis empleada durante más de un siglo, ha hecho que México en lugar de evolucionar como un país bogante, próspero, desarrollado, seguro, democrático y con una sociedad más justa e igualitaria, a ser un país emergente, subdesarrollado, inseguro, con niveles de pobreza inimaginables y de educación y salud cada vez más paupérrimas que lastiman a nuestros hermanos mexicanos tan desfavorecidos y abandonados, eso sí, muy reconocidos en los discursos y foros vistosos que son capitalizados atrayendo a la conciencia de la gente, pescándolos con utópicas e irrealizables acciones, así como ofertando panaceas para hacer el cambio social, para combatir la corrupción, para transparentar las finanzas, para generar empleos, para hacer llegar mejores servicios de salud a todas las clases sociales más desfavorecidas, etc.

Estos formatos usados, como son, ensalzar las virtudes de un grupo político contra otro, el despertar el hartazgo que por muchos años la población tiene contra las injusticias sociales, el empoderar ciertos sectores de la sociedad más castigada en términos económicos y sociales, el usar el rechazo social como un instrumento de cambios sin cambiar, es una condición que sin duda generará simpatía, pero, a la larga se estrellará con la realidad del fracaso de la posibilidad del éxito de una transformación verdadera y duradera.

Nuestro país actualmente cruza por grandes problemas, mismo que no son diferentes a los de antaño y la característica  constante ha sido la promesa de la justicia social, misma que no ha estado ausente en ningún momento de las propuestas de los diversos ejecutivos federales, convirtiendo este flagelo en un agente de cambio quedando solo en un enunciado, que sin embargo, la población, la gente, el pueblo, siempre está dispuesta a otorgar ciegamente su confianza, convirtiéndose entonces esto en un círculo perverso y no virtuoso como debería de ser: convertir los problemas en oportunidades para lograr avances significativos.

México se caracteriza dentro y fuera como el país más expulsor de mano de obra a nuestro país vecino EUA, somos por mucho la principal nación de origen de inmigrantes latinoamericanos, hoy en día, a pesar de la pandemia, la crisis económica de manera inédita el fenómeno migratorio es mayor, más de 500 mil personas cruzan de forma irregular con rumbo a Estados Unidos, se estima que tienen trabajo más de 36 millones de habitantes, 10.8% de la población estadounidense, más del 63% de la población de casi 57 millones de latinos en ese país es de origen mexicano, una gran fuerza laboral.

El hallazgo interesante y resaltante es el ingreso por remesas como porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) que generan los inmigrantes es un récord histórico de 51.594 millones de dólares en el año pasado, casi 2 billones de pesos, significando las remesas alrededor del 4% del PIB, estos envíos de dinero revelan la altísima dependencia del país a esta entrada de dinero, pero aún más, genera una lección, recordando los efectos económicos del Covid-19 por el cierre de la actividad económica y la pérdida de empleo en Estados Unidos en 2020.

Se tenía previsto por los analistas económicos un efecto negativo en las remesas, situación que no ocurrió, por el contrario, tanto en el 2020 como en el 2021 fueron superiores dichos envíos, lo cual tiene una explicación: la fuerte afectación laboral de los migrantes mexicanos por el confinamiento fue de alrededor de 18% en ambos años, pero, oh sorpresa, el plan emergente direccionado para la reactivación económica usada por el gobierno estadounidense que consistió en estímulos fiscales para todas aquellas empresas que fueron impactadas lograron que pese a la pandemia contaran con un subsidio que indirectamente benefició a la economía mexicana.

Es así, como hoy los héroes anónimos tienen una gran importancia en la macroeconomía mexicana, ya que las remesas hoy representan un mayor ingreso de divisas para México que lo que representan las aportaciones petroleras o el turismo, México es el cuarto país en el mundo con mayor recepción de remesas, por detrás de India, China y Filipinas. Los estados más pobres, como son Oaxaca y Guerrero y parte de Chiapas se encuentran dentro de las entidades que más recursos recibieron de sus familiares que tienen trabajo en el extranjero.

La importancia fundamental estratégica que tienen las remesas en México sin duda salvarán al debilitamiento de la actividad económica mexicana, originado en la disminución que experimenta la inversión desde el 2019, la inflación galopante de más del 7%, la más alta en los últimos 40 años, la informalidad y evidentemente la corrupción, se anticipa que para el 2022 el PIB únicamente crecerá el 2.3% por debajo de los estimado por la secretaría de hacienda del 1.4%, siendo el pronóstico más bajo de los actualizados organismos globales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) que está en 2.8%.

En cuanto a este pequeño iceberg de pobreza y migración lamentablemente aún con todos los encantos y desencantos, esfuerzos e intenciones de disminuir la migración no existe a la fecha medidas eficientes para contener la migración laboral indocumentada hacia Estados Unidos y mucho menos atender a la comunidad mexicana que reside en ese país.

Triunfo y éxito…son nuestros inmigrantes.

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