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Francisco Báez Rodríguez

No he conocido en mi vida una propuesta pesimista de paquete económico. Es lógico: quienes programan las finanzas públicas no se pueden poner una camisa de fuerza. Pero desde hace más de 35 años no veía un paquete tan optimista, o tan distanciado de los pronósticos de los analistas sobre el comportamiento de la economía mexicana. Ese optimismo se traducirá, no tan paradójicamente, en más poder de decisión para el Presidente.

Recordemos que el paquete económico tiene cuatro elementos: los criterios generales de política económica, la iniciativa de ley de ingresos, el presupuesto de egresos y la miscelánea fiscal. En resumen: cómo ve el gobierno la situación de la economía nacional y mundial, qué ingresos prevé tener y cómo los piensa gastar. Para 2023 no hay miscelánea fiscal: no habrá reformas a las leyes sobre impuestos.

La clave -y, en este año, el problema- está en los criterios generales. Suponen que la economía podrá crecer en 3% durante el año: esto es más de un punto del PIB por arriba del estimado por los analistas. Asimismo, prevén una inflación anual de 3.4%: en otras palabras, que la actual espiral inflacionaria se detendrá y que volveremos, en la segunda mitad del año próximo, a la estabilidad relativa de precios. Finalmente, consideran que la tasa interés promedio de la deuda pública interna crecerá apenas marginalmente.

Estos tres supuestos indican, a su vez, tres cosas: primero, que la recaudación fiscal podrá crecer de manera sostenida en términos reales, ayudada por una mayor eficiencia del SAT; segundo, que el gasto y la inversión pública no se dispararán en términos nominales para lograr los objetivos; tercero, que no habrá problemas mayores para la contratación y servicio de la deuda.

Si los supuestos no se cumplen, que es lo más probable, habrá que hacer recortes sobre la marcha en el presupuesto de egresos.

Ahora bien, ¿cuáles son las prioridades en el presupuesto, tomando en cuenta qué tanto más dinero se prevé destinarles, comparadas con el año anterior? Son tres: los proyectos insignia del presidente López Obrador (Tren Maya y Dos Bocas); los programas de becas y pensiones y las aportaciones a los estados y municipios. Se pueden, tal vez, agregar los proyectos de Conagua y los de desarrollo del Istmo de Tehuantepec.

¿Qué pasaría en caso de que el presupuesto no alcanzara? En ausencia de una reforma fiscal no prevista, sólo quedan dos opciones: la contratación de deuda pública o los recortes al gasto.

Sabemos que, por razones políticas y de imagen, ninguna de las prioridades del presupuesto será tocada. También sabemos que uno de los ejes y obsesiones de López Obrador es evitar un endeudamiento grande. Y sabemos que el Ejecutivo tiene manga ancha para definir recortes, aun si con ello distorsiona la decisión que hayan tomado los legisladores al aprobar el presupuesto.

En otras palabras, López Obrador recortará por donde él lo considere. Esa es la conclusión principal que resulta del presupuesto optimista.

En casi todos los sectores crece la previsión de recursos, pero no de la misma manera. En términos proporcionales, ¿cuáles han sido los sectores en donde baja la proporción del presupuesto asignado, respecto al total? En cuatro, que están bajo los siguientes rubros: “Educación, cultura y deporte para todos”, “salud para todos”, “fortalecimiento energético” y “órganos autónomos”.

Es lógico, entonces, suponer, que será ahí, principalmente, por donde pasarán las tijeras en caso de que la recaudación no alcance los niveles esperados, porque la economía no creció al 3%, o en caso de que la inflación obligue a destinar más recursos, en términos nominales, a los proyectos prioritarios; o si -con las prácticas ortodoxas para frenar el alza de precios y evitar fugas de capital- las tasas de interés suben por arriba de lo planeado, forzando al gobierno a pagar más.

Este último punto, en particular, resulta preocupante. Por cada punto porcentual que aumente la tasa de interés promedio anual, el costo financiero de la deuda pública aumenta en 30 mil millones de pesos. Esa cantidad equivale a la suma de los programas apoyos para fertilizantes, Sembrando Vida y La Escuela es Nuestra. O a 6.5 veces el programa de vivienda social.

El paquete económico que presenta Hacienda tiene la bondad política de facilitar las negociaciones presupuestarias en el Congreso: más dinero para el programa que usted prometió, señora diputada; más recursos para su estado, señor senador. Pero, en su optimismo, esconde el peligro intrínseco de que a la hora de la verdad esos recursos se esfumen a través de recortes al gasto “dolorosos, pero necesarios”.

Y si los recortes, a final de cuentas, son decisión del Ejecutivo, éste seguirá acumulando poder y buscando doblar otras manos con la magia de su dedito.

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