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Los adivinos en la mitología

Juan Eduardo Martínez Leyva

Se puede decir que la necesidad de conocer el futuro forma parte de la naturaleza humana. La incertidumbre sobre lo que sucederá en la vida de las personas o de la comunidad ha conducido a la creación de diferentes formas de anticipación o adivinación de los acontecimientos venideros.

En la mitología antigua encontramos, en innumerables relatos, diversas formas y personajes cuyas atribuciones específicas son precisamente las de la predicción.

Los oráculos, los augures y los adivinos son ejemplos de ello. Los oráculos se caracterizan por emitir sus advertencias mediante sentencias vagas que quien lo consulta debe interpretar, de alguna u otra forma. Los augurios son acontecimientos de cierto tipo que son vistos por personajes que asumen tener la capacidad para, a partir de ellos, presagiar los hechos. Por su parte, los adivinos toman su función profética de un don especial otorgado por alguna divinidad y, por ello, poseen la cualidad de la precisión.

Calcante, uno de los adivinos mitológicos más importantes, recibió el don de la adivinación del dios Apolo. Es mencionado en repetidas ocasiones en la Ilíada. Sus profecías ayudaron a los griegos a ganar la Guerra de Troya. Predijo, muchos años antes de empezar las hostilidades, que era imprescindible que Aquiles participara en los combates; de lo contrario, esa guerra no podía ganarse. También aconsejó el sacrificio de la princesa Ifigenia a la diosa Artemisa, para que los vientos, que habían cesado, fueran propicios para empujar las velas de las embarcaciones que se dirigían a Troya. Dijo que la guerra duraría diez años y que los griegos triunfarían si Agamenón devolvía a Criseida, la hija de un sacerdote troyano que había sido tomada como cautiva. Se le atribuyen otras tantas profecías certeras, como haber advertido que el viaje por mar, de regreso de Troya a sus lugares de origen, estaría plagado de peligros.

Casandra, hija del rey Príamo, era sacerdotisa de Apolo, quien la había dotado de la facultad de profetizar a cambio del compromiso de tener un encuentro carnal con el dios.

Casandra no cumplió su promesa, por lo que fue condenada por Apolo a que sus exactas profecías nunca fueran escuchadas. Ella alertó a los troyanos que en el Caballo obsequiado por el enemigo se encontraban escondidas las tropas que causarían la muerte y destrucción de los troyanos. Como era de esperarse, nadie le hizo caso. En la Eneida, Virgilio menciona al adivino Laocoonte, que también era sacerdote en el templo de Apolo y, al igual que Casandra, insistió en no aceptar el Caballo de Troya. A él se le atribuye la frase famosa que alerta: “desconfiar de los griegos siempre, incluso cuando traigan regalos”. Anfiarao, rey de Argos y héroe de la expedición de los argonautas, es un personaje de la tragedia de Esquilo conocida como Los siete contra Tebas. Fue convencido por su esposa, Erífile, de ir a la guerra contra Tebas, a pesar de haber dicho que esa contienda la perderían los argivos y que en ella encontraría su propia muerte. Pollido, originario de la ciudad de Corinto, es conocido por haber resucitado, con ayuda de una serpiente, a Glauco, el hijo del rey Minos de Creta. Anticipó la muerte de su propio hijo en la guerra. Profetizó que Belerofonte podía vencer a la Quimera, solo si lo hacía desde los cielos y con la ayuda del caballo alado, Pegaso, al que debía domesticar. Mopso era un vidente de la ciudad de Tebas, al que se le conoce, entre otras cosas, por haber derrotado al mismo Calcante en una disputa de adivinación. La competencia consistía en que cada uno haría una pregunta al otro, para ver quién era más certero. Calcante pidió a Mopso que dijera cuántos higos tenía una higuera ubicada cerca de ellos. Mopso contestó correctamente que la higuera tenía diez mil higos. Mopso, por su parte, le demandó a Calcante que adivinara cuántas crías había en una cerda preñada que tenían a la vista. Calcante dijo que eran ocho cuando, en realidad, la cerda tenía nueve. Calcante no pudo soportar que hubiese en Grecia un adivino mejor dotado que él y se suicidó. Abante, Héleno y Teoclímeneo –el que predijo la suerte de los pretendientes de Penélope- son otros de los adivinos conocidos en los mitos griegos, pero el que más ha causado la fascinación de los escritores clásicos y modernos es, sin duda, el adivino Tiresias. Se dice que Tiresias fue una de las personas más longevas de Grecia, al haber visto pasar siete generaciones. Aparece en innumerables episodios míticos. En las tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides está siempre presente, en relación con distintos héroes y dioses. Por ejemplo: Odiseo lo consultó en el inframundo cuando iba de regreso a Ítaca. En Edipo Rey, de Sófocles, establece que el rey de Tebas será el que venza a la Esfinge; también revela los crímenes que Edipo ha cometido, en contra de su padre, primero, y, de su madre, después. Tiresias es más conocido, tal vez, por ser el primer transexual mitológico. Existen diversas versiones que cuentan la forma en que Tiresias vivía durante unos años como mujer y otros como hombre. Ovidio cuenta que, en un monte de Arcadia, Tiresias vio a dos serpientes copulando e intentó separarlas, las golpeó con su bastón hasta dejarlas malheridas. Como consecuencia de su violencia Tiresias fue transformado en mujer. Al pasar el tiempo, unos siete años, volvió a encontrar a las serpientes haciendo lo mismo y él, igualmente, las aplastó con una vara. Un nuevo escarmiento lo regresó entonces a su condición masculina.

Hesíodo escribe que el don profético lo obtuvo Tiresias al mismo tiempo que su ceguera, como resultado de un encuentro con Zeus y Hera. Los esposos discutían, en su lecho del Olimpo, sobre el asunto de quién – hombre o mujer- disfrutaba más el acto sexual. Al no ponerse de acuerdo, llamaron a Tiresias, quien podía ser un juzgador más justo de la cuestión, puesto que había vivido en ambas condiciones; sin duda, diría la verdad que los esposos ansiaban conocer. La sentencia de Tiresias fue que, si el placer se midiera en una escala del uno al diez, la mujer disfruta nueve y el hombre uno. Hera, avergonzada, lo castigó causándole la ceguera; en compensación, Zeus le otorgó el poder de la adivinación y una larga vida. Los brujos, chamanes y adivinos son personajes de la mitología a los que la ciencia y el conocimiento han convertido en figuras arcaicas y prescindibles. Sin embargo, algunos aparecen con frecuencia, como protagonistas destacados en la esfera pública actual. Se distinguen porque afirman estar tocados por algún poder divino que produjo en ellos una especie de iluminación. Se resisten a tomar decisiones basadas en evidencias y sus dichos, sentencias y ocurrencias, deben ser acatados como verdades incuestionables, sin crítica ni discusión.

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