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EEUU: las elecciones de medio mandato y algunas de sus consecuencias

Lance Selfa

Cómo se esfumó la “ola roja” que esperaba la derecha

Los resultados de las elecciones intermedias en Estados Unidos rompieron un histórico modelo de victoria del partido «en oposición» sobre el partido del presidente. De este modo, los resultados dejaron en ridículo a los políticos y a los expertos de derecha que habían proclamado que una «ola roja» [color del Partido Republicano] acabaría con los demócratas y posiblemente pondría al presidente Joe Biden en el camino de la destitución. El 10 de noviembre, el periodista Mehdi Hasan reunió en la MSNBC un conjunto de personalidades y de comentaristas de derecha y de sus cómplices mainstream.

Antes de las elecciones de medio mandato, los republicanos tenían la historia a su favor. En todas las elecciones intermedias del último siglo, excepto en tres (1934, 1998 y 2002), el partido no presidencial ganó más escaños en el Congreso que el partido del presidente. Los republicanos también contaban con la impopularidad de Biden, que se sitúa en la zona de Trump: solo cuatro de cada diez estadounidenses tienen una opinión favorable del presidente. Por último, con la mayor inflación de los últimos 40 años, que devora los salarios de los trabajadores, el GOP [Grand Old Party: Partido Republicano] esperaba que los votantes le infligieran un castigo a los demócratas.

Teniendo en cuenta estas «bases» y apoyándose en la experiencia pasada, los principales politólogos y analistas preveían que los demócratas perderían unos 40 escaños en la Cámara de Representantes de EEUU y que perderían el Senado. Esta predicción de que las elecciones de medio mandato de 2022 serían «normales» dio cierta credibilidad no partidista a los relatos de la «ola roja» que pregonaban los conservadores y los responsables republicanos.

Pero estas elecciones intermedias no se celebraron en circunstancias «normales», sino que se produjeron apenas unos meses después de que el Tribunal Supremo de EE.UU. vaciara de contenido el derecho al aborto en el país. Esto provocó un enorme aumento del registro de votantes -sobre todo entre las mujeres jóvenes- y los demócratas superaron el apoyo electoral de Biden en 2020 en una serie de elecciones especiales a la Cámara de Representantes celebradas durante el verano pasado [hubo 17 elecciones como consecuencia de las vacantes en el Senado o la Cámara de Representantes]. La estrepitosa derrota de una enmienda antiabortista a la Constitución de Kansas en agosto [59% de votos en contra y 41% a favor] fue el presagio de una fuerte participación demócrata en las elecciones intermedias de 2022. Incluso, los candidatos demócratas recaudaron más dinero, en promedio, que los republicanos.

El segundo factor importante en la campaña fue la presencia en todo el campo republicano de conspiradores nacionalistas cristianos de extrema derecha. Algunos de ellos, como Doug Mastriano, el candidato republicano a gobernador de Pensilvania, habían trabajado para la campaña de Donald Trump en 2020 para evitar la victoria de Biden. Y el mismo Mastriano ayudó a organizar la turba que asaltó el Capitolio el 6 de enero de 2021. Otros, con el respaldo de Trump, ganaron las primarias republicanas y se comprometieron a restringir el derecho de voto y a apoyar la prohibición del derecho al aborto.

Juntos, estos dos factores crearon un impulso antirrepublicano. «Creo que hay una narrativa más amplia del extremismo republicano y Dobbs, realmente, logró relacionarlo», dijo Tom Bonier, un destacado analista digital del Partido Demócrata que predijo la fuerte participación demócrata después de la decisión de la Corte Suprema en el caso Dobbs vs. Jackson [el histórico fallo de la Corte Suprema del 24 de junio de 2022 que establece que la Constitución no confiere el derecho al aborto]. Para Bonier y un puñado de otros dirigentes del Partido Demócrata -como Simon Rosenberg, de la Red de Nuevos Demócratas [un supuesto grupo de reflexión centrista del Partido Demócrata]- los indicadores no eran una «ola roja» sino unas elecciones mucho más reñidas.

Como lo señaló el encuestador republicano Bill McInturff unas semanas antes de las elecciones de medio mandato:

«Hay una campaña sobre la economía, el coste de la vida, la delincuencia y la seguridad en las fronteras, y los republicanos están ganando esa campaña. Pero hay una segunda campaña sobre el aborto, la democracia y el cambio climático, y son los demócratas los que ganan esa campaña».

Para ir más lejos en la metáfora de la «ola», hubo dos olas que presionaban la una contra la otra. El día de las elecciones determinó qué ola era la más fuerte. En este caso, parece que la ola demócrata fue lo suficientemente fuerte como para impedir que la ola republicana la superara.

La participación de los votantes fue alta en relación con los niveles habituales de las elecciones de medio mandato, en las que, por lo general, participan menos de la mitad de los votantes habilitados. Pero es inferior al récord de las elecciones intermedias de 2018 (alrededor del 50%, la mayor participación en más de un siglo). Cuando se cuente la totalidad de los votos, la participación podría situarse en torno al 47-48%. Además, en el momento de escribir estas líneas, parece que en las elecciones a la Cámara de Representantes han votado más personas a los republicanos que a los demócratas [el 14 de noviembre, el recuento de la Cámara de Representantes era de 204 para los demócratas y 217 para los republicanos; la mayoría es de 218].

Los «liberales» y los demócratas se muestran satisfechos con las elecciones, pero cuando baje la marea, nos quedaremos con un resultado de statu quo, al menos a nivel federal. En el momento de escribir estas líneas, los demócratas conservarían una estrecha mayoría en el Senado (como antes) y los republicanos ganarían por poco la Cámara de Representantes. Sin embargo, hay una ligera posibilidad de que los votos tardíos en los estados del oeste puedan preservar la mayoría demócrata en la Cámara.

Todo esto después de haber gastado una enorme cantidad de dinero. Los candidatos y los comités de acción política gastaron unos 17.000 millones de dólares. Los multimillonarios, por su parte, contribuyeron con millones. Se ha llegado a una cantidad de dinero casi dos veces superior a la gastada en las elecciones de medio término de 2010. Los demócratas y los grupos aliados, como Planned Parenthood, gastaron 500 millones de dólares sólo en anuncios sobre el derecho al aborto.

Al final, nos quedamos (de nuevo) con un país que sigue muy dividido, mientras millones de personas ya no se interesan por el sistema político. La extrema derecha parece haber sido derrotada en las urnas, pero hay millones de personas que siguen siendo adictas a sus ideas. Por otra parte, está claro que la oposición masiva a las restricciones al aborto ayudó a salvar a los demócratas. Para los socialistas, estas dos tareas –derrotar a la extrema derecha y recuperar el derecho al aborto- exigirán una organización y una movilización mucho más profundas y amplias que la de votar por el que un día, el comentarista político Kevin Phillips definió -en el New York Times, el 17 de junio de 1990- como el «segundo partido capitalista más excitante» de EE.UU.

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