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Los costos que pagará Zoé Robledo

Letras Desnudas

Mario Caballero

Los costos que pagará Zoé Robledo

Los costos que podría estar pagando Zoé Robledo por viejas facturas políticas no serán equiparables a los que tendrá que pagar por añadir gente de la peor reputación a la estructura del IMSS.

En primer lugar, el costo de la corrupción que afectará al instituto. Esa gente a la que colocó en puestos clave tiene fama de distraer los recursos públicos y aplicarlos a conveniencia. Él, como director general, deberá asumir la responsabilidad de los desfalcos, desvíos y negocios soterrados que hagan sus funcionarios. Por consiguiente, de los daños que eso causará en el funcionamiento de los hospitales y, sobre todo, en la atención de los pacientes. No hace falta decir que el desabasto de medicamentos y equipo médico, así como los quebrantos a los derechos del personal, serán el común denominador.

Segundo, el costo político, que se supone pagará por partida doble. Porque al contratar personajes corruptos manda un mensaje que contraviene el discurso de moralidad de la Cuarta Transformación, y porque al arropar inmorales él mismo está minando su carrera política que hasta hace poco se creía en ascenso.

Zoé Robledo Aburto no es ningún tonto. Tiene una licenciatura en Ciencia Política, una maestría en Derecho, diversas especialidades y estudios en institutos de enorme prestigio como la Escuela de Gobierno John F. Kennedy, de la Universidad de Harvard. Ha sido colaborador en medios nacionales y hasta ganó el Premio Nacional de Periodismo en 2008 por la cobertura y análisis de la elección presidencial de Estados Unidos.

Como diputado en el Congreso del Estado de Chiapas (2010-2012) impulsó la Ley para la Prevención y Atención del Desplazamiento Interno, aprobada en 2012, y se trata de la primera ley en el país que busca proteger a las personas que son desplazadas de sus comunidades por motivos de violencia y conflictos armados, y que ha sido reconocida por diversas agencias de las Naciones Unidas.

En el Senado (2012-2018) se pronunció por la eliminación del fuero, por hacer obligatoria la declaración 3 de 3 en los servidores públicos e impulsó una campaña con el propósito de que una mujer obtuviera la Medalla Belisario Domínguez, y en 2017 la bióloga Julia Carabias recibió el galardón tras 20 años de que ninguna mujer fuera premiada.

Con todo ese bagaje profesional y singular trayectoria legislativa, ¿qué le debía a Manuel Bartlett para arriesgar su prestigio y capital político en una transacción con el hijo de éste que no huele sino apesta a corrupción?

Porque sólo alguien con cuentas pendientes puede favorecer a una empresa con una compra de 20 ventiladores respiratorios con un sobreprecio de 670 mil pesos cada uno. Que la adquisición se hizo porque urgían para la atención de los pacientes con Covid-19, que era el precio del mercado, no lo justifica y no es creíble. Sobre todo, cuando un mes antes de pagarle a León Manuel Bartlett Álvarez un millón 550 mil pesos por cada ventilador, el IMSS le había comprado los mismos aparatos a otra empresa por 880 mil.

A lo largo de su carrera política, Manuel Bartlett ha estado envuelto en escándalos de corrupción. ¿Por qué ahora Zoé Robledo favorece sus empresas familiares?

EL SEPULTURERO DE ZOÉ

En febrero de 2015, Robledo Aburto publicó un artículo en la revista Nexos bajo el título Conflictos de interés, una asignatura pendiente a legislar, en el que describe prolijamente qué es un conflicto de interés, cómo ocurre, cuáles son las consecuencias, detalla lo que otros países han hecho para regularlo y hasta expone el ejemplo de Rob Ford, ex alcalde de Toronto, para ilustrarlo. No deja, sin embargo, de proponer medidas para identificarlo en los servidores públicos de México y asegura que en la transparencia está la solución.

“México… no cuenta con una institución que se encargue exclusivamente del conflicto de interés, ni con una normatividad robusta que regule el tema … Es por ello que se debe legislar en la materia. Regularlo para castigarlo, pero, sobre todo, para prevenirlo”, escribió.

Se olvidó de sus palabras. Colocó en la Coordinación de Políticas de Salud del Instituto Mexicano del Seguro Social a Nemesio Ponce Sánchez, quien como subsecretario de gobierno en la administración de Juan Sabines Guerrero (2006-2012) se caracterizó por sus conflictos de interés. Por mucho se considera en Chiapas un símbolo de la corrupción.

¿Por qué Zoé Robledo asume el costo de poner en alta jerarquía a este personaje que se dedicó a prefabricar delitos, amenazar, encarcelar, exiliar y perseguir con el aparato de justicia a todos los enemigos políticos del gobierno sabinista?

Nemesio Ponce fue tanto la mente maquiavélica como el brazo ejecutor en ese sexenio cegado por la cerrazón y el salvajismo. Fue el artífice de una campaña de terror que mantuvo a raya a la oposición. Nadie mejor que él para reprimir a quienes se atrevieron a criticar al régimen.

El director general del IMSS no debería olvidar quién fue Nemesio Ponce. Basta con recordar que desde aquel lejano 1995, cuando Juan Sabines Guerrero ni siquiera tenía la intención de venir a Chiapas con el apoyo de una familia que le tendió la mano para lograr que así fuera, y tenía a su cargo la Dirección de Servicios Médicos, Desarrollo Social y Asistencial en la Delegación Cuauhtémoc de la Ciudad de México, Nemesio era uno de los tres que siempre estuvo al lado del hoy cónsul en Orlando, Florida, buscando el poder. En ese entonces era jefe de Departamento. Los otros eran Tomás Sánchez Sánchez, quien fue secretario de la Función Pública, y Martha Vital, que de ser una simple asistente llegó a ser directora del Instituto Chiapas Solidario.

En ese momento, el jefe de Sabines era Juan Díaz González, hijo del influyente Regino Díaz Redondo, quien era subdelegado administrativo. Cuando Sabines Guerrero gana la alcaldía de Tuxtla Gutiérrez, Díaz se suma a su gestión como coordinador general de asesores, pero traía un fuerte problema de adicciones. No obstante, Sabines lo veía como una autoridad moral dada la ascendencia de este personaje.

Una vez en el Gobierno del Estado, Juan Díaz se volvió un obstáculo para muchos, quienes perversamente supieron aprovechar sus problemas con los estupefacientes para derrumbarlo. En una de esas, Díaz fue internado en el Centro para la Prevención y Tratamiento en Adicciones (CENTRA). Ahí, Nemesio Ponce, en su profundo complejo de inferioridad, en rencor de que Díaz Redondo había sido su jefe, que le estorbaba en sus proyectos, ordenó que le siguieran dando drogas, mismas que eran introducidas a dicho lugar de manera clandestina.

El propósito de Nemesio era alejarlo del gobernador, puesto que en sus momentos de lucidez Juan Díaz Redondo era una persona de gran calidad profesional y académica, un hombre íntegro, lo contrario a él.

Se dice que lo mismo hizo con Juan Sabines, cuya adicción era un secreto público. Quienes estuvieron cerca cuentan que la relación entre ambos era de una extraña intimidad. Cuando el exmandatario estaba mal, pasado de dosis, Ponce se metía al baño con él, siempre cargando un maletín, y lo volvía en sí en minutos.

Presumiblemente, Nemesio jugaba con las adicciones de quienes le convenía convertirlos en sus títeres. No le importaba que fueran sus propios amigos. Pues se aprovechaba de la falta de lucidez de Sabines.

Mañana hablaremos de su nepotismo, corrupción y campañas de terror. ¡Chao!

yomariocaballero@gmail.com

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