Carlos Villalobos
Vivimos en una era en la que el optimismo tecnológico ha regido nuestras expectativas sobre el internet y su papel en nuestras vidas. Las visiones de ciberoptimistas nos pintaron un mundo digital donde el acceso a la información y la conectividad serían la clave para unir a la humanidad en un espacio global de entendimiento y cercanía. Sin embargo, la cruda realidad nos muestra que el internet ha tomado un camino diferente, convirtiéndose más en un agente de aglutinamiento que de acercamiento entre las personas.
¿Qué significa esta transformación del internet de la promesa a la realidad?
En primer lugar, debemos entender los conceptos clave que definen este cambio.
El «capital de acercamiento» al que se refieren los ciberoptimistas es la idea de que el internet sería una herramienta para reducir distancias, tanto físicas como culturales, y crear puentes entre individuos y comunidades. Este capital se basa en la idea de que la información compartida y el acceso a diferentes perspectivas enriquecerían nuestro entendimiento del mundo y fomentarían la empatía y el diálogo.
Sin embargo, lo que hemos experimentado en la práctica es más bien un fenómeno de «aglutinamiento».
Este término refleja la tendencia del internet a agrupar a las personas en burbujas digitales, donde cada individuo se encuentra atrapado en un filtro de burbuja que limita su exposición a información y puntos de vista diferentes. Estas burbujas digitales, alimentadas por algoritmos de recomendación y personalización, nos mantienen cómodamente en nuestras zonas de confort, reforzando nuestras creencias existentes en lugar de desafiarnos a considerar nuevas ideas o perspectivas.
El surgimiento de estos filtros de burbuja ha sido uno de los factores clave en la pérdida de rumbo del internet. En lugar de ser un espacio diverso y abierto que promueve la exploración intelectual y la comprensión mutua, el internet se ha convertido en un lugar donde cada uno ve reflejadas sus propias opiniones y creencias sin necesidad de enfrentarse a la discrepancia o el debate constructivo.
Esta situación tiene consecuencias profundas en nuestra sociedad.
El aglutinamiento digital nos está alejando no solo de la diversidad de ideas, sino también de la empatía y la comprensión necesarias para una convivencia armoniosa y un progreso colectivo. Nos estamos volviendo más propensos a la polarización, el extremismo y la intolerancia, ya que nuestras interacciones se limitan a aquellos que piensan como nosotros y las plataformas digitales nos ofrecen una versión sesgada de la realidad.
Entonces, ¿qué podemos hacer para recuperar el espíritu original del internet como un espacio de acercamiento y entendimiento?
En primer lugar, debemos ser conscientes de los filtros de burbuja y de cómo afectan nuestra percepción del mundo. Es crucial buscar activamente la diversidad de perspectivas y estar dispuestos a escuchar y considerar opiniones diferentes a las nuestras.
Además, es responsabilidad de las plataformas digitales y las empresas tecnológicas revisar sus algoritmos y prácticas para asegurar que no contribuyan a la polarización y al aglutinamiento. La transparencia y la ética en el diseño de productos digitales deben ser prioritarias para garantizar un internet que promueva la inclusión y el diálogo constructivo.
Finalmente, pero no menos importante, cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar en la reconstrucción de un internet más saludable y humano.
Debemos resistir la comodidad de las burbujas digitales y trabajar activamente para expandir nuestros horizontes intelectuales y emocionales. Solo así podremos recuperar el potencial perdido del internet como un verdadero motor de acercamiento y conexión en la era digital.