Ricardo Monreal Ávila
El 24 de febrero pasado, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, anunció una operación militar especial en Ucrania, con el objetivo de “desnazificar y desmilitarizar” el país, según sus palabras. Desde entonces, la invasión militar rusa a Ucrania —calificada ya de esa forma por el Gobierno mexicano y gran parte de la comunidad internacional— ha mantenido vigilante y preocupado al mundo, por los lamentables fallecimientos en ambos bandos del conflicto, los daños a la infraestructura y los efectos negativos que un hecho como éste siempre trae para la estabilidad y la paz mundiales.
A pesar de las hostilidades, la posibilidad de un arreglo por la vía diplomática continúa vigente, por ejemplo, a través del grupo trilateral de contacto entre la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), Rusia y Ucrania, en el cual se han discutido las necesidades de seguridad rusa. Analistas afirman que este mecanismo de diálogo sería clave para reducir las tensiones, porque aquí se consideraban todas las voces en materia de seguridad europea, lo cual significa que las necesidades rusas podrían ser abordadas de manera conjunta. Sin embargo, es evidente que las posiciones tanto de la Unión Europea como de Rusia actualmente son profundamente distantes.
Por otro lado, también se pensó en reactivar el Formato de Normandía, foro de contacto entre Rusia y Ucrania, mediado por Alemania y Francia, creado en 2014. En un primer momento, este espacio contribuyó a la negociación de los Acuerdos de Minsk, que permitieron el alto al fuego y la celebración de elecciones locales en Ucrania, entre otros asuntos. Con la entonces canciller de Alemania, Angela Merkel, el formato tuvo relativo éxito para acercar a las partes en conflicto; sin embargo, ahora ha perdido fuerza, aunque se ha intentado retomar, incluso unos cuantos días antes del inicio de las operaciones militares.
Se afirma que, en el contexto actual, el Formato de Normandía carece de fuerza, porque no incluye a Estados Unidos. Ucrania ha solicitado implícitamente una mayor participación de ese país en el conflicto y en las negociaciones que buscan reducir la violencia.
Por otro lado, las conversaciones directas entre los presidentes de Rusia y Francia (Vladímir Putin y Emmanuel Macron, respectivamente) parecen ser un punto de importancia. El mandatario de Ucrania, Volodímir Zelenski, solicitó una llamada con su homólogo ruso, pero no consiguió una respuesta positiva. Con este último, hace algunos días, el presidente estadounidense Joe Biden afirmó que no tiene intención de entablar conversaciones. No obstante, el canal de comunicación que el presidente Macron ha logrado es valioso para la posible reducción de hostilidades.
Finalmente, se encuentra la que seguramente es la iniciativa más importante del momento: las negociaciones directas entre Ucrania y Rusia, mediadas por Bielorrusia. Hasta ahora, los encuentros entre ambas delegaciones han arrojado algunos resultados, aunque insuficientes, frente al tamaño de la crisis. Las principales discrepancias se encuentran en la insistencia rusa de que Ucrania se desmilitarice y abandone sus ambiciones de unirse a la OTAN, mientras que las autoridades ucranianas han solicitado el retiro de las tropas rusas de su territorio.
Por el momento, los acuerdos alcanzados contemplan pactar la apertura de un corredor humanitario con un posible alto al fuego durante las evacuaciones, aunque en la práctica esto no ha logrado tener éxito. Se espera que más encuentros se concreten en las próximas semanas, pero las discrepancias son profundas y parece que aún queda un largo camino por recorrer.
Desde México abogamos por el diálogo entre las partes, en beneficio, principalmente, de la población civil y de la estabilidad del mundo. La diplomacia es la vía idónea para dirimir las discrepancias.
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