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En busca del “sueño americano”

Jeny Pascacio/ Diario de Chiapas

Fotos: Marcopolo Hernández

Entre un tumulto de personas esperando por comida en un centro de ayuda para migrantes en Tapachula, sale Roni con su pequeña hija de nombre Susi, nombres que usan para proteger su identidad.

Se acercan a la cámara que grababa el ir y venir de los migrantes y pide que no le tomen fotos. Hasta hace unos meses, el joven de 24 años de edad, era integrante de la Mara Salvatrucha en Honduras.

Cruzó el río Suchiate sin ser detenido por la Guardia Nacional. Lo hizo de madrugada y con la ayuda de otros pandilleros de Tecún Umán.

 “Yo agarré este camino porque tengo a mi hija y quiero verla crecer ¿Me entiendes? El gobierno iba a quitármela si me quedaba. Su mamá nos abandonó hace dos años porque también es pandillera”. 

Roni ahora es un ‘peseta’, así llaman a los pandilleros que deciden salirse de las clicas o células. “No puedo regresar, porque sino me matan los mareros, lo hacen los contrarios”.

Susi, la pequeña de cuatro años de edad escucha atenta lo que su papá comenta. Está acostumbrada a escuchar y ver cosas que no van con su edad, “por eso nos fuimos, porque convivió entre drogas, armas y adictos”.

Viaja con una mochilita, donde guarda algunas mudas de ropa, su cepillo de dientes y ligas para el cabello. No pudo traer juguetes, pero se imagina que vive una aventura de la mano de su papá.

Susi corría el riesgo de participar como integrante activa del crimen organizado, como ocurrió con su papá, que repartió paquetes de piedra, mariguana y coca, y armas en la colonia Quezada, Los Laureles, Tres de Mayo y Campo Cielo, de Tegucigalpa, Honduras.

Cuando tenía ocho años, sus padres -integrantes de la MS- lo vestían de estudiante, de camisa blanca y pantalón azul. Pero nunca entró al colegio. No sabe leer ni escribir, sólo hacer cuentas. Le pagaban 200 lempiras (156 pesos mexicanos) por mochila entregada.

“Así se comienza y luego matas gente. La primera vez que derramé sangre fue a los 12 años y me dieron 3 mil lempiras (2 mil 346 pesos mexicanos). Soy de la mera mata, mi estudio fue la calle. Mi mamá era tiradora de mota y mi papá extorsionador”.

Es el segundo de cuatro hijos y en su familia todos son pandilleros. Hace dos años mataron a su padre. “Era un marero veterano y lo hicieron cachitos”.

Roni, intentará cruzar la frontera con Estados Unidos con su hija. Es cauteloso y cuida de que nadie tenga evidencia de su paso por la ruta migratoria, pues asegura que las redes de las pandillas se encuentran también en México.

Después de compartir su historia, buscó ayuda en las organizaciones defensoras de los derechos humanos de la ONU para proteger a Susi de cualquier peligro.

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