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Honrar al linaje y a la vida

María Gabriela López Suárez
Pilar se apresuró a bajar la cortina de su papelería, ya eran las 2:30 de la tarde. Normalmente cerraba a las 2, ese día se había puesto a engargolar un pedido de 100 trabajos para entregar en la semana. Aunque no terminó si logró avanzar con 42 engargolados. Como cada miércoles tenía el pendiente de ir a comprar flores para sus abuelitas ya fallecidas, era la ofrenda que les ponía cada semana.
Rumbo al mercado identificó que los árboles que embellecían y brindaban una grata sombra en algunas calles ya se estaban preparando para la llegada de la primavera, alcanzó a escuchar el revoloteo de unas aves que pasaron fugazmente.
Mientras sus pasos se dirigían rumbo a la florería unos grabados en la pared le hicieron recordar que estaba cerca el 8M, la conmemoración del Día Internacional de la Mujer. Se organizaría con sus vecinas en la cuadra de su negocio para sumarse a la marcha del 8M.
Llegó a su destino y comenzó a buscar las flores que compraría, buscó margaritas blancas y amarillas, un ramo de siempre vivas y dos ramitos de gardenias y jazmines. Su marchanta, doña Paty ya la había visto,

—Buena tarde Pilar, veo que ya tiene elegidas sus flores ¿alguna otra flor que quiera llevar?
—Buena tarde doña Paty, muchas gracias, ya sabe usted lo que siempre compro. Aproveché que hay gardenias y jazmines, me encanta su aroma.

Pagó las flores, se despidió y caminó con dirección a su domicilio. Al llegar a casa decidió que antes de comer colocaría la ofrenda de flores. Se acercó a donde tenía los retratos de sus abuelitas, tomó los jarrones, les cambió de agua, colocó un poquito de azúcar en cada uno para que ayudara a conservar más tiempo las flores. Acomodó los jarrones y se detuvo a observar las fotografías.
Como en una especie de cascada fueron asomándose los recuerdos que tenía atesorados con cada una de las abuelitas, los años que tuvo la oportunidad de convivir con ellas y que le compartieran algunas anécdotas. En los relatos que contaban en la familia siempre escuchaba que eran mujeres valientes para la época en que les tocó vivir, dedicadas al trabajo para sacar adelante a sus hijas e hijos y con el ánimo de vivir la vida aún en medio de una serie de retos, esos que les toca lidiar a las mujeres, sobre todo si son criadas en espacios no urbanos.
Pilar siguió atenta en ambas fotos, contemplando los rostros de sus ancestros, se quedó pensando que, aunque sus abuelitas no habían tenido conocimiento del movimiento feminista, ni del 8M, eran grandes mujeres, de eso no cabía duda. Respiró profundo y disfrutó el aroma de los jazmines y gardenias, le gustó como se veía la ofrenda de las flores. Cerró los ojos, nuevamente percibió el aroma de las flores, agradeció desde el corazón a sus ancestros por el legado que le habían dejado, las flores y la memoria eran también una manera de honrar al linaje y a la vida, no solo el 8M sino todos los días.

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