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Era arcabucero en la Guerra de las Alpujarras (1568-1571)

Krzysztof Sliwa

Miguel de Cervantes Saavedra…

Segunda y última entrega Barranquilla, Atlántico, Colombia

Aun es chocante que ningún cervantófilo realizó una investigación exhaustiva sobre los amigos y superiores castrenses de Miguel, quienes lucharon en la Guerra de las Alpujarras y asistieron a las mismas campañas guerreras antes y después de la batalla en el golfo lepantino.
Igualmente, los eruditos pasaron por alto cuatro documentos que atestiguan que Cervantes en 1568 era un soldado: el 17 de marzo de 1578, Rodrigo de Cervantes entregó un cuestionario sobre el servicio militar de su hijo, donde el padre juró que Miguel había servido «a Su Majestad de diez años a esta parte» (K. Sliwa, Documentos…, 49-50); el 20 de marzo de 1578, Antonio Godínez de Monsalve y el 1 de abril de 1578, Beltrán del Salto y de Castilla pusieron a Dios por testigo que Cervantes había servido a «su Majestad diez años a esta parte» (ibid.., 53-54 y 54-55); y el 6 de junio de 1590, el héroe de Argel juró «haber servido a V.M. muchos años en las jornadas de mar y tierra que se han ofrecido de veinte y dos años a esta parte» (ibid.., 225).
No obstante, algunos estudiosos malinterpretan dichos testimonios y argumentan sin ningún dato auténtico que Miguel, de 19 años de edad, era demasiado joven para unirse a las Fuerzas Armadas. De hecho, discrepo con ellos porque el meritorio historiador Salvatore Leonardi, Socio Correspondiente de la Accademia di Scienze, Lettere e Belle Arti degli Zelanti e dei Dafnici de Acireale, divulgó, a título de ejemplo, que el maestre de campo del tercio de la Sacra Liga, Lope de Figueroa, lanzó su carrera castrense «siendo de edad de quince años… y se fue a seguir la guerra contra la voluntad de sus padres» (S. Leonardi, «Para una biografía de Lope…», 273-384).
A pesar de ello, conviene hacer hincapié que en la primavera de 1569, Cervantes tuvo una pelea con Antonio de Segura que «se produjo en unos terrenos cercanos al palacio real o Alcázar, sede de la Corte» (J. M. Cabañas, Breve historia…, 81). Debido a lo cual, Miguel tomó las de Villadiego, puesto que echó mano con presteza de su espada contra Antonio, a quien hirió gravemente y por este motivo, el 15 de septiembre de 1569, Felipe II (1527-1598) traspasó una providencia, según La Nueva Recopilación que reza que «cualquier que sacare cuchillo o espada en la nuestra Corte para reñir y pelear con otro que le corten la mano», al alguacil Juan de Medina para prender a Cervantes por haber dado ciertas heridas a Segura, para que «con vergüenza pública le fuese cortada la mano derecha y estuviese en destierro de nuestros reinos por 10 años» (K. Sliwa, Documentos…, 38-39).
Sin duda alguna «se procedió en rebeldía contra un tal Miguel de Cervantes, ausente» (ibid.), quien «se andaba por estos nuestros Reinos y que estaba en la ciudad de Sevilla y en otras partes» (ibid.), como un estudiante conforme a algunos biógrafos cervantistas y no como -a mi parecer- un arcabucero de una de las compañías del capitán Lope de Figueroa y Barradas durante la sublevación alpujarreña.
Por consiguiente, las preguntas que surgen de inmediato son: ¿qué hacía Miguel en Sevilla?, centro de aprovisionamiento de material militar, de redistribución de armas y agente reclutador de la ciudad más populosa de Europa, la que en 1568 aportó con motivo de la rebelión morisca 2,000 hombres de a caballo y 8,000 infantes (F. Morales Padrón, Historia de Sevilla…, 222), y ¿a qué se refieren «otras partes»? (K. Sliwa, Documentos…, 39).
Dichos testimonios originales, avalados por los textos literarios cervantinos, justifican mi opinión de que para entonces Miguel no era ya estudiante, sino arcabucero, e intervino en la rebelión de las Alpujarras junto con Rodrigo, alistado posiblemente en una de las compañías de Lope de Figueroa.
También afianzo que la experiencia de Cervantes en la Guerra de la Alpujarra como un arcabucero, le sirvió a ocupar el cargo del cabo de doce arcabuceros, asignado por su capitán Francisco de San Pedro, en el esquife de la galera Marquesa, el puesto de combate de mayor peligro y al mismo tiempo aseguro que «nuestro lobo de mar» nunca fue un bisoño durante la batalla de Lepanto.
En resumidas cuentas, basándome en la documentación preservada, creo que Miguel y Rodrigo asistieron a la insurrección de las Alpujarras, y por ello es ineludible llevar a cabo una investigación escrupulosa concerniente a la rebelión morisca, con una particular atención a la coparticipación de los hermanos Cervantes y de otros familiares suyos entre los años 1568-1571, a fin de averiguar cuándo, dónde y en qué circunstancias militaron «debajo de las vencedoras banderas del hijo de la guerra Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico» (1500-1558) (M. Cervantes Saavedra, Las Novelas ejemplares).

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