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La religiosidad popular: ¿serie de conceptos teológicos utilitaristas?

Lilia Ma. Calderón/Las Margaritas, Chiapas lcalderon2009@hotmail.com

Segunda y última entrega

Es una creencia directa y concreta, que está desprovista por completo de conceptos teológicos abstractos y está basada en el culto a los santos y a las vírgenes, como los únicos seres (sobrenaturales) que pueden solucionar y remediar los problemas sanitarios y de otra índole de la población en la sociedad preindustrial.
La Iglesia ha interpretado la función de los santos y las vírgenes como mediadores entre Dios y los hombres, ya que Dios enviaba a los hombres las enfermedades y epidemias como castigos por sus pecados, y había que pedirle a algún intermediario que tuviera influencia sobre él para poder aplacar su ira, para que cesara en su castigo y tuviera misericordia de sus creaturas.
Y ¿quién mejor que su madre, la Virgen, o los santos, como personas de vida ejemplar, para realizar esa mediación? Sin embargo, en la religiosidad popular no se concibe realmente esta intermediación de la Virgen o de los santos ante Dios, sino que, a quien realmente pedían los fieles el cese de las enfermedades y epidemias, era a la Virgen o a los santos, ya que la intermediación con Dios es un concepto demasiado abstracto para la mayoría de la población, que hasta el siglo XX era mayoritariamente analfabeta y, sobre todo, para los que no tenían una formación teológica, que era la mayoría de la gente.
De esta manera, cada santo o cada virgen, es capaz de curar determinadas enfermedades o catástrofes y no otras (Santa Bárbara para las tormentas, San Gregorio contra las plagas de langosta, San Blas contra la difteria, La Virgen de las Virtudes contra la peste, etc.).
Se trata, por tanto, de un auténtico politeísmo cristiano, que además es claramente utilitarista, ya que tiene la función de solucionar los problemas graves de la gente.
Las fiestas patronales, basadas en la religiosidad popular, venían a ser, por tanto, la única solución que encontraba la sociedad feudal a la que aferrarse para intentar evitar las calamidades sanitarias (epidemias) o climatológicas (sequías), que sufrían cíclicamente nuestros antepasados como consecuencia de las crisis de subsistencia, escasez de alimentos y hambrunas, tan usuales en aquel tipo de sociedad.

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