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Hábito: sistema de disposiciones adquiridas por agentes sociales

Lilia Ma. Calderón/Las Margaritas, Chiapas lcalderon2009@hotmail.com

Las nociones de dominación, poder, violencia y lucha, han estado casi desde siempre presentes en el vocabulario de la sociología y, en general, en el de las ciencias sociales. La noción de violencia simbólica invita a pensar en ese concepto: el de violencia, junto a la idea de lo simbólico como un espacio en el que necesariamente los agentes sociales se encuentran en una relación de percepción y reconocimiento.
Esta dimensión simbólica de lo social no sería, desde este punto de vista, un aspecto accesorio sino, muy por el contrario, un componente esencial de la realidad en la que los agentes viven y actúan. La violencia simbólica funciona en la medida en que, para su existencia y perduración, cuenta con la anuencia de los agentes sociales. Para comprender este mecanismo, es necesario descartar la tradicional dicotomía entre coerción y autosometimiento, entre estructura y subjetividad, entre imposición exterior e impulso interior, entre conciencia verdadera y falsa.
En esta tarea, es el concepto de hábito la bisagra que permite entender un proceso mucho más complejo que la pura coerción o el mero voluntarismo. Entiéndase como hábito, al sistema de disposiciones adquiridas por los agentes sociales como estructura, como sentido práctico; el hábito es un sistema de disposiciones porque, en tanto esquema de pensamiento, visión, apreciación y acción que los agentes incorporan a lo largo de su vida, genera en ellos prácticas ajustadas a esos esquemas, que por eso se convierten en disposiciones.
Es importante destacar que, para los agentes sociales, no son ni objetos de mecánicos determinismos, ni sujetos de plena conciencia que obedecen a razones plenamente conocidas. Los sujetos son en realidad agentes actuantes y conscientes, dotados de un sentido práctico, sistema adquirido de preferencias, principios de visión y de división, de estructuras cognitivas duraderas y de esquemas de acción que orientan la percepción de la situación y la respuesta adaptada.
El hábito es esa especie de sentido práctico de lo que hay que hacer en una situación determinada, que funciona como esquema abierto de producción, percepción y apreciación de prácticas y que, a la vez, se adquiere sólo mediante la práctica. No se trata en lo absoluto de un destino ineluctable, puesto que es un sistema abierto; pero estructura de manera tal la subjetividad de los agentes, que permite romper con algunas teorías tradicionales y afirmar que los agentes sociales poseen una subjetividad socializada, una personalidad sobre la que se puede historizar y en la que se encuentra incorporada, en parte, la estructura objetiva del mundo social.

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