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La Madre Tierra: sus derechos y los nuestros, con obligaciones

Roger Heli Díaz Guillén
Chiapa de Corzo, Chiapas
El lunes 22 de abril se celebró el Día Internacional de la Tierra, La Madre Tierra, la Pachamama, destacando la tradicional nota de prensa, comunicados oficiales y entrevistas por parte del poder ejecutivo y la administración pública federal, dejando de valorar el día de su celebración como el momento o recorte de la vida diaria para trabajar en la información, interacción social y digital, sensibilización y la conciencia ciudadana, abriendo espacios para la reflexión fundada en la información objetiva, integral, incluyente, asertiva y motivadora, sobre lo que representa la Tierra desde diversas ópticas de la ciencia y la razón vinculadas a la vida diaria, sustantivamente a los fenómenos de calentamiento global y cambio climático.
En este marco del poco interés y trabajo en fechas de celebraciones trascendentales vinculadas a la vida pública, se destaca la importancia de reglamentar las celebraciones estatales, nacionales e internacionales, para atender objetivamente el interés de disponer de fechas para hacer conciencia mediante la información y sensibilización; debiéndose establecer procedimientos, intervenciones, acciones, tiempos, coberturas y resultados esperados, mediante decretos para su aplicación obligatoria, buscando una mayor cobertura e impacto, que permitirá mayor participación social y gubernamental para el trabajo social que representa cada uno de los temas, en este caso, 21 de abril, el valor de La Madre Tierra.
El valor de la Tierra es multifacético y su grandeza a discutir y difundir debe estar delimitada en las diversas ópticas de la ciencia, políticas públicas, opinión ciudadana y valor humano y de vida; como el valor de la Tierra como planeta en un sistema donde sus roles en el universo están siendo impactados por las conductas humanas; ver a la Tierra desde la perspectiva de la vida y la biología, que nos ha permitido conocer su composición biodiversa, su comportamiento y amenazas; dentro de estas, las derivadas de la actividad humana. Ver a la Tierra desde la perspectiva campesina e indígena, de donde adquiere el valor de madre de la vida y de la naturaleza, que provee de alimentos, flora y fauna, oxígeno y agua para la vida humana y para la producción natural y la promovida por el hombre a partir de sus necesidades vitales y las creadas por el desarrollo.
La Tierra no representa lo mismo quien cree que vive en ella a los que piensan y razonan que vivimos de ella y de sus componentes, entendiendo que la riqueza natural no es infinita, tiene límites y excesos que transforman la naturaleza de la Tierra.
La Tierra es un todo viviente en movimiento, desarrollo y cambio, que es materia y energía donde el ser humano es uno más de sus seres vivos encargados de su sostenibilidad natural, a la que el hombre debe regresar en lo posible a partir de reconstruir lo destruido, abonando razón, voluntad y humanismo a la vida diaria social, que armonice la relación de los órdenes que regulan nuestra existencia como sociedad, como es el orden natural, orden normativo comunitario, orden cultural y orden legal.
La Tierra necesita de nosotros como nosotros necesitamos de la Tierra, pensando que su existencia debe estar presente en nuestra vida urbana, incorporándola a nuestros espacios de forma directa plantada o indirecta en masetas, jardines y espacios creados en terrazas, azoteas, techos de estacionamientos; debiendo para ello trabajar en la información que transforme las conciencias, considerando esta perspectiva en los quehaceres de gobierno.
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Roger Heli Díaz Guillén

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