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Penalizar la violencia vicaria

Marco Alvarado/Diario de Chiapas
De acuerdo con la primera encuesta nacional para identificar la violencia vicaria, las mujeres que participaron señalaron que, previo a la separación de pareja, 45 por ciento sufría abuso, físico, económico y psicológico, y que un 88 por ciento recibió amenazas antes de la sustracción de los menores.
Con estos números, crece la demanda de miles de mujeres para que las autoridades impartidoras de justicia reconozcan y tipifiquen esta forma de violencia, exigencia que ha llevado a la conformación de un frente nacional, que pugna por sancionar estos actos.
Por el momento,en estados como Jalisco y el Estado de México se han presentado iniciativas, que, si bien tienen una buena intención, requieren algunos ajustes desde la perspectiva de la víctima, que muestre que la violencia vicaria es el escalón arriba de otros tantos tipos de agresiones económicas, patrimoniales, físicas y psicológicas.
En Chiapas, durante la última manifestación de mujeres, el pasado 8 de marzo, un grupo de madres víctimas de la violencia vicaria exigió a las y los legisladores locales que pongan en marcha los mecanismos para castigar esta violencia.
Argumentaron que, por ejemplo, en España este delito es comparable con el homicidio porque las madres han referido que se sienten muertas en vida; y es el asesinato hacia la cotidianidad de los niños, que de pronto son sustraídos, escondidos y separados por completo de sus relaciones sociales y familiares.
Como lo ha propuesto el Frente Nacional contra la Violencia Vicaria, estas reformas también deben incluir candados para que las escuelas públicas y privadas no se conviertan en cómplices de la sustracción, al entregar a los menores a sus padres, aun cuando estos han estado ausentes durante un largo tiempo y sin que medie una orden judicial.
Al impulsar estas reformas, también quieren prevenir los feminicidios inducidos, pues muchas de las víctimas son destruidas emocionalmente al grado de intentar suicidarse, sobre todo aquellas que no cuentan con una red de apoyo y asistencia psicológica, dos factores fundamentales para la sobrevivencia de las mujeres que enfrentan este tipo de violencia, en un proceso de duelo en el que hay pánico, ansiedad y depresión.

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