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Definir al PRI como oposición: Rubén Zuarth

Letras Desnudas

Mario Caballero

 

Definir al PRI como oposición: Rubén Zuarth

Las elecciones del seis de junio son un tema muy profundo y complicado de analizar. No sólo fueron las más grandes de la historia democrática de México, sino también las más competidas, las que más expectación generaron y una de las más concurridas a pesar de tratarse de una elección intermedia. Pero igualmente fueron las más polémicas, las más polarizadas y una de las más violentas de los últimos 20 años.

En Chiapas son consideradas como una de las más cochinas que hayamos vivido en épocas actuales. No recuerdo que en otra elección se hayan impugnado alrededor de 70 elecciones municipales. Tan sólo este dato demuestra por un lado el nivel de corrupción que existió durante todo el proceso electoral y, por el otro, la clara complicidad entre los distintos participantes, especialmente del Tribunal Electoral del Estado que al parecer es la institución que se lleva el primer lugar en desconfianza y falta de legitimidad.

Para Rubén Zuarth, dirigente estatal del PRI, estas elecciones fueron una prueba difícil tanto para el partido como para la oposición en general. Y no sólo por la popularidad de Morena entre los ciudadanos y por la enorme aprobación social del presidente Andrés Manuel López Obrador, sino también por la polarización política que se vive actualmente en el país y la falta de resultados en rubros como salud, seguridad y economía, lo cual hace todavía más complejo ganarse la confianza de los electores.

En la entrevista que me concedió el viernes pasado, Zuarth asegura que más allá de las críticas, el PRI en Chiapas salió fortalecido tras las elecciones. Acepta que no fue fácil sacar los acuerdos con la propia militancia, mucho menos forjar las alianzas con el PAN y PRD, las fuerzas políticas con las que el partido de Calles ha sostenido una rivalidad histórica. Tampoco fue sencillo –dice- haber tomado las riendas de la militancia en estos momentos. Tanto por los cuestionamientos que pesan sobre la institución como por el desastre político y financiero que heredaron los anteriores dirigentes.

Pero a pesar de ello, el PRI logró sostenerse entre las principales fuerzas políticas en el estado, no pasó a la irrelevancia como muchos pronosticaban y otros deseaban. El priismo chiapaneco obtuvo el mismo porcentaje de votación que en la elección de 2018, ganando 16 presidencias municipales y una diputación federal, que fue la única que ganó el partido en todo el sureste del país.

Sin lugar a dudas, ante lo que hoy representa Morena como partido político y la debilidad de la oposición, los resultados que obtuvo el PRI en el estado no son un asunto menor.

“Es claro que queríamos ganar más. Queríamos más diputaciones, más municipios, pero fue una elección muy difícil en la que intervinieron muchos elementos. Fue una elección en la que la autoridad electoral, como nunca, todos los días salía a defender algo, todos los días salía a aclarar algo. Esto no es algo que digo yo, sino es del dominio público. Todos sabemos que existen muchas asignaturas pendientes. Los Tribunales Electorales, por ejemplo, muchas veces tuvieron que intervenir para enmendar la plana”.

Entre los años setenta y ochenta, el PRI era el partido que lo ganaba todo, una verdadera aplanadora electoral. Imparable. Fue la institución política que dictaba lo que debía hacer el gobierno y también lo que no. Que gobernaba la presidencia de la República, los treinta y dos estados del país y contaba con la mayoría absoluta en el Congreso de la Unión. Lo que le valió construir obras transcendentales, crear instituciones importantes y legislar leyes más justas, equitativas y que impulsaron el desarrollo nacional.

A este partido se le debe la institucionalidad de México, las bases fundamentales del Estado de Derecho, la pacificación del país al término de la guerra civil mexicana, los tratados comerciales con Estados Unidos y Canadá que robustecieron la macroeconomía y, entre otras cosas, el impulso a la democracia con la fundación del Instituto Federal Electoral, hoy INE.

Sin embargo, la situación actual del partido es totalmente asimétrica. Los excesos de algunos de sus militantes lo acarrearon al descrédito. Una circunstancia nada halagüeña. Muy comprometida.

Y de eso es consciente Rubén Zuarth, quien es quizá uno de los dirigentes estatales más jóvenes que ha tenido el priismo chiapaneco, pero no de los que obtuvo el cargo por influencias familiares, ni por componendas, sino por esfuerzo, disciplina y convicción. Es de esos cuadros priistas que tuvo que picar piedra para salir adelante, que sudó la camiseta, que hizo “talacha” desde y con las bases. Lo que le posibilitó conocer las necesidades y las fortalezas del PRI.

Por lo cual, está convencido que es necesaria la unidad de los priistas, fomentar el diálogo entre las bases y acordar con los candidatos vencedores y con los que no lograron quedarse como gobierno en los municipios, la forma en que van a trabajar como partido de oposición, sacando los mejores resultados para el bienestar de los ciudadanos, proponiendo soluciones a las distintas problemáticas en el estado y recuperando esa alianza histórica y ese acercamiento con la sociedad que siempre distinguió al PRI, y que fue su mayor éxito.

“Si queremos seguir viendo para adelante primero tenemos que definir al PRI como oposición. Pero no una oposición de gritos y sombrerazos, que toma carreteras, no. Si no con una visión de propuesta, una visión clara e inteligente. Ser un partido propositivo, plural, de centroizquierda, que encabece las causas ciudadanas, que esté donde está la problemática social, que vuelva a hablar del campo, de los retrocesos, del mal manejo de la pandemia, pero con fundamentos. Sin duda, tenemos que volver a nuestros orígenes. Y por eso es por lo estamos luchando ahora mismo en esta dirigencia, porque es por lo que vale la pena luchar”.

Esta charla no podía estar completa si no se cuestionaba sobre la sombra de corrupción que persigue al PRI. La respuesta de Rubén Zuarth ante ello fue la reprobación absoluta a esos personajes que abusaron del partido y de los cargos gubernamentales para hacer fortunas ilícitas.

“La gente debe saber que no todos los priistas son corruptos y que el PRI no es malo. La corrupción que vimos, Mario, tiene nombre y tiene apellidos. Nosotros no vamos a defender a nadie que haya utilizado nuestras siglas partidistas para alcanzar cargos públicos y que desde ahí se haya enriquecido, en detrimento del bienestar de las personas.

“Me preguntabas cómo vamos a recobrar la confianza de los electores. Te contesto que, principalmente, siendo un partido plural, incluyente, transparente, teniendo buenos gobiernos. A la par de esto, que los que ganaron las presidencias municipales gobiernen con honestidad y buscando siempre el bien común. Y que los diputados regresen a sus distritos, a responder con gestiones y propuestas a esa confianza que recibieron de los votantes.

“Y que quede claro que en este PRI no estamos en el ánimo de proteger a los que cometieron algún delito, a los que infringieron la ley. Al contrario, que se les denuncie y, si salen culpables, que se les castigue.

“Te repito: nosotros no vamos a cargar con esa fama, porque esa corrupción de la que tanto se habla y de la que tanto se nos acusa, tiene nombre y apellido”.

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