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Dr. Gilberto de los Santos Cruz

El terremoto de México tuvo lugar el jueves 19 de septiembre de 1985; inició a las 07:17:47 horas​ y alcanzó una magnitud de 8.1 grados, escala Richter. ​

El epicentro se localizó en el océano Pacífico, cerca de la desembocadura del río Balsas, en la costa del estado de Michoacán, y el hipocentro, a 15 kilómetros de profundidad bajo de la corteza terrestre.

Las zonas de afectación del sismo fueron centro, sur y occidente de México, en particular a la Ciudad de México y los Estados de Nayarit, Colima, Jalisco, Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Puebla e Hidalgo. Hasta el momento ha sido el más significativo y dañino en la historia contemporánea del país. Inmediatamente después del terremoto y de forma espontánea el pueblo trabajador, pero en especial los jóvenes de la CDMX organizaron brigadas de rescate y ayuda a los afectados, rebasando en esta función al Gobierno, que en muchos casos obstaculizó el socorro popular y no canalizó la solidaridad internacional.

La réplica aconteció un día después, la noche del 20 de septiembre, el cual también tuvo gran repercusión para la capital al terminar por colapsar estructuras y edificios reblandecidos el día anterior.

​Ante la carencia generalizada en el país de una cultura de protección civil y de protocolos de acción, las horas posteriores terminaron en un caos generalizado, ​ el cual se fue calmando cuando la propia sociedad civil comenzó a auto organizarse en las acciones de rescate y asistencia.

El número preciso de muertos, heridos y daños materiales nunca se conoció con precisión. En cuanto a las personas fallecidas, solo existen estimaciones: 3192 fue la cifra oficial, ​ mientras que 20,000 fue el dato resultante de los cálculos de algunas organizaciones.

Algo que llamó la atención de muchos capitalinos después del sismo de 1985 es que muchas de las construcciones que colapsaron eran relativamente nuevas.

Las viejas casonas y palacios, construidos algunas desde la época de la Colonia, sufrieron daños menores.

Una de las explicaciones fue que las normas para construir en la capital no tomaron en cuenta las condiciones del suelo, que en sitios como el Centro y la colonia Roma se componen fundamentalmente de arcilla.

La tierra volvió a temblar en México cuando se cumplen exactamente 32 años del mayor desastre en la historia de México.

El movimiento devastó a la zona centro de la ciudad, provocó daños severos en cientos de edificios y causó la muerte de miles de personas.

No se conoce el número exacto de víctimas que dejó ese sismo: el gobierno dijo que fueron 3.692. La Cruz Roja Mexicana señala que la cifra superó los 10.000.

El número de personas afectadas por el desastre, entre damnificados y quienes sufrieron secuelas psicológicas, tampoco se conoce.

Los cambios

37 años después, la ciudad colapsada por la naturaleza es otra.

Los edificios destruidos se reconstruyeron o cedieron su espacio a parques o centros culturales.

Hay nuevos reglamentos para que las construcciones resistan un movimiento telúrico de gran magnitud.

De entre los miles de personas que ayudaron en el rescate de las víctimas o atendieron a damnificados, surgieron movimientos sociales que impulsaron cambios políticos en el país.

Se creó una cultura de protección civil que no se limita a los movimientos de la tierra, sino que incluye la prevención en inundaciones por huracanes o incendios.

Por lo menos una vez al año se realizan simulacros de evacuación de escuelas, edificios públicos y algunas empresas.

Legalmente las dependencias públicas y empresas del país están obligadas a contar con personas capacitadas para reaccionar en casos de desastres.

Los habitantes de Ciudad de México se dieron cuenta cuando el piso empezó a moverse.

Muchos de quienes perdieron la vida en el sismo aún dormían o no tuvieron tiempo de salir de sus casas antes que se derrumbaran.

Después de la catástrofe en la capital las leyes se endurecieron. Ahora las construcciones deben realizarse con materiales más ligeros y con una estructura capaz de resistir movimientos telúricos mayores a magnitud 8.

Otra de las consecuencias fue crear instituciones para prevenir o mitigar los efectos de un desastre natural.

Así nació, por ejemplo, el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), que no sólo atiende el problema de los sismos, sino que en las últimas décadas se concentra cada vez más en las afectaciones por huracanes e inundaciones.

El Centro Médico Nacional se vino abajo, pero miles de personas ayudaron a rescatar sobrevivientes

En las primeras horas después del sismo, las autoridades permanecieron virtualmente paralizada.

Así, en las primeras horas la ayuda quedó a cargo de miles de voluntarios que en muchos casos con sólo las manos rescataron a las personas atrapadas bajo los escombros.

De entre estos rescatistas improvisados surgieron organizaciones que se especializaron en esta clase de desastres y que son conocidos a nivel internacional.

El más famoso es el grupo Topos, que incluso ahora suelen ayudar en los desastres sísmicos de varios países.

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