El Cristalazo
Rafael Cardona
Hace muchos años el singular político Tulio Hernández, en una entrevista con la reportera Marta Anaya, describió su secreto para gobernar Tlaxcala: “pulque y saliva”; es decir, embriaguez de la masa y un rosario infinito de palabras ciertas o no. Como hizo –-por otra parte— para conquistar a Silvia Pinal con quien hasta se casó: rollo mata carita.
Aquella fórmula fue adaptada sin pulque –pero con dinero en efectivo para medio mundo– por nuestro verbalmente locuaz y parlanchín presidente cuya infatigable verborrea le ha dado resultados fecundos desde los inicios ya lejanos de su agitada (y agitadora), vida pública.
Sin embargo, su oratoria ya ofrece signos de fatiga. Son años y años del mismo rollo. Y hasta los devotos se cansan. Sus argumentos ya no tienen la contundencia de hace algunos años y su verbosidad con frecuencia contradictoria y falsa, lo lleva a cometer dislates desapercibidos o tolerados sólo por la claque del aplauso fácil.
Un ejemplo de esto se ha dado (involuntariamente, es obvio), en las respuestas de tranquilidad fingida e indignada ante el significado simbólico y político del ariete sobre ruedas contra una de las puertas laterales del Palacio Nacional, y el contraste con el valladar protector en espera de la protesta femenina, cuya violencia–es de esperarse– será hoy igual a la de otras manifestaciones del Día Internacional de la Mujer, lo cual será un termómetro para conocer –entre otros efectos complementarios–, la temperatura del oleaje mujeril frente a la heredera del gran líder, cuya suerte viene atada a su figura.
El miércoles de esta semana los vándalos del descontento y la violencia) contra el edificio sede del poder nacional (lenguaje final de la protesta legítima, deslegitimada por esos procedimientos), estaban en este catálogo iracundo:
“… no de los padres, sino de los asesores y de las organizaciones que supuestamente defienden derechos humanos, es una actitud, en el mejor de los casos, política, muy de confrontación en contra nuestra; o sea, de provocación, y nosotros pues no queremos para nada la confrontación.
“…Decirles nada más a los padres que estamos dedicados y que estamos avanzando mucho en la investigación, pero lo que sucede es de que ellos están siendo manipulados por el grupo que encabeza Álvarez Icaza, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, grupos conservadores de derecha apoyados por gobiernos extranjeros, que lo que quieren es hacernos daño políticamente hablando…”
Un día después ya se sumaban otros a la lista de los implicados en la infinita y recurrente conjura contra él:
“…Lo de ayer me huele más al PRI, es Guerrero, y me consta que en la montaña de Guerrero han (sic) habido agresiones a nuestro movimiento por grupos supuestamente independientes, pero detrás está el PRI… nosotros queremos que se haga justicia, entendemos a los padres, pero esto ya tomó otro rumbo.
“…Todo se sabe, es cosa de tiempo, por eso es que (sic) también están muy preocupados porque vamos avanzando en la investigación (vamos avanzando, ¿apenas?) y ellos tienen gentes que les informan, y ellos quisieran que fracasáramos…
“…Ya lo dije ayer, nosotros vamos a arreglar la puerta, cooperamos entre todos para arreglarla (¿me coopera para mi puerta?). Lo único es que si tengo información de quiénes participaron, aquí la vamos a dar a conocer, es como si yo presentara una denuncia en la Fiscalía contra Castañeda, Claudio X. González, Loret de Mola, no, no, no, no”.
Lo dicho, el fervorín mañanero ya no tiene la contundencia de antes. La costumbre tomó el lugar de la sorpresa. Lo excepcional se hizo cotidiano. El discurso se ha gastado; tiene menos filo. Los disparos precisos son ahora tiros en la oscuridad. Y si su capacidad de combate verbal se apoya en personas de tan limitada capacidad profesional como la señorita (o señora) Vilchis, pues el recurso se gasta y su potencia disminuye.
–¿Cuándo Emilio Álvarez Icaza o el Centro de Derechos Miguel Agustín Pro o Don Vidulfo, han tenido coincidencias con el PRI? ¿No era priista el gobierno de Enrique Peña al cual bombardeaban hasta desbarrancarlo una y otra vez desde el principio de este terrible episodio en un estado gobernado por el antecedente de Morena, el PRD y la narcomafia guerrerense ahora en la silla de Chilpancingo?
El PRI en Guerrero no pudo conservar ni a un exgobernador, porque se les huyó (Astudillo) y ahora resulta con la potencia para derribar impune y audazmente una puerta del Palacio Nacional.
Como dijo alguna vez Donoso ¡a otro perro con ese verso!
Clemente Rodríguez, padre de uno de los normalistas asesinados, les dijo a Guadalupe Juárez y Sergio Sarmiento (radio Heraldo) algo importante:
«Pensamos que [el presidente] iba a salir, pues para entregarle el documento… Y ¿qué fue lo que recibimos?, pues recibimos gases lacrimógenos, y por eso tuvimos que entrar a la fuerza, pues no hay otra manera de exigir…
“Como dijo el presidente: hay que ser necios, hay que ser tercos…
“Es su palabra, es su lema de él.
“Entonces aquí estamos, estamos siendo necios, como dice él, estamos siendo tercos…»
Obviamente esa terquedad ha sido estimulada con las falsas promesas y la demagogia. La mentira más reciente (otra vez), la dijo el presidente:
“…Lo que me importa es encontrar a los jóvenes…”
La mentira no es si le importa o no le importa, la falsedad es sugerir su localización como si estuvieran vivos. Encontrarlos. Esa frase implica desaparición; no muerte. Ahí radica toda la estrategia.
La desaparición forzada es un crimen de lesa humanidad, violatorio –además–, de los derechos humanos, cometido por una autoridad. El secuestro es un acto de particulares; un delito. También el asesinato. Aquí ocurrieron ambas cosas.
Pero la desaparición se extingue solamente de dos formas. O bien cuando se recupera al desaparecido o bien cuando se encuentra su cadáver o (como en estos casos) sus restos. En la oscilación de estas conductas se ha construido una mitología dañina y perversa. Y el presidente sigue adelante con ella.
Las víctimas indirectas (los familiares), insisten en la culpabilidad castrense. Todo mundo sabe cuáles fueron las instrucciones desde el alto mando militar: no intervenir. Pero en la filosofía de la sierra guerrerense el ejército siempre es culpable y en su sociedad política y económica con las Fuerzas Armadas se explica la negativa presidencial de darles la razón.
Por eso en este gobierno no se va a resolver un asunto ya resuelto en lo esencial y esos mismos lo van a perseguir hasta su casa de Palenque.