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Sobre la identidad, el idioma y Donbas en Ucrania (segunda y ultima parte)

Hanna Perekhoda

…Desde fuera, la impresión que tenemos es que la invasión de Putin ha creado un odio totalmente comprensible hacia todo lo ruso en Ucrania. ¿Cómo ve esta situación?

Incluso antes de la guerra, el estado de Putin reclamó el monopolio absoluto del idioma y la cultura rusos, y consideró que el uso del idioma ruso era lo mismo que identificarse con Rusia. De hecho, desde principios de la década del 2000, Rusia ha promovido la concepción del “mundo ruso”, apoyándose en los rusohablantes de los países vecinos para llevar a cabo una misión especial, que, por supuesto, no han consentido. Esta misión implica la lealtad absoluta al estado ruso y el apoyo incondicional a todas las decisiones del Kremlin. El estado de Putin ha utilizado el medio de la cultura rusa para difundir la ideología conservadora, irrendentista y nacionalista rusa entre los hablantes de ruso en los países vecinos. Pero, si en los años 2000 el “mundo ruso” era ante todo una herramienta del poder blando, a partir de 2014 se convirtió en el motor de la agresión militar rusa,

Quizás dotar a la lengua y la cultura imperiales de un contenido de colonial podría ser una opción para la sociedad ucraniana. Pero tal escenario solo podría ser posible una vez que Rusia deje de imponer su poder sobre el idioma ruso hablado por millones de personas que no se ven a sí mismas como simpatizantes del proyecto político de Putin. Es bastante difícil argumentar que los ucranianos “deben ser más tolerantes” con las cosas asociadas con Rusia cuando las élites políticas rusas niegan nada menos que el derecho de los ucranianos a existir y con frecuencia hacen declaraciones que pueden considerarse una incitación al genocidio. Los habitantes de Ucrania, independientemente del idioma que hablen y de la cultura que compartan, actualmente están sujetos a bombardeos, violaciones y asesinatos, perpetrados no por Putin sino por soldados rusos ordinarios. Esto, por supuesto, dejará una herida abierta y una brecha entre los dos pueblos en los próximos años. Un ucraniano cuyos amigos o familiares fueron asesinados por un soldado ruso común probablemente no sea muy receptivo a la idea de que “no todos los rusos son malos”. Sin embargo, aquellos de nosotros, los ucranianos, que no estamos personalmente afectados al mismo nivel y aún somos capaces de tomar una distancia crítica y proyectarnos hacia el futuro, no debemos perpetuar el odio indiscriminado. Por el contrario, tenemos el privilegio de ser capaces de construir puentes entre los ucranianos y los rusos que quieren ser solidarios con nuestra lucha contra su estado. Debo admitir que la condición previa necesaria es la voluntad de estos rusos de asumir la responsabilidad de su propia sociedad y tener un mínimo de humildad.

Sabemos de numerosos representantes de la oposición política rusa y bielorrusa, activistas e intelectuales, que ahora están en Ucrania, que contribuyen a su victoria de diferentes maneras. El único problema al que se enfrentan es la maquinaria estatal burocrática ucraniana que les impide obtener rápidamente un pasaporte ucraniano o cualquier otra forma de estatus legal en el país. Vale la pena señalar que Maksym Butkevich, un anarquista y defensor de los derechos humanos que ayudó a los refugiados rusos y bielorrusos en Ucrania, se encuentra ahora en cautiverio ruso. La mayoría de los ucranianos aceptan y respetan a los rusos que luchan de su lado contra el régimen de Putin.

Creció en Donetsk. ¿Podría darnos una idea de qué actitudes ha habido en Donbas hacia Ucrania y Rusia desde la independencia, y si han cambiado con el tiempo? ¿Qué nos dice el Donbas sobre los fracasos de los intentos de las élites ucranianas de cohesionar una identidad ucraniana unificadora después de la independencia? ¿Cómo prevé que se resuelva la situación en el Donbás después de la guerra?

La región industrial de Donbas comenzó a poblarse activamente solo a partir de finales del siglo XIX. Sin embargo, la mayoría de la población se estableció allí incluso más recientemente, ya que la hambruna artificial de 1932-1933 despobló las zonas rurales. Esta segunda ola de migración después de la Segunda Guerra Mundial vio a personas de toda la Unión Soviética, pero principalmente de Rusia, desplazarse a Donbas para trabajar en la minería del carbón, una de las industrias más prestigiosas y mejor pagadas. Durante la década de 1980, la acumulación de deficiencias económicas en la economía soviética y la amenaza de perder su estatus privilegiado llevaron a los lugareños a apoyar la independencia de Ucrania, con la esperanza de que Donbas se convirtiera en la región dominante en la economía y la política del país. Sin embargo, cuando los estados postsoviéticos cayeron presa del capitalismo salvaje, la población perdió incluso el privilegio simbólico que creía tener por pertenecer a la vanguardia de la nación soviética, y se encontró en cambio como una minoría dentro de un país cuya cultura se percibía hasta entonces como “atrasada”. La sociedad civil era débil y la población radicalmente paternalista y nostálgica de los días de gloria del pasado soviético.

Esta situación fue un terreno fértil para las mafias locales que no solo tomaron el control total de la política, la economía y los medios de comunicación en la región, sino que también intentaron hacerse con el poder político en Kyiv. Convencieron a la población local de que “el Donbas alimenta a Ucrania” y que los ucranianos occidentales lo explotaban, a pesar de que, incluso en los años de crisis, los salarios eran el doble en Donbas que en el oeste de Ucrania. Hicieron esto para encubrir el simple hecho de que en realidad eran los lugareños, el clan Yanukovych y los oligarcas aliados, quienes eran sus verdaderos explotadores. Como resultado, el resentimiento, el discurso antioccidental y la demonización de todo lo ucraniano se utilizaron como medios para dividir y vencer. Pero, en general, las identidades de los lugareños estaban relativamente desdibujadas, por eso eran presa fácil de la manipulación y la instrumentalización política.

A partir de 2009, la mafia de Donbas comenzó a dirigir el país. El levantamiento popular de Maidan de 2014 puso en peligro su gobierno. En respuesta, Yanukovych y su clan proporcionaron recursos clave para el movimiento separatista en Donbas, con la esperanza de al menos preservar el poder sobre su bastión. Pero incluso si la población de Donbas tuviera un sentido de excepcionalismo local, los deseos separatistas eran extremadamente marginales y había evidencia mínima de apoyo a un levantamiento armado. La ambivalencia y el desapego eran los sentimientos más destacados entre la población, el 70% de la cual estaba en contra de cualquier cosa que aumentara la amenaza de desestabilización en abril de 2014. Ese mismo mes, en medio de un trasfondo de apatía y desorientación general, un ex-agente del FSB [Servicio de Seguridad Federal, seguridad del estado rusa] Igor Girkin-Strelkov, junto con varias docenas de personas armadas, empezó a tomar el control de las instituciones locales, pidiendo a Moscú que enviará «voluntarios» para apoyar la «rebelión».

El historiador canadiense David Marples ha demostrado en su investigación que, si bien la historia y la identidad pueden ser factores “de referencia”, no bastan por sí mismos para explicar el estallido de la guerra. Las tensiones y agravios existentes fueron manipulados durante mucho tiempo por las élites ucranianas y rusas, pero es poco probable que la guerra en Donbas hubiera ocurrido sin la intervención militar rusa. Otro factor clave fue el apoyo brindado por los oligarcas locales, que intentaron jugar en ambos bandos hasta que fueron reemplazados por títeres del Kremlin.

Las repúblicas separatistas de Donbas se han convertido en zonas de corrupción, impunidad total, violencia e injusticia generalizada, donde la población se enfrenta a la incertidumbre, la pobreza extrema, la represión y el maltrato físico. Ucrania ha promovido repetidamente el despliegue de una fuerza internacional de mantenimiento de la paz en estos territorios. Creo que existe la posibilidad de que Donbas algún día pueda volver a tener una vida pacífica. Pero en mi opinión, esto solo será posible después de la retirada completa de las fuerzas armadas rusas y la subsiguiente desmilitarización de Rusia. Una reconstrucción económica y ambiental, junto con la creación de las condiciones necesarias para la expresión democrática, probablemente podría lograrse bajo un mandato internacional a largo plazo de fuerzas de mantenimiento de la paz.

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