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Letras Desnudas

Mario Caballero

 

Homenaje a un asesino serial

Indignante. El 12 de octubre reciente, la Cámara de Diputados rindió un homenaje a Ernesto “Che” Guevara, en conmemoración a su aniversario luctuoso. Indignante: otra vez. La conocida imagen del guerrillero fue proyectada en el salón del pleno, a pesar de la rechifla, las críticas y las quejas de los legisladores de oposición.

Como dijera Monsiváis: “O ya no entiendo lo que está pasado o ya pasó lo que estaba entendiendo”. Cómo fue que, en plena etapa, en la que el grupo en el poder aduce promover la transformación de la vida pública del país, la cual atañe rescatar los buenos principios, la moral y los valores cívicos, ¿el Poder Legislativo le organizó un culto a un asesino?

Pero, ¿quién fue el Che Guevara?

Ernesto Guevara es una de las figuras más trascendentales de la historia de Cuba, aunque él era de Argentina.

Después de más de cincuenta años de su muerte, ocurrida en Bolivia en 1967, su rostro es emblema por antonomasia de guerrillas y movimientos sociales en Latinoamérica. ¿Por qué? Simple. Por el mito que muchos de sus biógrafos han difundido alrededor de su imagen. Nos lo han presentado como mártir, héroe, hombre idealista y justo.

Por lo mismo, la foto que Alberto Korda le tomó en 1960 ha sido considerada una de las más famosas del siglo XX. Llamada “Guerrillero Heroico”, ha llegado a convertirse en parte del marketing mundial. Paradójicamente, el revolucionario comunista es el mártir con más ventas en el capitalismo mundial. Hay productos de Guevara en África, Europa, Asia y ya no se diga en América. Hay camisetas, posters, cuadros, calcomanías, bikinis de la marca Chanel y un larguísimo etcétera.

Uno de los que ayudaron a propagar el mito fue Jon Lee Anderson, uno de sus biógrafos mejor reconocidos, que hace algunos años escribió un artículo para el periódico el Clarín que decía: “La rebeldía pura, y sobre todo juvenil, frente a un mundo injusto. Es la cara de la indignación frente a un mundo desigual en el cual –dice el rostro y, por ende, el legado del Che- hay que tomar una posición y, si es necesario, pelear hasta las últimas consecuencias. Hay pocas caras que digan eso a las muchedumbres del planeta”.

No es cierto. Si no, ¿por qué no vemos la cara del “Che” utilizada en movimientos por la paz, exigiendo justicia, democracia, por la defensa y protección de las comunidades indígenas, de los derechos humanos, en campañas altruistas o humanitarias? No. Sólo es usada en rebeliones ultraconservadoras, retrógradas y delincuenciales.

 

ASESINO SERIAL

Paul Feyerabend, dijo: “La unanimidad puede ser buena para la Iglesia, para las víctimas de un mito o para los débiles seguidores de un tirano”.

Los que idolatran al Che al punto de considerarlo un salvador del mundo o defensor de las causas perdidas están equivocados. Han creído lo que otros les han querido contar respecto al legado del guerrillero argentino. Historiadores, biógrafos y fanáticos han escrito y hablado tanto de que fue un líder que buscaba cambiar el sistema por uno más justo para los menos favorecidos, pero no que era un asesino serial que mataba a sangre fría y que disfrutaba de ello.

Jacobo Machover, escritor cubano, vivió en carne viva la revolución de su país y sus consecuencias. En su libro La cara oculta del Che, cuestiona fuertemente la imagen del supuesto paladín de la libertad: “Se trata de una figura que ha sido magnificada por todas partes del mundo. Se lo considera un héroe revolucionario, un romántico, un humanista, cuando en realidad en mi país, en Cuba, ha sido uno de los principales responsables de las ejecuciones que se produjeron en 1959 e incluso antes, cuando estaba en la Sierra Maestra luchando con Fidel Castro”.

Asegura que los que lo convirtieron en leyenda fueron, principalmente, Fidel Castro y un grupo de intelectuales europeos, norteamericanos e incluso latinoamericanos, que lo elevaron a la categoría de un ser perfecto.

“Cuando había juicios, duraban media hora o ni siquiera eso y la gente era condenada a muerte sistemáticamente bajo el pretexto de haber sido esbirros de la dictadura de Fulgencio Batista, pero eso no era comprobado. No fueron juicios dignos”, dice el escritor.

Según la historia, el Che Guevara era uno de los que dirigían esos juicios. Así que “hay una gigantesca mentira alrededor de ese hombre que le profería un culto a la muerte desde siempre, desde incluso antes de ser revolucionario y estar con las tropas de Fidel Castro y luego en Bolivia”.

Castro lo nombró Comandante de la Imponente Fortaleza de La Cabaña en La Habana, que servía como prisión. También como Juez Supremo de los Tribunales Revolucionarios. Y todos los prisioneros, en su mayoría campesinos, fueron acusados por él de crímenes que iban desde el simple hecho de merodear el campamento rebelde hasta de asesinatos, pero nunca les comprobó nada a los supuestos delincuentes. Eso sí, ordenaba que fueran ejecutados en el acto.

Lo de que era un asesino, él mismo lo confesó.

En enero de 1957, le escribió una carta a su esposa Hilda Gadea: “Aquí, desde la manigua cubana, vivo y sediento de sangre escribo estas encendidas líneas martianas”.

También en sus diarios y cartas a su padre reconoció su gusto por matar. En una de ellas, cuando ya había provocado la muerte a catorce personas, contó: “Tengo que confesarte papá, que en ese momento descubrí que realmente me gusta matar”.

Ante las Naciones Unidas, dijo: “nosotros tenemos que decir aquí lo que es una verdad conocida y la hemos expresado siempre al mundo. ¿Fusilamientos? Sí. Hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario”.

En el Archivo Nacional de Cuba se guardan testimonios de familiares de las víctimas, de testigos, informes publicados en los medios de comunicación, listas sacadas a escondidas del régimen cubano y otras fuentes secundarias que registran nombres y circunstancias de muerte durante los primeros años de la revolución, que dan parte de al menos 79 fusilamientos arbitrarios bajo las órdenes directas del Che Guevara.

No es todo. Creó la Unidad Militar de Ayuda a la Producción, que se trataba de campos de trabajo para tratar a homosexuales, en los cuales los forzaba a realizar tareas duras, por largas jornadas, para que –según él- “volvieran a ser hombres”.

Para Guevara los homosexuales no servían para la milicia. Los consideraba degenerados, un tipo de persona que iba en contra del ideal de hombre para la supuesta nueva Cuba.

Tampoco respetaba a las mujeres. Las maltrataba. Las humillaba. Como venía de una familia bastante acomodada en Argentina, gozó de servicio doméstico en su casa. Y violó a muchas de ellas, a algunas en repetidas ocasiones.

 

IGUAL QUE JESUCRISTO

Ningún drama ocurre en secreto. Tarde o temprano el mito del héroe revolucionario que nunca fue el Che Guevara se acabará. Pero, la verdad, es una lástima que en la Cámara de Diputados le hayan rendido homenaje. Fue un asesino, aunque muchos no lo quieran aceptar. Como Iván Caneas, exgobernador de Cochabamba, Bolivia, que se voló la barda al asegurar públicamente que la muerte del Che Guevara sólo se compara con la de Jesucristo.

 

@_MarioCaballero

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