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Roy Gómez

La tentación de Jesús…

En la primera lectura de la celebración eucarística, lectura sacada del libro del Génesis, aparece el prototipo de tentación, presentado en el comienzo de la vida de los seres humanos sobre la tierra, precisamente para decirnos lo que constituye el origen de todos nuestros males: No obedecer a la palabra de Dios; ver algo deseable, pero prohibido, y, pudiendo no hacerlo, llevarlo a cabo.

En cualquiera de los casos, queda claro en el relato que quien introduce el mal en el mundo no es ni Dios ni ningún Satanás, sino el ser humano. Dios deja libertad de elección a una criatura a la que concede el mayor de los dones: La Libertad. Un ser “fosilizado” en el bien sería todo menos libre. Si algo se afirma en el relato es que la serpiente era un animal creado por Dios y no Satanás. El hombre, pues, no le puede echar la culpa de sus caídas sino a su propio corazón podrido, como lo dice, con todas las palabras, el mismo Jesucristo.

En la segunda lectura san Pablo a los cristianos de la ciudad de Roma insiste en esa idea. Es el hombre quien pone el mal en el mundo y la muerte sigue castigándonos porque todos seguimos pecando. Pero a san Pablo no le interesa hablar del pecado, sino de su contrapartida: La gracia. Dice el apóstol: Si por un hombre vino y viene el mal, por otro, por Cristo Jesús, nos vienen la salvación y la gracia.

Dios nos hace justos, dice san Pablo, con la justicia de Cristo. Y la Iglesia, el sábado santo a media noche, en el momento cumbre de toda la liturgia cristiana, llega a decir: ¡Dichoso pecado!, porque nos ha merecido semejante salvación. Que es como si dijera: ¡Gracias a Dios que hubo pecado!, porque si no, jamás hubiéramos sabido todo lo que Dios estaba dispuesto a hacer por nosotros.

Lo que fue tentación de Jesús toda su vida fue resumido por Mateo, en la tercera lectura, en un solo relato. Jesús nos da a entender que es una tentación maligna querer salvar o liberar al pueblo por medio de la riqueza, o por medio del milagrerismo, o por medio del poder. Jesús venció, cada vez que se le presentaba, esa tentación.

La cuaresma nos recuerda que la vida de un cristiano es tentación continua. No haremos reinar a Dios sobre nosotros por medio de la riqueza, el milagrerismo o el poder. No hay otra forma de hacer reinar a Dios, sino dedicándose a servir al pueblo hasta dar la vida por él. Sólo amando hasta servir toda la vida, porque Dios es amor.

No es que el poder nos ponga en la tentación de corrompernos, es que el poder es ya una corrupción. No es que el hacer milagros nos ponga en la tentación de corrompernos, es que el milagrerismo ya es una corrupción. No es que la riqueza nos ponga en la tentación de corrompernos, es que el afán de acumular es ya una corrupción; justamente por eso el Evangelio nos exige optar entre Dios y la riqueza.

El relato de las tentaciones no pretende revelar la existencia de Satanás, sino quién es Jesús y cuál es su poder. El relato pretende revelar, en primer lugar, que cada vez que mal se enfrente a Dios, el mal quedará vencido y Dios saldrá vencedor. Quien forma parte del cuerpo de Cristo, quien, por eso, está impulsado por la fuerza del mismo Espíritu que lo movía a Él, vence las tentaciones como Él, derrota el mal en todas sus formas. Cristo tiene ahora todo el poder de Dios en el universo, y nosotros somos miembros de su cuerpo. ¿Qué podríamos temer?

Quien vive en Cristo no teme a ningún Satanás o Diablo. Lo último que podemos hacer, si somos cristianos, es convertir al Diablo en una especie de dios del mal, en competencia con el único Dios que existe. Para nosotros, los cristianos, todo el poder, entre el cielo y la tierra, lo tiene Cristo, y así lo dijo Él mismo. Todo el poder que nosotros estemos concediendo a Satanás se lo estamos quitando a Cristo y, en último término, estamos negando, con ello, la divinidad y poderío del único Dios que existe.

La Cuaresma es un momento para hacer autocrítica: ¿Hemos caído en las tres tentaciones que Jesús rechaza? ¿Ha caído en ellas nuestra Iglesia? ¿O creemos en el poder del amor, porque es el poder de Dios? Sólo el amor libera. Sólo la libertad que ama es Dios, sólo el amor que libera es Dios, todo lo demás es tentación. ¿Le echamos la culpa a otro, de nuestros pecados y caídas? ¿Asumimos nuestra responsabilidad o buscamos cómo descargarla en otro?

Comentábamos, el miércoles de ceniza, que la cuaresma tiene un fin primordial: removernos espiritualmente por dentro (y en la praxis por fuera) para que gran día de la Pascua, renovemos y actualicemos aquel Bautismo que recibimos un día, pero sobre el que, tal vez, se hallan adherido algunas telarañas que es conveniente limpiar con la ayuda de este tiempo intenso y cuaresmal…Que así sea…Luz.

royducky@gmail.com

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