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Roy Gómez

Hablar de «rebaños», y de «ovejas» y de «corderos» para referirse hoy a las personas o grupos suele provocar malestar y rechazo, en general. En la sociedad civil, no se usa este lenguaje. Y entre los creyentes, pues quizá por la costumbre, por la tradición bíblica, y por los esfuerzos que hacemos para comprender su significado, seguimos usándolo, pero realmente no es una terminología que nos agrade gran cosa. Y algunos, abiertamente, lo dicen: Nada de ovejas, ni de borregos, ni de rebaños manejados por los «pastores».

En los últimos tiempos nos hemos ido acostumbrando a ser protagonistas y responsables, y en muchísimos ámbitos (no en todos) procuramos elegir a quienes nos han de guiar o representar o hacerse cargo de responsabilidades. Y además les exigimos que sean coherentes, honestos, éticos, que cumplan sus programas y compromisos, que sepan dialogar y negociar para bien de la mayoría.

Hoy más que nunca nos rebelamos contra todos los que manipulan a las personas o intentan aprovecharse de ellas, o engañarlas o anteponer oscuros intereses. Y nunca como ahora hemos estado más controlados y espiados por todo tipo de tecnologías. Nos vamos enterando que grandes cadenas de televisión, periodistas y locutores, programas de radio y televisión, prensa, políticos de todos los colores, inventan y difunden rollos, manipulan datos, seleccionan las noticias que les interesan.

Por una parte, nos irrita y enfada que quien sea intente imponernos su forma de pensar, o de hacer, o nos mientan, o nos escondan la realidad. Pero por otra, parece que no pocos renuncian a pensar por sí mismos, a ser críticos, a contrastar informaciones y prefieren ser «la voz de su amo» (un político, una emisora, un periódico, el grupo de amigos, etc.). En general, nos angustia la masificación y nos repele el borreguismo y la mentira.

Sin embargo, el rebaño es un símbolo usado con frecuencia por la Escritura para referirse al pueblo de Dios, que anda como «ovejas sin pastor», o incluso sometido a malos pastores. Y que reserva la imagen de «Buen Pastor» para referirse exclusivamente a Dios.

Lo que nunca hace la Biblia al usar este lenguaje, estas comparaciones, es proponer nada que pudiera sonar a borreguismo, docilidad pasiva, manipulación, dependencia, absolutización de la autoridad de los Jefes, o renunciar a la propia libertad. Y nada de esto aparece en el discurso del Buen Pastor, del que hoy hemos leído un fragmento. Más bien en él se recalca la libertad de las ovejas que siguen a uno y huyen de otros, según reconozcan o no su voz; que no hacen caso a ladrones y bandidos que pretenden entrar no por la puerta, sino por cualquier otro lugar con intenciones de dañar al rebaño.

Jesús señala la diferencia entre el Buen Pastor y el contratado, entre el buen líder que está al servicio de la comunidad, del grupo, y el que sólo busca su propio beneficio. El contexto en el que Jesús pronuncia estas palabras es polémico. En la fiesta de la Dedicación del Templo, está contraponiendo la puerta de entrada al Templo (es decir, el acceso y la comunión con Dios) con él mismo, que es la Puerta de las ovejas = único medio de acceder y entrar en comunión con Dios. Y a la vez se presenta como el Buen Pastor cuyo signo distintivo es que da la vida por las ovejas, creando una unidad y comunión con ellas, como la que él mismo tiene con el Padre que le ha enviado. Los demás pastores no son así y ya no valen para el nuevo culto y la nueva relación con Dios que él nos trae.

Los cristianos deseamos que los Pastores que están al frente de la Iglesia sean auténticos «testigos del Evangelio», empeñados en servir, en crear comunión (que para nada se confunde con uniformar), que escuchen mucho los sufrimientos y esperanzas del pueblo de Dios, que acompañen y caminen delante abriendo camino, que se manchen con el barro y las zarzas entre las que andan casi siempre las ovejas. Que cuenten realmente con los laicos, no como simples «ayudantes» que están por debajo, sino «sinodalmente», caminando todos juntos sin sentirse «dueños» del rebaño.

El Buen Pastor es exclusivamente Jesús, y nadie puede pretender asumir o atribuirse su representación, su autoridad o cualquier otro aspecto. Jesús mismo dijo: «entre ustedes, todos hermanos», a nadie llamen «señor, ni maestro, ni director, ni padre…», porque todo eso le corresponde a Dios. El que quiera ser primero que sea servidor.

Todos necesitamos aprender mucho del Buen Pastor: padres, sindicalistas, políticos, empresarios, educadores, agentes de pastoral.  Pero no para tener éxito o sumar votos o clientes, sino para «servir»:

Por ejemplo:

1) Conoce a los suyos.  Eso significa dedicar tiempo, estar cerca, prestar atención, poner interés huyendo de rutinas, expresar afecto, cambiar lo que sea necesario para una mejor y mayor comunión.

2) Los «defiende» pero no en plan paternalista, sino haciendo causa común con ellos, poniéndose a su lado, arriesgándose con ellos, «oliendo a oveja» como repite el Papa Francisco. Particularmente a los más indefensos y vulnerables. Y se atreve a reprochar y defender la verdad, como hace Pedro en la 1 lectura, caiga quien caiga, aunque caiga él mismo. Camina con ellos, y con ellos pasa frío y calor, amenazas e incomodidades, cansancio y escasez (preguntadle a San Pablo que de esto tiene mucho que contarnos).

3) «Da la vida» por todos; es decir, no se deja comprar por nadie ni está especialmente pendiente de quienes mejor le pueden corresponder, obedecer, pagar sus servicios. «Dar la vida» son palabras mayores. Se refiere no sólo a la cruz, sino también a la vida que hay en él: a la vida del Espíritu, a su experiencia profunda de Dios, a las fuentes donde él bebe y que le ayudan a ser feliz y a vivir de un determinado modo.

4) «Reúne» en la unidad (capacidad de dialogar con los distintos) a los que están dispersos, los atrae, los reconcilia, facilita que sepan estar juntos, crea conciencia de fraternidad; es decir, lucha contra el individualismo, las divisiones y marginaciones sean del tipo que sean: todos tienen un sitio en el rebaño, un sitio especial, distinto.

5) No recluye a los suyos, al contrario, incluye (una iglesia en salida). No los aísla de los demás, ni está todo el tiempo pendiente de los de siempre, de los que ya están. Procura no estar siempre en medio; delega, confía, sabe retirarse. Incluso deja a las «99 ovejas» en el redil, para irse a buscar una sola que anda perdida. Y es que «el buen líder es aquel que se hace progresivamente innecesario».

Podríamos también reflexionar sobre la «buena oveja», pero lo dejamos para otra ocasión.

A pesar de todas las dudas e incertidumbres, de todas las cañadas oscuras, el creyente va experimentando a Dios como alguien que sostiene, acompaña, protege y defiende su vida, incluso en los peores momentos. Alguien que nos da fuerzas para comenzar siempre de nuevo, alguien que alimenta en nosotros una esperanza indestructible cuando la vida parece apagarse para siempre; «yo doy la vida para que tengan vida y la tengan en abundancia». A menudo lo hará a través de «buenos pastores» -¡que los hay!-, incluso pastores de otros «rediles». Oremos por ellos con fe y esperanza, para que nos guíen y lleven al buen redil…Que así sea. Paz y Bien.

royducky@gmail.com

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