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Cristóbal Colón, El Navegante

Pablo F. Chávez Mejía

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas

Todos conocemos a Cristóbal Colón como el descubridor de América, información básica de historia universal, sobre todo, que la llegada al nuevo mundo el 12 de octubre de 1492 fue el suceso que marcó el final de la Edad Media, un periodo de mil años que comprende a partir de la caída del imperio romano en 476 D.C., al año 1492.

Los datos históricos narran que el genovés Cristóbal Colón, fue patrocinado por los Reyes Católicos de España para buscar nuevas rutas hacia la India; lo demás, ya lo saben.

A los pocos años del descubrimiento -ya a principios del siglo XVI- comenzó la llegada a América de los conquistadores españoles, portugueses, ingleses, holandeses y franceses; inició un cambio para las culturas precolombinas, se trató de transformar radicalmente su cosmovisión.

En el mismo siglo XVI, en Europa comenzó la reforma protestante, primeramente Martín Lutero en 1517, con sus famosas 95 tesis pegadas en la puerta de la iglesia de Wittenberg; posteriormente en 1534, el surgimiento de la Iglesia Anglicana por parte de Enrique VIII, Rey de Inglaterra. Ambos sucesos escindieron la hegemonía de la religión católica en el viejo mundo; sin embargo, el catolicismo encontró en América tierra fértil para la evangelización, mientras que en Europa avanzaba el protestantismo. Eran dos universos distintos para los seguidores del cristianismo.

Ahora bien, el propósito de este texto no es recordar a Cristóbal Colón como el descubridor de América, sino reflexionar las consecuencias del colonialismo, el imperialismo, la explotación de los recursos naturales y la esclavitud, acciones que a más de 500 años siguen repercutiendo en la comunidad global, como el racismo y, particularmente, el fenómeno social de la migración (América Latina y África), desplazamiento humano originado principalmente por la pobreza, que obliga a la búsqueda de oportunidades de trabajo y desarrollo.

Los afroamericanos radicados en los Estados Unidos, han sufrido por siglos la discriminación racial, que en su momento fue un “racismo legal”, hasta que el movimiento social de Martin Luther King, logró la igualdad de derechos humanos y civiles para los afrodescendientes; sin embargo, la discriminación de facto aún sigue, tan es así, que el asesinato de George Floyd en Minneapolis el pasado 20 de mayo de 2020, causó un reclamo de dimensión mundial, que provocó en Inglaterra violentas protestas en las calles y en Bristol la multitud derribó la estatua del esclavista Edward Colston, misma que fue arrastrada hasta hundirla en el río.

Sabemos que las víctimas de la esclavitud cometida por los países imperialistas fueron, en su mayoría, provenientes de África. Hoy vemos migraciones masivas de haitianos afrodescendientes, país que en su momento fue colonia de Francia.

Las inconformidades sociales se dan en todos lados: acá en Chiapas, un grupo de indígenas derribó la estatua de Diego de Mazariegos, aquel 12 de octubre de 1992, en la conmemoración de los 500 años del descubrimiento de América; en esa protesta se dijo que dicha estatua simbolizaba la conquista, el colonialismo, la explotación, el racismo y el saqueo; dicha estatua estuvo colocada frente al templo de Santo Domingo, en San Cristóbal de las Casas.

La estatua de Cristóbal Colón que por años estuvo en una glorieta de Paseo de la Reforma en la Ciudad de México, hoy ya no se encuentra ahí; Colón El Navegante, quien es figura de la historia universal, hoy paga los daños colaterales de la Conquista.

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