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Más que un homenaje, Guillermina Rincón Cruz tuvo una gran despedida de sus más cercanos

Eduardo Solís
Diario de Chiapas
En materia deportiva, claro que viviremos en deuda eterna con una de las mejores exponentes del deporte ráfaga que ha tenido Chiapas. Quizá debió tener más portadas, más notas, más coberturas, pero el básquetbol se ha tergiversado tanto, que apenas acaban de darse cuenta de lo que teníamos en la cancha… una zurda que puso en aprietos a quien intentó defenderla en la cancha, que exigió a sus compañeras y las tomó de la mano para hacerlas mejores jugadoras, como consecuencia, mejor equipo.
En rancho San Francisco en Villaflores, comenzó desde muy temprano, el pasado 6 de abril, a recibir a quienes quizá visitan poco ese lugar, pero que sabían, era una cita infaltable. El inesperado accidente que le quitó la vida a la Dra. Rosario Guillermina Rincón Cruz, había dejado muchas risas pendientes, muchas charlas y quizá, en el camino, una que otra disculpa de quien no encontró las mejores maneras de sobrellevar a quien nunca dudó en brindarle la mano a quien lo necesitaba, sin esperar nada a cambio, más que una sonrisa.
Del básquetbol, irrumpió desde pequeña, tras gastar tardes, tenis y balones, en una cancha que primero fue de tierra, después expuesta al sol a lado de sus hermanos, hizo del equipo San Francisco un reto para cualquiera; después, no faltó quien la invitara a jugar con la selección infantil de Villaflores y a partir de ahí, esa zurda hizo que su ascenso ene se deporte fuera meteórico, con grandes noches en las que puso a auditorios enteros de pie y con las que se ganó la admiración de quienes no alcanzaban a entender lo que tenían enfrente, una jugadora fuera de serie, de las que ya no aparecen tan fácil, confundidas entre las modas y las poses, jugar ese basquetbol que nadie aprecia, pero que resulta efectivo y combinarlo con un gran carácter, hicieron de “Guille” una jugadora irrepetible.
Incontables campeonatos estatales, regionales, convocatorias a Selección Nacional en procesos a Juegos Centroamericanos a finales de los 90, dejaron constancia de lo que pasaba cuando “Guille” estaba en la duela, cuando esa zurda encaminaba el balón a tomar una parábola, tras suspenderse en el aire, y conseguir el enceste para ganar un juego, o para entretenerse una tarde, con un balón y un aro.
No está ni cerca de ser lo que se merece, pero el sábado 6 de abril, se rindió un homenaje, quizá no sea el último, pero sí el más significativo, porque reunió a quienes se iluminaron con esa sonrisa, con la jugada que los levantó del asiento para aplaudir y que se completó con un ¡Que viva “Guille”! de voz de uno de los más cercanos a su familia, mientras en esa cancha del rancho San Francisco, una placa inmortalizó a una gran deportista, a una profesionista inigualable y a una madre, amiga y hermana que ya no está físicamente, pero que se aseguró con sus acciones, vivir por mucho tiempo en las memorias de quienes, de nuevo, fueron alcanzados por esa sonrisa que siempre permanecía en su rostro… ¡Hasta pronto Guillita!

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