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La oportunidad de pasar a la historia como un gran demócrata

El primer segundo del uno de marzo dio inicio las campañas de los tres candidatos que buscan la presidencia de la República y lo primero que se quisiera es que se acaben los mortales episodios contra los candidatos que se disputan los diferentes puestos de elección popular en el país.

A diferencia de otros sexenios, de otras campañas, el escenario político electoral luce muy peligroso en algunas zonas de México. La inseguridad se ha apoderado de algunos sectores y este tema es justamente por el que los tres candidatos, Jorge Álvarez Máynez, Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum, deberían centrar sus propuestas y comprometerse a erradicar el cáncer que ha estado enterrando el desarrollo prometedor por el que se ha luchado en México a lo largo de su historia.

Lo que más se desea es que haya piso parejo en la disputa hacia la presidencia, lo que se añora es que en lugar de descalificaciones y de zancadillas, haya confrontación de ideas, de propuestas, de esfuerzos por un país sustentable, que se enfrente a los desafíos que ya están agobiando a la población.

No se requieren discursos demagógicos, se necesita que haya palabra empeñada para cumplir lo que se promete, y más allá de ello, se requiere que los tres fijen una posición real de cómo está el país, que expliquen, que detallen qué México es el que ven. A partir de su percepción, los mexicanos tendrán más oportunidad de decidir por quién votar.

No hay que mirar atrás, al contrario, hay que dejar a un lado lo que ha provocado el retroceso y ponderar lo bueno, lo rescatable de este y otros gobiernos. Las dos candidatas, con mayor probabilidad de ganar, tienen que explicar a qué México se enfrentarán a partir del uno de octubre de 2024.

La inseguridad y los recursos, serán dos puntos básicos, casi de vida y muerte, a los que tendrán que apuntalar toda la fuerza del Estado para sacarlos del hoyo en que se encuentra. Es grosero que, a lo largo de los sexenios anteriores y el presente, se haya dejado crecer y hasta confabular con los grupos delincuenciales. Un tema que debe encararse con decisión pues los resultados obtenidos indican que la fórmula aplicada hasta el momento no ha sido la indicada.

Durante las campañas simuladas y toleradas por el Instituto Nacional Electoral se hizo evidente que no hubo piso parejo, la cargada oficial estuvo en todos lados, en todos los frentes contrarios a la oposición. Esta vez, ya con las reglas claras, lo mínimo que se espera es que, en lugar de hacer política, el tiempo alcance para presentar propuestas que garanticen bienestar y desarrollo.

Las candidatas y el candidato saben que su mejor propuesta será la que sea de mayor altura, mayor alcance, la que no ofenda sino la que fortalezca. Sacar al país del marasmo en que se encuentra debe tener consistencia, honestidad y transparencia, pues ya no caben las mentiras para acceder al poder.

Y justo alcanzar la gloria no es para buscar volver a las prácticas que sexenio tras sexenio se han ventilado en los medios de comunicación: la corrupción tiene que terminar, el tráfico de influencias debe desaparecer. Violar la ley sin el menor pudor de arrepentimiento, bajo la complicidad del gobernante tiene que desterrarse.

Los reportajes que han confirmado que México sigue siendo parte de la élite de la corrupción y que nos tiene en la “cola” de los países más corrompidos del planeta, debe ser otra de las afrentas que quien gane debe combatir, erradicar.

Será difícil, cierto es, más no imposible. Ojalá que esa sinceridad que dicen tener para transparentar un nuevo gobierno apegado a la normatividad, sea el principio de una nueva era en el desarrollo de nuestro querido México.

Serán tres meses de recorridos por el país, pero ya desde el primer minuto del primero de marzo, en la radio y la televisión, escuchamos y vemos campañas no de propuestas, sino de reclamos, de echar culpas. No hace falta tanta saña, lo que se requieren son ideas, propuestas, aquellas que revaloren al nuevo país que añoramos, el que vivieron nuestros antepasados, nuestras familias y que hoy nuestros hijos, nietos y demás, están sufriendo en carne propia.

Es hora de cambiar el rumbo, no es tarde para comenzar. Ojalá, pues ya se ha llegado al clímax de la desesperación. Jorge, Xóchitl o Claudia, tienen la oportunidad de pasar a la historia como unos verdaderos demócratas que enderecen el rumbo del país, por el camino correcto. La esperanza debe prevalecer para lograr avanzar en los caminos sinuosos que se han heredado por los malos gobernantes que ha tenido el país.

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