Gerardo Gamba
Hace dos años exactos ocurrían los primeros casos de COVID en Wuhan, China y el primer reporte oficial fue el último día del año, el 31 de diciembre. Hace dos años, unos cuantos pacientes en China se morían por una neumonía intersticial causada por un virus nuevo para el planeta. Las noticias de una nueva infección viral surgida en el otro lado del mundo llegaban y, muchos pensamos que sería parecido a otras ocasiones. Una infección grave que solo ocurrió lejos del mundo occidental y que sería controlada con cierta rapidez, debido en parte a la baja transmisibilidad. Pero, conforme avanzaban las semanas las noticias iban mostrando un escenario diferente, que, de generar preocupación inicial, terminó causando terror en todo el mundo.
La respuesta de casi todos los gobiernos fue en general reprobable. Nadie estaba preparado para responder a una emergencia sanitaria de esta naturaleza, pero lo peor es que se hizo evidente que los gobernantes tampoco están preparados para entender los datos generados por los científicos y responder en consecuencia. Al contrario, fue triste constatar que muchos gobernantes siguen pensando que los rezos y amuletos tienen utilidad en la vida real.
Fue claro también que las asociaciones religiosas brillaron por su ausencia. Me hubiera gustado ver a la iglesia católica donando al menos un 0.00001% de su riqueza para ayudar a los hospitales públicos y privados a contar con lo necesario para atender enfermos y proteger al personal de salud. Me hubiera gustado ver las grandes catedrales convertidas en hospitales improvisados como lo que fue el centro Banamex. Pero nada de eso ocurrió.
La respuesta impresionante y positiva vino del sector de la población, en la que muchas personas no creen, pero sin darse cuenta, la usan todos los días y acuden a ella sin recato cuando la necesitan. La ciencia y la medicina.
La ciencia. A dos años de distancia lo que sabemos de la enfermedad es mucho, se generaron vacunas anti SARS-CoV-2 con diversas estrategias y hoy se han inoculado más de 13 mil cien millones de dosis (coronavirus.jhu.edu/). Esto es 1.7 veces la población mundial, la enfermedad se convirtió en un catarro de leve a moderado y se abatió la mortalidad inicial. Sin embargo, hay personas que siguen creyendo que las vacunas causan mucho daño. Si se han aplicado más de 13 mil 100 millones de dosis, ¿en dónde están todas esas supuestas complicaciones, ya que en los hospitales no las hemos visto? Niegan la realidad de lo que ocurrió y sigue ocurriendo con el COVID y no creen de lo que es capaz la ciencia. Sin embargo, se suben a un automóvil o a un autobús, si la distancia es mucha, utilizan un avión. Si les duele la cabeza se toman un analgésico y no se dejarían jamás sacar una muela sin anestesia. Hablan por su teléfono celular, prenden a diario el radio o el televisor y utilizan, por supuesto, el internet, desde para trabajar, hasta para hacer compras, checar el tráfico hacia donde van, enviarse chistes por el WhatsApp y, claro, para negar la capacidad de la ciencia, sin reparar en que la están utilizando.
La medicina. El sector salud le entró de lleno a pesar del riesgo que significaba. Personal médico, de enfermería, de intendencia y administrativo atendieron a miles de enfermos y, un porcentaje inaceptable perdió la vida por lo mismo. En este final del 2022, con el COVID razonablemente controlado, mi saludo y solidaridad a quienes este fin de año extrañan a un familiar debido al SARS-CoV-2.
Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán e Instituto de Investigaciones Biomédicas, UNAM