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Adiós cubrebocas……hola gripas

Gerardo Gamba

Después de un poco más de dos años de que inició la pandemia por SARS-CoV-2, finalmente las autoridades sanitarias de la Ciudad de México eliminaron la obligatoriedad de utilizar cubreboca, así como la de filtros sanitarios y los tapetes sanitizantes. Las últimas dos afortunadamente ya tenían en realidad tiempo de haberse dejado de usar y digo “afortunadamente” porque no tenían sentido. Si bien al principio de la pandemia existía cierto temor, por no conocer con precisión los medios de transmisión del virus, a los pocos meses quedó claro que el virus no venía en los zapatos, ni en la ropa.

El SARS-CoV-2 es un virus de RNA y esta molécula es de lo más inestable que hay en la naturaleza, en contraste con el DNA, que es de lo más estable. Cuando Brenner, Jacob y Meselson descubrieron el RNA mensajero, que es quien lleva la información del núcleo al citoplasma para la síntesis de proteínas, justamente así le llamaron a su artículo: “Un intermediario inestable que lleva la información de los genes a los ribosomas para la síntesis de proteínas” (Nature, May 13,1961). Curiosamente Brenner y Jacob a la postre, y por separado, fueron galardonados con el Premio Nobel de Medicina y Fisiología, pero por otros trabajos, no por este. A Meselson, hasta la fecha se lo han negado. En contraste, el DNA es tan estable que, justamente el Premio Nobel de Medicina y Fisiología de este año fue otorgado a Svante Päävo por inventar la paleogenómica que consiste en estudiar el DNA de homínidos distantes, como los Neandertales, que habitaron el planeta hace 300 mil años.

El SARS-CoV-2 se transmite por vía aérea en las microgotas que expelemos al respirar, hablar, toser o estornudar. A la temperatura corporal de 37o C, el aire que ingresa a las vías aéreas se humidifica. La presión de agua en el aire ambiente es de alrededor de 4 mmHg, mientras que en las vías aéreas de 47 mmHg. Por lo tanto, cuando ventilamos, hablamos, tosemos o estornudamos, las partículas microscópicas que expelemos (eso incluye por supuesto a los virus) van dentro de las microgotas de agua, las cuales flotan en el ambiente cierto tiempo, dependiendo del tamaño que tengan. Las más grandes caen primero y las pequeñas flotan por más tiempo. Esta es la razón de porqué los cubrebocas fueron clave en la contención y/o disminución de la pandemia. Una persona ventilando o hablando arroja infinitamente menos microgotas al ambiente si tiene un cubreboca que si no lo tiene. No es difícil entender eso. La indicación para utilizar cubreboca nunca fue evitar el contagiarse, sino más bien, reducir al máximo que quienes estuvieran en el lugar y tuvieran COVID arrojaran virus al ambiente y con esto se redujera la posibilidad de contagio. De ahí, que una persona sola en su coche y con las ventanas abiertas no tenía ningún sentido que utilizara un cubreboca, mientras que centenas de personas en un cine o en los vagones del metro si lo tenía (y lo sigue teniendo).

Qué bueno que ya no sea obligatorio. Pero qué malo a la vez, porque eventualmente los vamos a dejar de utilizar en los espacios cerrados. Si algo fue claro durante la pandemia es que las infecciones respiratorias que, no solo son molestas como la gripa, sino que cobraban muchas vidas, como la influenza, desaparecieron durante el tiempo en que usábamos cubreboca y nos saludábamos de lejos. Si nos quedáramos con la costumbre de utilizar mascarilla en los ambientes cerrados y nos siguiéramos saludando con el puño, a todos nos darán menos gripas e influenzas en los años por venir.

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