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El ingreso en la OTAN puede suponer el fin de las socialdemocracias de Finlandia y Suecia

Heikki Patomäki

(2ª. Parte)

Con el creciente distanciamiento entre Rusia y el Occidente neoliberal en la década de 2000, en Rusia la OTAN se ha encuadrado cada vez más a menudo como una amenaza para la seguridad. Finlandia tiene más de 1300 kilómetros de frontera con Rusia y está situada cerca de sus principales centros, en particular San Petersburgo (a sólo 300 km. de Helsinki), cuartel general y base principal de la Flota del Norte de Rusia en la península de Kola (cerca igualmente de la frontera finlandesa), y Moscú (a una hora y media de vuelo desde Helsinki). Dependiendo de las condiciones específicas de la adhesión finlandesa, el ingreso puede conllevar instalaciones militares de la OTAN directamente en el flanco occidental de Rusia y una expansión del territorio que estaría en efecto bajo mando militar de los Estados Unidos en caso de guerra. Los planificadores militares rusos tendrán que responder reorganizando sus capacidades de una forma u otra.

Sin embargo, la palabra «represalia» en su pregunta parece demasiado fuerte. Y eso que, por ejemplo, Maria Zajarova, la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, ha hablado de «contramedidas y acciones militares sorprendentes». Principalmente, el régimen de Putin parece haber adoptado una línea según la cual la pertenencia de Finlandia a la OTAN no tiene tanta importancia, entre otras cosas porque Finlandia ya estaba muy cerca de la OTAN. El hecho de restar importancia a la pertenencia formal contrasta en cierto modo con los entendimientos mutuos que prevalecían hasta finales de 2021 y puede indicar que los responsables rusos no previeron esta consecuencia de su invasión.

Además, cualquier injerencia enérgica -ya sea en forma de flujos migratorios fabricados, ciberataques o ataques con misiles- sería muy contraproducente. Una injerencia de este tipo sólo serviría para reforzar la ya fuerte rusofobia y el odio a Rusia entre la población y su apoyo a la pertenencia a la OTAN. El estado de ánimo actual es bastante beligerante y muchos finlandeses apoyan la idea de «derrotar» a Rusia en Ucrania por medios militares, sea lo que sea que eso implique.

Finlandia y Suecia se describen a menudo como sociedades capitalistas del bienestar, ambas practican todavía una versión diluida del modelo nórdico, que demuestra que la prosperidad económica puede ir de la mano del Estado de bienestar social. De hecho, se ha identificado a Finlandia como país más feliz del mundo en el Informe Mundial de la Felicidad durante varios años consecutivos. ¿Cree que la decisión de Finlandia de entrar en la OTAN podría socavar lo que queda del modelo socialdemócrata?

Aunque en términos de renta (menos en términos de distribución de la riqueza), Finlandia sigue siendo un país relativamente igualitario, la continuidad con la era de la socialdemocracia se limita a ciertas funciones del modelo de Estado de bienestar democrático, especialmente la sanidad y la educación. Ambas se han transformado en la era neoliberal, pero todos los ciudadanos siguen teniendo acceso a una sanidad pública bastante barata y a una educación gratuita.

Sin embargo, el sistema sanitario es cada vez más dual, en parte privado y en parte semipúblico, este último con mucha externalización privada. El sistema educativo se ha hecho más sensible y selectivo en relación con el origen social de alumnos y estudiantes. También se ha reorganizado siguiendo la Nueva Gestión Pública y las ideas pedagógicas basadas en las capacidades innatas de los jóvenes. No obstante, la educación sigue siendo gratuita para todos los finlandeses y ciudadanos de la UE, incluso en el nivel universitario (se han introducido tasas para los estudiantes extranjeros).

Lo que llama la atención, pero no se discute mucho, es el hecho de que no ha habido crecimiento económico real en Finlandia desde 2007-2008. Sí, es cierto que Finlandia sigue siendo próspera y que, en ese sentido, la prosperidad económica puede ir de la mano de los restos del Estado de bienestar social. Sin embargo, el panorama general es complejo. También es cierto, como usted dice, que se ha nombrado a Finlandia como país más feliz del mundo en el Informe Mundial de Felicidad durante varios años consecutivos. La felicidad en estos informes es un índice compuesto, no se refiere a la «felicidad» como sentimiento. Esto ha sido una fuente continua de diversión entre los finlandeses, que en su mayoría no se sienten especialmente «felices». Así, por ejemplo, el suicidio tiene en Finlandia tasas más elevadas que las de la media de la Unión Europea.

Ni que decir tiene que, en estas circunstancias, lo que queda del modelo socialdemócrata está en entredicho. Consideremos el caso de la Alianza de la Izquierda. La actual Alianza de la Izquierda es un partido socialdemócrata moderado y culturalmente liberal que se ha centrado en asuntos internos, especialmente en la seguridad social, la sanidad, la educación y la política de identidad (por ejemplo, las cuestiones LGBTQ), y hasta cierto punto también en la política económica nacional. El partido está fuertemente a favor de una política climática activa, pero las posibles medidas y diferencias políticas se ven principalmente en términos nacionales. Todo esto está bien, pero también es bastante limitado. La política exterior y de seguridad se ha dejado en gran medida en manos de otros partidos. La UE queda en un segundo plano, y el futuro de la Unión no se discute realmente. Por ejemplo, la Alianza de la Izquierda ha aprobado tácitamente la idea de que Finlandia forme parte de los «cuatro frugales» de la UE. La falta de visión europea y global explica que el partido se muestre ahora tan débil en la cuestión de la pertenencia a la OTAN.

Tradicionalmente, la Alianza de la Izquierda se ha opuesto firmemente a la pertenencia a la OTAN, pero se dividió en la votación parlamentaria. Sin embargo, sólo unos pocos diputados de la Alianza de Izquierda votaron en contra de la propuesta del gobierno de la primera ministra Sanna Marin (la Alianza de la Izquierda forma parte de la coalición de gobierno.) Me apresuro a añadir que el gobierno decidió ya en diciembre de 2021 adquirir 64 aviones de combate F-35 a los Estados Unidos al precio de al menos 10 mil millones de euros, mientras que, dentro del gobierno, la Alianza de la Izquierda está luchando por conseguir unas pocas decenas de millones de euros adicionales para un propósito social particular (diez millones es una milésima parte de 10.000 millones.) En los años 90, la proporción del gasto militar en el PIB pudo llegar a ser tan reducida como de un 1,1%, pero ahora se acerca al 2% (la norma de la OTAN). Por un lado, el director del Instituto Finlandés de Asuntos Internacionales propone que la proporción del PIB se sitúe entre el 3 y el 4 por ciento.

Me parece que tras su decisión de ingresar en la OTAN, Finlandia y Suecia se sitúan en el lado equivocado de la historia. Por lo que yo sé, estas decisiones suponen el fin del ideal socialdemócrata nórdico.

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