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Javier Santiago Castillo

El país se encuentra en una coyuntura en que el centro se encuentra la disputa por el poder político. La coyuntura política es la articulación de diversos elementos del sistema político durante un tiempo determinado, aunque también otro tipo de fenómenos sociales, económico o naturales pueden incidir en evolución. La elección presidencial es, en términos generales, una coyuntura predecible. Al ser sexenal y estar definida constitucional y legalmente el relevo del titular del Poder Ejecutivo Federal. Su tiempo de duración, en términos generales, es algo más de un año.

Una variable esencial de la coyuntura política actual en México es la anticipación de proceso definitorio del candidato del partido en el poder. Pues desde el 5 de julio de 2021 el presidente de la República mencionó a los funcionarios miembros de su gabinete y que podrían encabezar los esfuerzos de su movimiento en la consolidación de la Cuarta Transformación.

Aunque acotó al señalar que “Primero hay que tomar en cuenta que es el pueblo quien va a decidir…” y luego vinieron los nombres de los posibles candidatos “del flanco progresista liberal” Claudia (Sheinbaum), Marcelo (Ebrard), Juan Ramón de la Fuente, Esteban Moctezuma, Tatiana Clouthier, Rocío Nahle, “…bueno muchísimos, afortunadamente hay relevo generacional”. Fue evidente la omisión del nombre de Ricardo Monreal.

El anuncio del inicio de la carrera por la sucesión presidencial se realizó poco antes de cumplir tres años de haber tomado posesión el actual titular del Ejecutivo. Anuncio anticipado, pero en la lógica de consolidar, según las señales de simpatía del presidente, la candidatura de Claudia Sheinbaum. Sin duda alguna hubo un cálculo político para favorecerla. Se pensó que se deslizaría como trineo sobre la nieve, pero su imagen se ha desgastado por diversos factores.

Primero Marcelo Ebrard no abdicó de sus aspiraciones presidenciales. Luego apareció Adán Augusto López, como secretario de Gobernación y Ricardo Monreal, que, sin romper con el presidente, como buen fajador, se ha metido a la contienda, aunque se da por anticipada su descalificación, sobre todo porque no se le tiene confianza en que dará continuidad a los proyectos presidenciales.

Por otra parte, las iniciativas para reformar la Constitución o la legislación en materia energética contribuyeron a tensar el ambiente político, porque es un punto central de discrepancia entre el presidente de la República y los partidos opositores y un sector de empresarios, que consideran indeseable cualquier intervención del Estado en la rectoría económica del país. Aunque exigen airadamente respaldo estatal cuando se presenta alguna contingencia, como la pandemia, que afecta sus intereses.

Por otro lado, la polarización promovida desde la palestra presidencial es sólo discursiva, aunque deja un profundo rastro de escozores, porque no hay acciones que afecten los intereses, léase ganancias, de los empresarios, como pudiera ser una reforma fiscal progresiva. Tampoco la clase media ha sido afectada. En el caso del subsidio a las gasolinas para contener la inflación, si bien es una medida general, ha sido del agrado de los sectores medios de la población.

Otro elemento es la estrategia comunicativa presidencial sustentada en un discurso político rijoso, el cual, indudablemente ha rendido frutos, ha sumado puntos a favor de las acciones gubernamentales, ha servido para definir la agenda política cotidiana con temas trascendentes o distractores fantasmales. Las conferencias mañaneras han sido vitales propagandísticamente, para obtener saldos favorables en la confrontación política.

La primera conferencia duró 52 minutos, aunque alguna ha llegado a superar los 180, el tiempo promedio de duración es de 114. En relación a la audiencia desde el gobierno se habla de 3 a 5 millones de personas diariamente, pero según la consultora SPIN el año pasado el presidente tenía 10 millones de seguidores en Facebook, y el promedio de vistas el mes de noviembre fue a penas de 100,000, eso es menos de 1%”.

Los datos extremos llevan a la conclusión de que no contamos con información fidedigna acerca del rating de las mañaneras. Lo que si es factible deducir con esta información imprecisa es que, si existe una tendencia a la disminución de la audiencia, porque ha perdido el encanto de la novedad. Además de que el centro del discurso es una visión maniquea de la realidad y, como todo discurso reiterativo tiende a desgastarse al paso del tiempo.

Con seguridad el discurso polarizante ha contribuido a la disminución de la aprobación del presidente López Obrador, sobre todo debido a la descalificación de la clase media como individualista y aspiracionista. Una consecuencia ya se vislumbra en el firmamento con el crecimiento de la intención del voto por la alianza opositora. Esta semana la colocaron en el primer lugar en el ánimo de la mayoría del electorado capitalino. Perder la Ciudad de México sería un fuerte descalabro para la 4T, aunque triunfara en la elección presidencial.

La disminución de la aceptación del presidente es comprensible. Aunque no ha implicado una caída desastrosa, si es significativa. Del 80% en febrero de 2019, al 60 en diciembre de 2022. El discurso polarizante ha sido útil para aglutinar a los partidarios de la 4T y, en muchos casos, las mañaneras son la única fuente de información de un número indeterminado de ciudadanos.

Lo paradójico políticamente, al menos desde la perspectiva de la racionalidad entendida como la capacidad de llegar a acuerdos, es que Morena y sus aliados, sin contar con la mayoría calificada en las cámaras del Congreso de la Unión ha pretendido y reformar la Constitución, sin negociar con la oposición. Por otro lado, se comprende políticamente como parte de la estrategia de polarización para distinguirse de los conservadores y neoliberales con el fin de fortalecer la legitimidad de la 4T ante el electorado que es de su interés.

En esa lógica se dará el escenario de la reforma legal en materia electoral, “Plan B”, y la elección de los consejeros del INE. En el primer caso la aprobación en el Congreso sólo será el primer paso de la contienda legislativa, que culminará cuando la Suprema Corte resuelva las acciones de inconstitucionalidad. Cuya interpretación tendrá que ser rigurosa, que no significa acartonada, y tomar en consideración el derecho convencional. De manera particular las clausulas democráticas de los tratados con la Unión Europea y de Libre Comercio con Estados Unidos.

En el caso de la elección de los consejeros del INE, no se requiere ser oráculo para vaticinar la elección por sorteo realizado por la Suprema Corte. El litigio político, ya está presente con la resolución del Tribunal Electoral de obligar a la Cámara de Diputados a modificar la convocatoria y en la conformación del Comité Técnico.

Los augurios a favor y en contra del proyecto de la 4T, en este momento, vaticinan una continuidad independientemente de quien sea la candidatura y de quien postule la oposición. Lo único que elevaría la competitividad de la contienda de la elección presidencial sería que Movimiento Ciudadano se sumara a la Alianza por México y de que tuvieran un candidato atractivo socialmente.

Otro factor, ajeno a la política, que podría incidir en elevar la capacidad competitiva de la oposición es un mayor deterioro de la economía, de manera particular la inflación, que lastima los ingresos de la población.

El camino de la coyuntura de la sucesión presidencial está empedrado de dificultades. Todavía pueden darse traspiés en un camino que se considera pavimentado con los laureles de la victoria.

*Profesor UAM-I,

@jsc_santiago

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