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Los recorridos en el transporte público de Toronto: Historias, recuerdos, anécdotas

Jesús Martínez Soriano 

 

Toronto, Canadá. Es el miércoles 20 de septiembre de este 2023; en punto de las 6:20 a.m. salgo de mi domicilio en el vecindario de Cliffside, ubicado en el este de la Ciudad, para abordar el autobús urbano de la Ruta 20 que me conducirá a la estación del metro Main Street. Es una mañana fría, el termómetro marca 8 grados Celsius, lo que augura ya la proximidad del otoño, en la que a esa hora la luz del día demora más en hacer su aparición. El autobús va prácticamente lleno, pero conserva aún asientos disponibles, lo que me permite ir cómodamente sentado en un trayecto de unos 10 minutos. Casi todos los usuarios parecen no tener prisa, pues se les ve relajados; algunos observan sus dispositivos móviles, otros parecen ir concentrados en sus propios pensamientos y algunos más tratan de seguir dormitando. El autobús llega a la estación del metro Main Street, desde donde me traslado hasta la estación Sherbourne, ya en el centro, muy cerca de donde se ubica mi lugar de trabajo. La anterior ha sido mi rutina diaria durante más de cuatro años, la cual guarda ciertas similitudes con la que sostenía en el inicio de mi etapa de estudiante universitario. Por ello, en algunas ocasiones durante los recorridos no puedo dejar de retrotraerme a los recuerdos del pasado, estableciendo algunos paralelismos, pero también ciertas comparaciones, lo cual resulta inevitable.Los recorridos de madrugada a la Universidad; aquellos años Era mediados de los 80 cuando iniciaba mis estudios universitarios en la Ciudad de México; había yo sido asignado a la Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP), hoy Facultad de Estudios Superiores (FES), Aragón, uno de los diversos campus con que cuenta la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en la zona metropolitana de la capital de la República, localizado en el estado de México. Al igual que varios de mis compañeros, yo me encontraba un tanto inconforme debido a que habría preferido haber quedado inscrito en Ciudad Universitaria (CU), el campus principal, tanto por lo que ello significaba (está localizado en una de las zona de la ciudad con mayor infraestructura, mayores vías de comunicación y con un entorno formativo más rico y variado: museos, teatros, cines, bibliotecas, etc.), como por la distancia que debía recorrer, poco más de una hora, toda vez que mi domicilio se ubicaba en la zona sur. En la ENEP yo estudiaba en un horario de 7:00 a 14:00 horas, por lo cual todos los días debía salir de casa poco después de las 5:30 a.m. Iniciaba yo mi trayecto en la estación del metro Portales con rumbo al norte, de la línea 2, hasta la estación Pino Suárez de la línea 1 (siete estaciones), en donde transbordaba con dirección a Zaragoza, hasta la estación Moctezuma (cuatro estaciones), para después abordar un autobús que me llevaba al campus Aragón. El trayecto en el metro era tortuoso, debido a que a esa hora de la mañana los vagones iban completamente llenos, a los que con frecuencia muchos usuarios ingresábamos prácticamente a empujones y realizábamos el recorrido entre apretones y olores muchas veces desagradables debido al hacinamiento.A las afueras de la estación del metro Moctezuma, en donde solía abordar un camión urbano con destino a la ENEP, el ambiente era caótico y estruendoso. Caminaba yo sobre la avenida Zaragoza, entre numerosos puestos ambulantes y en medio del bullicio de los vehículos que transitaban por la zona, la música que reproducían en los comercios informales y los gritos de quienes anunciaban las diversas rutas de camiones y peseros. Debido a que ahí se encontraba la base de los autobuses, era más fácil encontrar asientos vacíos, para ir más cómodo durante el trayecto, aunque cuando iba retrasado tenía que abordar el autobús próximo a salir, que ya iba lleno. Todos los camiones contaban con aparatos de sonido, por lo que sus conductores invariablemente sintonizaban alguna estación de radio o reproducían su propia música. Recuerdo haber escuchado muchas veces Radio Universal (que transmitía música pop), Digital 99 o Stereo 97.7 (que difundían las baladas de moda en español), lo que hacía más agradable el trayecto para muchos de los jóvenes de ese momento. Pero también había varios conductores que sintonizaban otro tipo de música, básicamente grupera, que no resultaba del agrado de algunos, pero que era inevitable escuchar, a veces a muy alto volumen.  Creo que todos los usuarios viajábamos con cierta zozobra por el riesgo de ser presa de algún asalto y/o agresión; Aragón era una zona popular y en aquella época la Ciudad de México era la más peligrosa del país. Descendía yo en la intersección de Avenida Central y Calle Hacienda Rancho Seco; después, sobre esta última, caminaba unas 15 cuadras hasta el campus universitario, a donde llegaba casi siempre apresurado para no perder la primera clase, que iniciaba en punto de las 7:00 horas.Esa fue mi rutina de madrugada durante casi un año, la cual se interrumpió debido a una huelga en la ENEP y a mi posterior cambio de adscripción a Ciudad Universitaria, que afortunadamente me fue autorizado, en donde realicé la mayor parte de mi formación profesional. El cambio de Aragón a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS), ya en CU, conllevó varias ventajas por lo que este último campus significa, como ya lo expliqué con anterioridad. Aunque el trayecto de mi domicilio hacia la UNAM era mucho más corto debido a la cercanía geográfica (media hora en promedio), y el transporte era más variado y continuo (metro, autobuses, peseros, tranvías), seguía padeciendo de los mismos problemas: aglomeración de usuarios, congestiones de tráfico, excesivos tiempos de traslado, etc., en gran medida debido a la densidad de la población de esa metrópoli. En la década de los 80 la Ciudad de México contaba con 8.8 millones de habitantes, con mucho la más poblada del país. (https://cuentame.inegi.org.mx/monografias/informacion/df/poblacion/dinamica.aspx?tema=me). Hoy en día recuerdo con cierta melancolía aquella etapa de estudiante en la ENEP Aragón, que, aunque un poco sufrida, me dejó experiencias muy gratas: las bases de mi formación profesional, el ambiente de camaradería que existía entre los compañeros y compañeras, con quienes siempre resultaba grato encontrarme (el cual ya no se respiraba en CU), así como algunas amistades que con el tiempo se volvieron entrañables.Los recorridos en el transporte de TorontoComo lo señalaba al principio, todas las mañanas, alrededor de las 6:20 a.m., salgo de mi domicilio, en Cliffside, un vecindario bastante tranquilo, en el que prácticamente no hay edificios, sino casas pequeñas, de dos niveles en su mayoría; a esa hora de la mañana se ve muy poca gente circulando en la calle. Durante mis recorridos de madrugada hacia el trabajo, algunas veces recuerdo los trayectos que realizaba en México, más o menos a la misma hora, para llegar a la Universidad, sin poder evitar establecer ciertas comparaciones. Aunque ello pueda parecer ocioso, sobre todo por las diferencias en los tiempos, (alrededor de tres décadas y media), ciertas situaciones se mantienen prácticamente inalteradas. Desde que conocí e hice uso del sistema de transporte de esta urbe, administrado por la Comisión de Tránsito de Toronto (TTC) por sus siglas en inglés, una de las características que observé fue y sigue siendo su uniformidad: todos los autobuses tienen el mismo color, blanco y rojo; hacen parada solo en los lugares oficialmente establecidos, y los conductores portan uniforme: pantalón azul marino y camisa azul claro. Otra es la puntualidad con que los autobuses o tranvías arriban a los sitios de abordaje establecidos y la utilización de aplicaciones que permiten verificar los horarios en los que dichas unidades arribarán a cada una de esas paradas, lo cual es especialmente útil en el invierno. Un aspecto adicional que vale la pena destacar es la comodidad que implica para la mayoría de los pasajeros el poder ir sentados en el trayecto a los diferentes destinos en diversas rutas, como la de Cliffside, aunque también hay otras de mayor concurrencia en las que no sucede lo mismo. De igual manera, resulta sumamente cómodo para los usuarios de esta ciudad que todas las unidades del sistema de transporte público dispongan de clima artificial (calefacción y aire acondicionado), lo cual resulta un alivio tanto en los crudos fríos de invierno como en los muy calurosos días de verano. Pero para quienes provenimos de naciones extremadamente violentas como la nuestra, acaso uno de los aspectos que más valoramos del transporte público de esta ciudad es el hecho de poder realizar cualquier recorrido en un ambiente de tranquilidad, pero no solo en los medios de transporte, sino en el entorno en general, en el que observar o experimentar un hecho de agresión es la excepción y no la constante.Hasta hace algunos años ese entorno no solo era de tranquilidad, sino también de calidez. Recuerdo que la primera vez que visité esta ciudad, a principios de los 90, la mayoría de los conductores tenía la costumbre de saludar a los pasajeros y darles los buenos días, tardes o noches al llegar al final de la ruta. De igual manera, por aquella época varios conductores solían interactuar frecuentemente con los pasajeros. Hoy en día esa costumbre se ha perdido por completo, al menos en esta ciudad, porque en algunos poblados más pequeños como Burlington, varios conductores y conductoras aún la continúan preservando. Lo anterior lo pude constatar hace dos años, cuando viajé con frecuencia a ese lugar, por un periodo de tres meses y hacía yo uso del transporte urbano. Parecería que esa es una de las características de las grandes metrópolis: entre más pobladas, más frías e indiferentes. En 1990 la zona metropolitana de Toronto contaba con 3.8 millones de habitantes; en poco más de tres décadas esa cifra casi se ha duplicado, alcanzando hoy en día un total de 6.3 millones. (https://www.macrotrends.net/cities/20402/toronto/population). Consecuentemente, el número de personas que han hecho uso del sistema de transporte de Toronto más que se duplicó anualmente, pasando de 460 millones en 1990 a 987 millones en 2019, el año previo a la pandemia. (https://spacing.ca/toronto/2021/04/27/covid-19-and-ttc-ridership-putting-the-pandemic-in-historical-perspective/#:~:text=Both%20the%20early%201930s%20and,the%20level%20experienced%20in%201990 y https://www.ttc.ca/transparency-and-accountability/transit-planning).Y no se trata de hacer ninguna apología del pasado, como en ocasiones muchos de nosotros somos propensos a incurrir, ni tampoco del sistema de transporte público de esta ciudad, en detrimento de uno de los nuestros en México, sino más bien de dar a conocer cómo funcionan dichos sistemas en las metrópolis más grandes de ambos países, México y Canadá, y de sus diferencias y similitudes, a partir de experiencias propias vividas en cada una de ellas. Aunque, dicho sea de paso, en ese ejercicio salgan a relucir diferencias notables que, en gran medida, ponen de manifiesto los contrastes entre el mundo desarrollado del subdesarrollado, así como de la enorme brecha que, a nosotros, los mexicanos, aún nos separa del primero. 

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1 Comentario

  • R. Pérez 11 de octubre de 2023

    El comparar muchas veces ayuda a ubicarnos en la realidad. Es evidente la diferencia entre ambos sistemas de transporte, y sin duda la sobrepoblación e infraestructura hace la diferencia. En lo personal,al menos con el STM, lo considero un buen servicio que sin duda puede mejorar.

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