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La multiplicación de las curules

Letras Desnudas

Mario Caballero

 

La multiplicación de las curules

Para nadie debería ser indiferente el tema de la sobrerrepresentación legislativa. Para empezar, porque es una burla a la voluntad del pueblo. Segundo, por el peligro que ésta representa para la estabilidad democrática del país, la sana gobernanza, los equilibrios del poder y el permanente debate público de las leyes.

Por supuesto, no existe un sistema democrático perfecto. Por lo regular, cada sociedad tiene que encontrar la manera de equilibrar la balanza entre la representatividad, es decir, el Poder Legislativo, y el gobierno, que se supone debe representar al pueblo.

¿Pero qué pasa cuando el partido que gobierna tiene una minoría en las cámaras? A la verdad, nada que debería preocuparnos. Sin embargo, hace complicadas las tareas del gobierno. Los proyectos, los planes, las obras, las modificaciones a la constitución, entre otros, pueden ser obstaculizados por los partidos políticos que sí son mayoría en el parlamento.

Caso contrario, en el que el partido en el poder tiene más legisladores que las fuerzas de la oposición, puede caminar a su propio ritmo.

Siempre es bueno tener gobiernos poderosos, cuyos proyectos cuenten con el respaldo del Legislativo. Eso permite que los planes que se ofrecieron en tiempos de campañas, puedan ser llevados a cabo sin el mayor obstáculo. En caso de controversias u oposición de los otros partidos, el gobierno tendrá la capacidad para negociar y encontrar un punto medio en el que sus objetivos o iniciativas no se vean frustradas y tampoco signifiquen un acto de autoritarismo.

En el mejor de los casos, es a esto a lo que deberíamos aspirar: el equilibrio.

Pero cuando se llega a la sobrerrepresentación hay que encender las luces de alarma. El gobierno no sólo se vuelve poderoso, sino corre el riesgo de llegar al despotismo. Puede, con el respaldo de sus congresistas, hacer y deshacer lo que le venga en gana. El capricho será su brújula y lo único que le ponga límites.

Al tener mayoría en el Congreso, no tendrá necesidad de negociar con nadie. Puede enmendar leyes, quitar leyes, crear otras nuevas; impulsar las obras que se le ocurran y no habrá poder en el mundo que le niegue los recursos o que le ponga trabas para realizarlas. Se hacen porque se hacen. No importará si las obras son factibles o no, si el nuevo préstamo solicitado terminará hipotecando al país o en la corrupción, si la reforma no es equitativa o si afectará a las personas: todo será aprobado.

Prueba de eso es la eliminación de los fideicomisos propuesta por el presidente López Obrador. O la aprobación de más recursos para PEMEX, que seguramente terminarán perdiéndose, como ya ocurrió en los dos años anteriores, en lugar de destinar un mayor presupuesto al sector salud o a la educación.

Por esa mega superioridad numérica de Morena en el Congreso, el gobierno de la Cuarta Transformación ha dirigido los dineros del pueblo a las obras, programas y proyectos que le interesan al presidente, y no a donde en verdad se necesitan.

 

NO SON LOS ÚNICOS

En el dilema de la sobrerrepresentación no es la primera vez que ocurre y no es Morena el único partido que ha cometido el error.

El artículo 54, párrafo IV de la Constitución Política de México dice a la letra: “En ningún caso, un partido político podrá contar con un número de diputados (…) que exceda en ocho puntos a su porcentaje de votación nacional emitida”.

Este mandamiento no se cumplió en las legislaturas de 2012, ni en la de 2015, ni en la de 2018, ahora en funciones.

La Cámara de Diputados elegida en 2012, en cuyas elecciones el PRI y PVEM fueron en alianza, estos dos partidos obtuvieron 40 por ciento de los votos, pero al final se alzaron con 48.2 por ciento de los diputados, dos décimas arriba de lo permitido por la Constitución, que para el caso se trataba solamente de un diputado de más. Como sea, era una violación a la norma.

En los comicios de 2015, se repitió la coalición PRI-PVEM y alcanzó el 40.3 por ciento de la votación, pero el 50 por ciento de los diputados, es decir, 250 en total. Con ello, tuvo una sobrerrepresentación de 9.7 por ciento, un incumplimiento al límite constitucional de 1.7 puntos porcentuales.

En 2018, la alianza entre Morena PT y PES llamada Juntos Haremos Historia, obtuvo el 44 por ciento de los votos, pero recibieron el 61.6 por ciento de los escaños. Lo que vino a resultar que tuvieran, entre los tres partidos, 308 diputados, con un excedente de 17.6 por ciento, nueve puntos por encima de lo establecido por la Constitución. (Ciro Murayama: “Evitar la sobrerrepresentación”, Excélsior 1 de marzo).

 

¿DÓNDE ESTUVO LA TRAMPA?

El meollo del asunto es la trampa y la burla.

El PRI, en 2012 y 2015, y Morena en 2018, hicieron maromas para evadir la ley y así alcanzar el mayor número posible de diputados.

¿Cómo pudieron lograrlo? Simple, la ley de coaliciones electorales permite a los partidos coaligados registrar candidatos de un partido con las siglas de otro. Es decir, para disminuir sus triunfos de mayoría, Morena distribuyó sus candidatos en sus partidos comparsa (PT y PES), pues ganando menos distritos de mayoría, tiene derecho a más curules de representación proporcional. Sí, es simulación, permitida por la propia ley.

Veámoslo en números. En la elección pasada, del 43.6 por ciento de los votos obtenidos por dicha coalición, el PT sólo aportó 3.9 por ciento y el PES, 2.4. Vaya, este último partido ni siquiera alcanzó lo suficiente para mantener su registro.

Pero incluso con los poquísimos votos, el PT se endosó 58 triunfos y el PES, 56. ¿Por qué? Porque fueron fortalecidos con candidatos y votos de Morena, que como dijimos párrafos arriba le apostó a tener menos triunfos oficiales de mayoría para tener una mayor tajada de diputados plurinominales. Bajo esa estrategia logró 85 de los 200.

Esto, por supuesto, afecta y altera la voluntad de los electores.

 

LA RABIETA DE MORENA

Para evitar que la sobrerrepresentación inconstitucional vuelva a suceder en 2021, el INE determinó tres medidas.

La primera: verificará la “afiliación efectiva” de los candidatos que van en coalición, para impedir que los triunfos de un partido se disfracen con los colores de otro.

Segunda: en caso de reelección, también verificará la “afiliación efectiva”. De modo que, en caso de ganar, la curul se asignará a la bancada a la que los candidatos pertenecen en verdad, sin importar la sigla que utilizó en la elección.

Tercera: el INE vigilará que ningún partido, en ninguna circunstancia, obtenga más del 8 por ciento de sobrerrepresentación. Y no está actuando con dolo, ya que lo que pretende es hacer cumplir lo establecido en el artículo 54 de la Constitución.

Por tanto, los reclamos y descalificaciones de Mario Delgado, líder nacional de Morena, hacia el INE no son más que rabietas, que transparentan no fuerza sino debilidad.

Si ese partido en verdad quiere ser el motor del cambio en la forma de ejercer el poder, tendría que empezar por entender que ningún partido y ningún candidato pueden estar por encima de la Constitución.

 

PARA MAGDALENA

Prima adorada, sé que te dio gusto la noticia de que Willy Ochoa fue designado candidato a la presidencia municipal de Tuxtla Gutiérrez. Y créeme que no fuiste la única.

 

yomariocaballero@gmail.com

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