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Letras Desnudas

Mario Caballero

Todo México pensó que la elección de 2018, la más grande en la historia del país en su momento, pues la de 2024 será incluso mayor, sería una ola a favor de Morena. Se equivocaron. No fue una ola, sino un tsunami que arrasó con los partidos de oposición.

El 1 de julio de ese año todo el mapa político que conocíamos quedó totalmente desfigurado, irreconocible, deshecho.

El tsunami morenista acabó con todas las casas, edificios, organismos y estructuras levantadas durante décadas por los otroras poderosos partidos. Por aquí y por allá tan sólo se veían algunas ruinas de lo que fue antes el PRI y el PAN. Añicos y escombros del viejo poder hegemónico quedaron regados por todas partes, por todos los estados del país. El PRD fue casi borrado, al punto de quedar reducido a un recuerdo. Aquí estuvo –decían- el partido que alguna vez le quitó la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México al imbatible tricolor.

El 2018 será recordado por muchas cosas. Entre ellas ese tsunami que se fue alimentando del hartazgo que los partidos tradicionales provocaron en la sociedad. La gente votó por Morena, pero principalmente por su líder, Andrés Manuel López Obrador, quien prometió un cambio en la vida pública del país, anteponer el interés general al particular, trabajar en las soluciones de las necesidades de los pobres y en eliminar del gobierno la corrupción y la impunidad.

DURA LECCIÓN

El voto de 2018 fue el voto del hartazgo. Entendido no sólo como a favor de un movimiento político y de un líder en específico, sino también en contra de la podredumbre y los abusos de los que ahora son oposición.

En esa oposición derrotada, aparte del PRI, PAN, PRD, también estaba Movimiento Ciudadano. Todas estas instituciones políticas quedaron arrasadas, pero no muertas. Y ahí, moribundas, buscaban cómo sobrevivir para enfrentarse ahora a su nueva realidad.

La lección fue bastante dura. Si en el 2000 el PRI perdió la presidencia de la República con el PAN, no perdió poder, pues seguía siendo el partido con más gobiernos locales, con mayoría en las cámaras y con poder suficiente para negociar con el presidente Vicente Fox. En el 2006 fue casi lo mismo, tuvo la capacidad para negociar, oponerse a Felipe Calderón y recuperar la presidencia.

En el caso del PAN, ganó las elecciones presidenciales del 2000 y 2006, pero eso tan sólo nos dijo que sí había democracia en México, que el voto de los ciudadanos era respetado, que las instituciones electorales cumplían con su deber, pero que la alternancia democrática no significaba nada, ni para impulsar un cambio en las formas de gobierno, ni para generar mejores condiciones de vida para los mexicanos.

Sin embargo, con el fracaso que ambos tuvieron hace cuatro años no fue igual. Todo cambió. El priismo ya no tenía muchos estados bajo su dominio y pasó a ser la tercera fuerza política en el Congreso de la Unión. El PAN era la segunda fuerza, pero incapaz para hacerle frente a Morena. Es decir, si antes tuvieron legitimidad ante la sociedad, poder para mejorar las cosas, incluso dinero a raudales para impulsar la obra pública, elevar la calidad en los servicios de salud, en la educación, etcétera; ahora estaban en la lona.

VA POR MÉXICO

Terminó el 2018 y los dos años siguientes se fueron como arena entre los dedos, con un Morena cada vez más fuerte y con un presidente muy poderoso y aprobado en su administración. Entretanto, el PRI, PRD y PAN seguían sin levantarse, sin ser propiamente dicho oposición. Movimiento Ciudadano, tampoco.

Pero llegó el 2021 y los tres partidos unieron fuerzas para competirle al partido del presidente en las elecciones intermedias. Formaron la alianza Va por México.

Movimiento Ciudadano decidió ir en solitario, apostándole a ser una tercera opción política: sin aliarse a la colación del gobierno de López Obrador y sin ser parte de la alianza opositora de los partidos del pasado. No le fue mal. El seis de junio del 21 sacaron el 7% de la votación nacional.

A Va por México tampoco le fue mal. Es más, podríamos decir que le fue requetebién ya que el PRI y PAN ganaron más espacios en la Cámara de Diputados en la actual legislatura. De esta forma, la oposición, en su conjunto, le quitó a través de las urnas la mayoría calificada para reformar la Constitución a los partidos del gobierno (Morena, PVEM y PT).

Con este triunfo se recuperaron en buena medida los equilibrios y contrapesos del poder, lo cual es muy beneficioso para la salud de nuestra democracia y como dique a los abusos de los poderosos. Y también se supo que los viejos partidos podrían sobrevivir, al menos yendo unidos en las elecciones.

Esta victoria no cayó nada bien en Morena ni en el presidente. Los votantes se inclinaron por la alianza opositora, especialmente los de clase media, a los que el primer mandatario ha injuriado y ofendido tanto y que desde hace algunos años comenzaron a demostrar su descontento con el gobierno de la cuarta transformación.

Fue con esos votos que el PRI, PAN y PRD ganaron nueve de las 16 alcaldías de la Ciudad de México. Por primera vez desde 1997, el bastión perredista/morenista sufría un duro golpe después de muchos años de dominio político en la capital del país.

A la sazón, la oposición vivía y demostraba su fortaleza. Ahí que la alianza se lanzara a declarar que no votarían ninguna de las reformas del presidente. Lo cumplieron con la reforma eléctrica. Los tres partidos, más Movimiento Ciudadano, impidieron la aprobación a dicha reforma constitucional. Otro duro golpe al lopezobradorismo. Pero luego vino el garrote.

EL GARROTE

Ha sido costumbre en la política mexicana aplicar la fábula del Burro y la Zanahoria para obtener favores. El partido en el poder ofrece dádivas a los legisladores de la oposición para que voten a favor de ciertas iniciativas que le interesan al gobierno. Esta vez no fue zanahoria, sino garrote.

Palacio Nacional se le fue con todo al PRI. Con una estrategia durísima presionó a los diputados priistas, después a algunos senadores, y aprobaron la reforma constitucional que faculta al Ejército continuar con las tareas de seguridad pública hasta el 2028. En pocas palabras, destruyó el compromiso de la alianza de no votar las iniciativas del presidente López Obrador.

Esto, por supuesto, fortaleció a la coalición Morena-Verde-PT y, de paso, a Movimiento Ciudadano, que sigue en su postura aislacionista.

¿SOBREVIVIRÁ?

La pregunta es ¿sobrevivirá la oposición?

La respuesta está en el aire. Los dirigentes del PAN y PRD ya dijeron que no volverán a confiar en el PRI. Empero, lo cierto es que lo necesitan para frenar la reforma electoral y ser competitivos en las elecciones del próximo año y en 2024.

No lo sé, quizá, pero si llegan a un acuerdo para ir juntos nuevamente y logran detener esta reforma, y con la ayuda del gobernador Alfredo del Mazo ganan la gubernatura del Estado de México, y el PRI retiene el gobierno de Coahuila, tal como se pronostica, sería un aliento de vida para los tres viejos partidos.

El caso es que sólo unidos tienen posibilidades de sobrevivir.

@_MarioCaballero

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