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Letras Desnudas

Mario Caballero

Hay un antes y un después en Eduardo Ramírez Aguilar. De ello podemos percatarnos en su arranque de precampaña. Si en 2018 lo veíamos como el político capaz de convertirse en un gran candidato a la gubernatura, hoy no sólo es ese gran candidato sino también la persona que tiene lo que se necesita para ser un buen gobernador.

No es que antes no hubiera sido un gobernante de resultados y eficaz; sin embargo, no podemos hacer a un lado que en los últimos cinco años, en los que en periodos distintos ocupó la presidencia de la Mesa Directiva y la presidencia de la Junta de Coordinación Política del Senado de la República, creció políticamente, que al interactuar y foguearse en las grandes ligas de la política nacional demostró capacidad para hacer del ejercicio de la palabra un encuentro con el otro, una forma de entender la política y de ejercer la democracia día a día.

Muestra de ello es el mensaje que envió a los militantes y simpatizantes del movimiento obradorista en Huitiupán, donde no pidió la confianza de todos para fortalecer su proyecto político, sino pidió sumarse de corazón y con convicción a una agenda en la que los agricultores, los jóvenes y sobre todo las mujeres tengan voz para construir el Chiapas que queremos, “haciendo conciencia en cada casa, en cada familia, en cada hogar, en nuestras comunidades, ejidos, barrios, llevando el mensaje de esperanza que encabeza la doctora Claudia Sheinbaum” (sic). En otras palabras, antepuso el beneficio colectivo sobre cualquier interés personal. Eso es lo que se llama madurez, vocación, compromiso con el bienestar de los demás.

EL CANDIDATO

Digo esto por lo siguiente. En nuestros tiempos, y en regímenes democráticos como el nuestro, es posible que un verdadero desconocido, un novato de la política, llegue a ocupar un cargo relevante. No importa que carezca de experiencia, tenga un vago proyecto de gobierno o de plano no entienda los intríngulis gubernamentales. Basta con hacer una buena campaña y prometer lo que está en el ánimo de los electores. Inclusive, ser bocón y estridente ayuda mucho.

En la película El candidato (1972), el protagonista interpretado por Robert Redford sigue a pie juntillas todo lo que su consultor político le asesora y aconseja para ganar la elección. Al final, la campaña fue estupenda y se levanta con el triunfo. En la última y genial escena, el candidato, en lugar de estar alegre y festejando su victoria, se encuentran pasmado. A solas con su consultor, le pregunta angustiado: “Y ahora, ¿qué hacemos?”.

No es el caso de Eduardo Ramírez.

Si alguien ha caminado Chiapas, así como los intrincados derroteros de la política, es él. Esto no es un elogio, sino un reconocimiento. Por tanto, conoce y ha palpado las fibras más sensibles de nuestra sociedad.

La historia reclama comprender que el comiteco ha hecho del espacio de la política un terreno fértil para el diálogo permanente, buscando a través de éste la decisión más justa y la acción que interpretara mejor a la mayoría, es decir, esa verdad por la que todos luchamos en el diario vivir.

Lo atestiguamos durante su gestión como diputado federal y como diputado local, donde desde el Congreso del Estado impulsó reformas a la Constitución chiapaneca que mejor se adecuaran a las necesidades actuales de la gente de Chiapas, de cada región y de cada rubro del gobierno.

Vale mencionar que dichos cambios legislativos los plasmó con la voz, ideas y propuestas de los campesinos, artesanos, empresarios, estudiantes, maestros, trabajadores, burócratas y con dos sectores de la población que han sido ancestralmente relegados, las mujeres y los indígenas.

El resultado de los foros de consulta que se ejecutaron para la elaboración de este instrumento legal fue un pacto político y social que permitió el despliegue de acciones en materias como seguridad, educación, desarrollo social, inclusión, libertad de expresión, participación ciudadana, respeto a los derechos humanos y garantías a una vida libre de violencia.

Su gestión como secretario de gobierno entre 2012 y 2015 fue antecedido por un escenario muy complejo en donde había conflictos sociales muy graves que hicieron que la violencia se convirtiera en un triste sello distintivo de Chiapas.

Cuando Eduardo Ramírez asumió el cargo lo hizo bajo la firme intención de iniciar un proceso de paz en toda la región. En consecuencia, instaló mesas de diálogo en distintos municipios y tomó acuerdos con los diferentes grupos en disputa, consiguiendo pactos de no violencia y un diálogo permanente con todos los interlocutores. Pensaba, según lo relató al que esto escribe, que la solución era política y que por lo tanto pasaba por los acuerdos.

Pese a las enormes complejidades que tuvo que enfrentar, como los enfrentamientos en San Juan Chamula, los desplazamientos humanos en los Altos de Chiapas, los movimientos magisteriales, entre otros, el tiempo le dio la razón y antes de asumir la presidencia de la Mesa Directiva en el Congreso del Estado, el diálogo fue lo que logró vencer en gran medida la violencia.

En el Senado de la República fue un político con ideas claras y las defendió con fuerza. Siempre con la convicción de los hombres que crecen con base al esfuerzo, respaldó todas las iniciativas y proyectos del presidente Andrés Manuel López Obrador, en especial las que tenían que ver con el empuje del crecimiento de la región sursureste del país, como el Tren Maya, la refinería Dos Bocas, el Corredor Transístmico, asimismo la ampliación de la carretera Palenque-Catazajá, los programas sociales, et al.

En una conferencia de prensa, él mismo dijo que por primera vez en la historia había un presidente y un gobierno comprometido con pagar la enorme deuda que se tenía con los mexicanos del sur del país.

En este contexto, y con la responsabilidad de conducir las relaciones institucionales con la Cámara y con los demás Poderes de la Unión, demostró la inteligencia para exponer ante los legisladores que las agendas de ayer no servían para los problemas de hoy y menos para dar soluciones a las exigencias del presente.

EL DOS DE JUNIO

Dicho esto, ¿tiene entonces lo que se necesita para ser un buen gobernante? Yo creo que sí. A diferencia del personaje de la película mencionada, “Lalo” es un hombre de su tiempo que se ha preparado para serlo. Tiene la idea clara de cómo ser gobernador.

El dos de junio, en lugar de preguntar “¿qué hago?”, me lo imagino estableciendo las prioridades de su administración y fijando las estrategias con un inteligente esquema organizativo, que le permitan dar las respuestas adecuadas para los problemas de hoy. Tal como lo hizo en el Congreso del Estado, en el Senado, en la Cámara de Diputados, en la presidencia municipal de Comitán y en la Secretaría General de Gobierno.

En fin, si hace cinco años vimos a Eduardo Ramírez como un posible candidato exitoso, hoy es un precandidato maduro, consciente de que la ciudadanía exige participar y ser escuchada. Consciente, además, que construir el segundo piso de la 4T requiere instituciones públicas fuertes, sólidas, que respondan eficientemente a la sociedad, instituciones justamente por las que tanto ha trabajado y pensado en los muchos años de su intensa actividad política.

yomariocaballero@gmail.com

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