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Una vez más, sobre precios, beneficios y deuda

I PARTE

Michael Roberts

Al parecer, el 85% de los economistas pronosticaron una recesión en Estados Unidos en 2023, y se equivocaron.  Mi propia nota de pronóstico para 2023 llevaba por título “una crisis inminente”. Así que debo unirme a la mayoría de malos pronósticos.

Parece que la economía estadounidense terminará el año con un aumento del PIB real de alrededor del 2%, aunque, como expliqué en una nota anterior, si se mide por el ingreso interno bruto (PIB), es decir, sumando los ingresos acumulados como ganancias, rentas y salarios en términos reales, no ha habido crecimiento alguno.

Pero si nos atenemos al PIB como medida de expansión de la economía estadounidense, el 2% es mucho más que lo previsto por la mayoría a principios de 2023. Además, la tasa de desempleo oficial de EEUU de alrededor del 4% y la inflación general de aproximadamente el 3% son mucho mejores que la mayoría de las previsiones a principios de 2023.   

Por lo tanto, ahora se prevé un «aterrizaje suave» o simplemente no se espera aterrizaje alguno. No es de extrañar que los economistas del banco de inversión de Goldman Sachs se estén «felicitando» por haber pronosticado que no habrá recesión y que la economía de EEUU «regresa a la normalidad», mientras que el mercado de valores está experimentando un repunte récord de «Santa Claus» antes de Navidad.

Pero recuerde que se trata de Estados Unidos. La situación en el resto de los miembros del G7 es más o menos la prevista a principios de 2023. La eurozona está claramente en recesión y, en el mejor de los casos, el PIB real es plano. Lo mismo se aplica al Reino Unido y Suecia, mientras que Canadá ha sufrido una contracción durante varios trimestres. Japón está básicamente estancado. Australia y Nueva Zelanda se encuentran en una situación similar.

En una nota anterior analicé por qué a la economía estadounidense le ha ido mejor: en parte se debe al importante estímulo fiscal de Biden en 2022; en parte al aumento del gasto militar en todas las guerras indirectas de Estados Unidos (que ahora provocan déficits públicos considerables y un aumento de la deuda pública); pero principalmente debido a que los beneficios en el sector empresarial se mantuvieron y, por lo tanto, permitieron que al menos una parte del sector empresarial invirtiera. El otro factor importante ha sido un mayor gasto de los consumidores en EEUU, a medida que los hogares agotan los ahorros acumulados durante los confinamientos por la pandemia de COVID y ahora debido al rápido aumento de la deuda de los consumidores. Ninguna de estas causas de gasto ha sido visible en el resto del G7, particularmente en Europa, fuertemente golpeada por la pérdida de las importaciones de energía rusa barata.

Pero el año 2024 puede no ser tan halagüeño para Estados Unidos. Como dije en una nota anterior, las economías capitalistas son, en última instancia, impulsadas por las ganancias y la rentabilidad del capital.

Fuera de los ‘siete magníficos’ de las mega corporaciones tecnológicas y de las redes sociales y las compañías energéticas, el resto de las corporaciones estadounidenses están experimentando una baja rentabilidad de su capital.

Los márgenes de beneficio aumentaron drásticamente después de la crisis pandémica. Las cadenas de suministro se rompieron, la producción de bienes manufacturados se redujo y el comercio internacional cayó. De modo que aquellas empresas que tenían cierto «poder de fijación de precios», es decir, con pocos competidores y fuentes de suministro funcionando, pudieron aumentar los márgenes y las ganancias.

La inflación aumentó bruscamente y la contribución de las ganancias fue considerable. Pero investigaciones recientes han confirmado que el aumento de los márgenes de beneficio corporativo “parece impulsado principalmente por un subconjunto de empresas con márgenes elevados”. En mi opinión, esto es diferente de lo que algunos han llamado “inflación por avaricia”, un término bastante confuso. Los márgenes aumentaron por otras razones además de la “codicia” de las empresas, como que las empresas recuperaran las pérdidas pandémicas o debido a la incertidumbre sobre futuros aumentos de costes. De modo que las empresas que podían subir los precios simplemente estaban actuando como capitalistas, es decir, maximizando sus beneficios.

La ahora bien conocida tesis de Weber-Wasner sobre la inflación impulsada por las ganancias tenía más matices. Sugirieron que los cuellos de botella en la cadena de suministro obstaculizaban la competencia al ser incapaces algunas empresas de atender la demanda. Y eso permitió a algunas empresas aumentar los márgenes y los precios. Otros estudios se mostraron incluso más escépticos acerca de la «avaricia» o la «inflación de precios». Bernardino Palazzo, de la junta de la Reserva Federal de EEUU, concluyó que las ganancias estadounidenses según las cuentas nacionales se vieron impulsadas por la caída de los costes de las tasas de interés durante la pandemia, así como por el apoyo público a las empresas. Eso enturbia cualquier otro análisis sobre si el poder de mercado era determinante.

Un estudio del Banco de Inglaterra concluyó que sí, que los beneficios aumentaron mucho en términos nominales. Pero también lo hicieron los costes. Y así llegaron a la conclusión de que, excepto en el petróleo, el gas y la minería, las ganancias hasta 2022 se comportaron con bastante normalidad. Un estudio del Banco de Italia estimó que en Alemania los precios se mantuvieron constantes en la industria y la manufactura en 2022, pero aumentaron en la construcción, el comercio minorista, la vivienda y el transporte. Y en Italia, volvieron a los niveles anteriores a la pandemia con bastante rapidez. Otro estudio del FMI sobre la eurozona concluyó que “los limitados datos disponibles no apuntan a un aumento generalizado de los márgenes”.  Un artículo de Christopher Conlon, de la Universidad de Nueva York y de Nathan Miller, Tsolmon Otgon y Yi Yao, de la Universidad de Georgetown, no encontró correlación entre los márgenes y los aumentos de precios entre 2018 y el tercer trimestre de 2022 en Estados Unidos. Un estudio diferente de la Reserva Federal de Kansas City encontró que los márgenes en EEUU aumentaron en 2021 pero luego cayeron durante los dos primeros trimestres de 2022 a pesar de la alta inflación. Parece que las empresas aumentaron los precios en previsión de que sus costes futuros aumentaran, no de un aumento de precios.

De hecho, los datos muestran que, en conjunto, el aumento de los márgenes de beneficio en Estados Unidos fue temporal y, desde mediados de 2022, ha ido retrocediendo hacia niveles prepandémicos. El margen de beneficio en toda la economía aumentó tras el reinicio de la economía en 2021, alcanzando un máximo en el segundo trimestre de 2022, alrededor de un 15% por encima de los niveles prepandémicos. Desde entonces, el margen ha ido retrocediendo hacia niveles prepandémicos.

La inflación impulsada por las ganancias parece haber estado muy concentrada en un pequeño número de empresas y un pequeño número de sectores «sistémicos», incluidas las industrias extractivas, la manufactura, la tecnología de la información y las finanzas. En el Reino Unido, el 90% del aumento de los beneficios nominales lo lograron sólo el 11% de las empresas. Un sector que ha llamado la atención recientemente es la elaboración de alimentos. Está muy concentrado: cuatro empresas tienen más del 70% de cuota de mercado para algunos bienes. 

Las tasas de inflación están cayendo drásticamente. Así pues, parece que la inflación fue «transitoria», impulsada principalmente por factores del lado de la oferta, y no se debió a «inyecciones monetarias excesivas» o «demanda agregada excesiva» o «demanda salarial excesiva» -las explicaciones de los monetaristas, los keynesianos y los bancos centrales, respectivamente.

El gurú keynesiano Paul Krugman aprovechó la oportunidad para criticar a sus colegas keynesianos: “Los economistas que eran erróneamente pesimistas acerca de la inflación –sobre todo Larry Summers, aunque no es el único– siguen sin estar dispuestos a aceptar lo obvio. En cambio, argumentan que la Reserva Federal, que comenzó a aumentar drásticamente las tasas de interés en 2022, merece el crédito por la desinflación. La pregunta es, ¿cómo se supone que funcionó? El argumento pesimista original era… mucho desempleo… Lo mejor que puedo decir es que el argumento ahora es que, al actuar con dureza, la Reserva Federal convenció a la gente de que la inflación bajaría, y que fue una profecía autocumplida…”

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