• Spotify
  • Mapa Covid19

Roy Gómez

Que todos seamos uno…

Celebramos en este mes de Oración por la Unidad de los Cristianos, haciendo nuestro el deseo del Señor expresado en su oración a Dios Padre en la última cena: «que ellos también sean uno en nosotros para que el mundo crea» (Jn 17, 21). El lema de este año 2020 es «Reconciliación. El amor de Cristo nos apremia». Este lema se inspira en un pasaje del capítulo quinto de la segunda carta de san Pablo a los Corintios (2 Cor. 5, 14-20). En este texto el Apóstol habla de la obra reconciliadora de Dios por medio de la muerte de Jesucristo y del cambio que se produce en los que viven «en Cristo». El cartel del octavario recoge un instante del encuentro, en la catedral de Lund (Suecia), entre el papa Francisco y el obispo luterano Munib Younan, el 31 de octubre de 2016, en conmemoración de los 500 años de la Reforma luterana. Si seguimos a Jesucristo intentaremos hacer realidad su deseo de que todos seamos uno. Seguimiento y conversión es lo que nos pide el evangelio de hoy. Pablo en la Primera Carta a los Corintios hace una llamada a la unidad, pues Cristo no está dividido y en su nombre hemos sido todos bautizados.

Comienzo de la misión: los pobres son evangelizados. Jesús comienza su predicación en la «Galilea de los gentiles», al otro lado del Jordán. Es en el Norte, en el territorio de Neftalí y Zabulón, tribus habitadas por gentes consideradas por los judíos como paganos debido a la «contaminación» con otras religiones e ideas, que desde el siglo VIII antes de Cristo habían sufrido con la invasión de los asirios. Muchos fueron deportados a las ciudades de Asiría y volvieron transformados, allí también se instalaron extranjeros que traían consigo otras vivencias religiosas. El evangelista recoge las palabras del profeta Isaías, al señalar esta tierra como llena de tinieblas y de sombra. Pero una luz grande va a brillar sobre ellos. Allí aparece Jesucristo, luz que ilumina la oscuridad y que elimina las tinieblas. Jesús prefiere empezar su ministerio público precisamente en territorio semipagano. Cafarnaúm, junto al lago, será su pueblo y de allí saldrán sus primeros discípulos unos pobres pescadores. El lugar y las personas elegidas desconciertan, pero son un signo de lo que significa el anuncio de la Buena Noticia, que va dirigido en primer lugar a los pobres, a los sencillos y los a los considerados ateos. En El, en expresión de San Agustín, «pueden anidar todos los pájaros los grandes y los pequeños». Su llamada se extiende a todos. ¿Has escuchado tú la llamada de Jesús?

La conversión y la llegada del Reino del reino de Dios… Esto es lo que anuncia Jesús. No es la primera, la conversión, la que hace posible que llegue el segundo, el reino de los cielos, sino que es precisamente la instauración del reino lo que dará origen al hombre nuevo, transformado, convertido. El texto dice «reino de los cielos», pero esto no quiere decir que se trate de algo que está después o por encima de este mundo. El reino comienza ya aquí y ahora y necesita de colaboradores que hagan posible su extensión como grano de mostaza. ¿Qué es el reino? Es una nueva forma de vida basada en el amor. Hasta diez parábolas utilizará Jesús para explicarlo. Lo que está claro es que para que el reino sea posible son necesarias nuevas actitudes y nuevos valores, y esto es la conversión a la que se refiere Jesús. Este tono es distinto del talante amenazador del Bautista. Jesús invita a los primeros discípulos a ser constructores del reino. También nos invita a nosotros. ¿Has tomado conciencia de tu compromiso por el reino?

4. – La adhesión a la persona de Cristo es la clave. «Venid y seguidme». Esta es la llamada de Jesús. Ellos le siguen, dejándolo todo. El seguimiento de Jesús será una de las categorías fundamentales que definen el discipulado. Así llegará a decir posteriormente: «El que no tome su cruz y me siga no es digno de mí» (Mt 10,38). El seguimiento no se limita a gestos superficiales, sino que lleva hasta la entrega de la propia persona. En Israel los discípulos buscan al maestro de la Torá, la Ley. En cambio, aquí es Jesús el que elige. La condición del discípulo de los rabinos es transitoria, mientras que para el discípulo de Jesús está marcada por un destino que se realiza en la comunión de vida y de muerte con su Maestro. El seguimiento no se limita a la aceptación histórica de Jesús, sino que supone la entrega a Él y la identificación con El y al mismo tiempo la asunción de su causa: la atención compasiva hacia los pobres y marginados. La adhesión a la persona de Cristo es la base de la moral, del comportamiento del cristiano. Si te adhieres a su persona, también asumes sus actitudes y valores. La moral cristina no es un mero cumplimiento de normas, sino que se basa en el «seguimiento de Jesús». Pregúntate ¿Qué pide El de ti?, ¿qué espera El de ti? ¿Qué haría El en tu circunstancia?

El Papa Juan Pablo II lo recordaba en la encíclica «Veritatis splendor»: «Seguir a Cristo es el fundamento esencial y original de la moral cristiana: como el pueblo de Israel seguía a Dios, que lo guiaba por el desierto hacia la tierra prometida, así el discípulo debe seguir a Jesús, hacia el cual le atrae el mismo Padre». Todos los bautizados nos decimos seguidores de Jesús, por tanto, Él es el que nos une y el que nos guía. Que así sea. LUZ.

royducky@gmail.com

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *