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Transfeminicidios: odio que pulula

Marco Alvarado/ Diario de Chiapas

Puto. Cuatro letras que llevan implícita una carga de odio. Expresada a menudo como una referencia de debilidad y menosprecio, y que llega a ser lo último que escuchan muchas de las víctimas de transfeminicidio.

“Luchamos contra esta palabra porque es la antesala de la exclusión y la violencia en contra de la comunidad LGBTTIQ”, dijo en una entrevista el activista José Eliecer Esponda Cáceres, de la Red por la Inclusión de la Diversidad Sexual en Chiapas.

La pandemia no detuvo el odio, y en lo que vamos de este 2020, cinco mujeres trans fueron asesinadas en las peores condiciones imaginables; sus cuerpos fueron arrojados en barrancos y lotes baldíos, como si de basura se tratara.

Uno de los últimos casos, el de Violeta, reportada como desaparecida desde el 18 de octubre, ejemplifica lo que viven aquellos que expresan abiertamente su diferencia. La aventaron en uno de los costados de la vía Tuxtla Gutiérrez – Copoya, con el mayor desprecio expresado a través de la violencia física.

Cuando se difundió el hallazgo, en las redes sociales no fueron pocos quienes se burlaron del término transfeminicidio, incluso llegando a señalar que se trataba de un “hombricidio”; comentario que generó muchas expresiones de carcajada.

Las redes sociales solo reflejan el odio de las calles “porque vemos que cuando muere una chica trans se le trata de manera despectiva, con burlas”, eso se ha visto en incontables ocasiones, pero el activista señaló que preocupa ver la misma postura en las autoridades que, también incurren en una doble victimización.

“Sus casos se presentan sin respetar su identidad sexogenérica; insisten en llamarlos como hombres, violentando los protocolos que firman y que protegen la identidad de todas las víctimas, incluyendo el de las personas trans”.

La comunidad LGBTTIQ está preocupada por este nivel de violencia, reconoció, incluso han iniciado una serie de protocolos para cuidarse y ser menos vulnerables a las manifestaciones en su contra, como ocurrió recientemente en la capital, donde un grupo de trabajadoras sexuales transgénero fueron atacados desde un automóvil.

Sucede más de lo que llega a las noticias y mucho más de lo que se denuncia, y esto ocurre porque la mayoría viven su identidad sexogenérica a las sombras, incluso de sus familias, o tienen miedo por el trato que reciben de los policías y ministerio públicos, aseguró el activista.

Esponda, estima que los datos oficiales están muy alejados de la realidad debido a esta causa, por eso la idea equivocada de que no sucede nada, pero en realidad han ocurrido más de 21 agresiones en contra de la comunidad de la diversidad sexual este año, y cinco de estos casos terminaron con crímenes “que son abiertamente manifestaciones de odio”, señaló.

Odio que pulula, según la estadística más reciente, en las ciudades de Tuxtla Gutiérrez, San Cristóbal de Las Casas y Tapachula.

Pero también suceden ataques en Venustiano Carranza, Villaflores, Tonalá, Palenque, Motozintla, y en cientos de comunidades, colonias, rancherías y ejidos, que rara vez llegan a la mesa del ministerio público, y mucho menos a las páginas de los periódicos y muros de las redes sociales.

Y cuando se denuncian, la incapacidad de las autoridades es un obstáculo “porque no están sensibilizados para tratar estos casos, filtran imágenes que contribuyen a la burla, tratan a la víctima como ellos quieren y pocas veces realizan una investigación que rompa con las cadenas de impunidad”, denunció.

Como si estas muertes importaran menos que otras, como si fuera natural que terminaran de ese modo. Las fotografías cuando se firman protocolos terminan siendo eso, fotografías para portadas y noticias, pero sin efectos reales en la práctica. Chiapas está muy atrasado en el seguimiento de los protocolos que firma, y poco han hecho para revertir esta inercia, aseguró.

Puto, llega ser para muchas de las víctimas la última palabra que escucharon. Se les dijo como venganza, como burla, como arma. Nuestra sociedad inmersa en la violencia cotidiana, tal vez narcotizada al punto de verlo como un elemento normal de la vida, emplea el término sin pensar en la carga negativa que lleva implícita.

Al hacerla parte de nuestro vocabulario le damos fuerza al odio en contra de lo diferente, y tal vez sin pensarlo, estamos contribuyendo a que se odio se desborde entre algunas personas, muchos de ellos, autores de crímenes horrendos por los que no han sido castigados. Integrantes enfermos de nuestra sociedad que ha normalizado el trato despectivo hacia quienes viven sus vidas de otra manera.

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