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Educación popular y la revolución

Dr. Gilberto de los Santos Cruz

Educación popular y la revolución

La Revolución Mexicana se constituyó alrededor de varios elementos y factores, particularmente por la crisis generalizada del Estado que había generado el Porfiriato entre ello, las condiciones sociales y económicas de la clase media y popular que aspiraban una vida en dirección contraria al régimen oligárquico. Justo Sierra nos menciona que “el deseo verdadero del país, los rumos que escapaba de todas las hendiduras de aquel enorme hacinamiento de enormes ruinas legales, políticas y sociales, el anhelo infinito del pueblo mexicano que se manifestaba por todos los órganos de expresión pública y privada de un extremo a otro de la República, en el taller, en la fábrica, en la hacienda, en la escuela, en el templo, era el de la paz”. A pesar de estas aspiraciones, la Revolución Mexicana se caracterizó entonces por el decidido esfuerzo de un pueblo para lograr, de manera violenta, el cambio radical en las estructuras económicas políticas y sociales, con la finalidad de obtener mejores condiciones de vida. Leonardo Gómez Navas (1982) nos dice “si la Revolución Mexicana busca la justicia social es lógico pensar que la educación debe poseer esta característica y contribuir a formar a las nuevas generaciones dentro de esta filosofía, por consiguiente, el contenido educativo y su organización deben coincidir con los propósitos de la Revolución. Si esta es popular, debe serlo también la educación, que deberá estar al servicio de las mayorías y constituirse en un instrumento de lucha contra el estancamiento económico, político, cultural y social en que vive nuestro pueblo, la educación debe despertar las conciencias de los hombres para liberarlos. Este y no otro debe ser su propósito”. Antes de la Revolución Mexicana el pueblo mostró rasgos fundamentales como un sentimiento nacionalista, un sentido popular y una definida proyección social. En este marco, desde 1890, en el Congreso nacional de instrucción Pública surgieron las primeras ideas en torno a una escuela popular. Los asistentes al Congreso pensaron que la escuela popular sería el medio idóneo para llevar la educación a todo el país, principio que robusteciera las libertades y que daría unidad a lo que debe ser México como nación, los supremos ideales de la educación mexicana debían ser la libertad y la nacionalidad y el instrumento para lograrlo, la escuela popular (Gómez Navas, 1982). La Comisión de Enseñanza Elemental Obligatoria del propio Congreso (formada por Enrique C. Rébsamen, Miguel F. Martínez y Manuel Zayas), proponía que en lugar de hablar de “enseñanza elemental, se dijera “educación popular”. Con este cambio, se quería significar el espíritu que debía animar a la educación en México: el de la unificación nacional por medio de la educación. dictamen de la Comisión establecía: “Un Sistema de Nacional de Educación Popular vendrá a realizar la verdadera unidad del país. Esta unidad se ha buscado en el campo del bienestar material, uniformando en todo el país la legislación civil y penal. Esto es muy importante, pero más importante, más trascendente, será la que procure la igualdad de la cultura y especial preparación para la vida política, la unidad intelectual y moral, que imprimirá igual carácter a todos los miembros del Estado y establecerá, bajo indestructibles bases, el amor y respeto por las instituciones que nos rigen. Es ya tiempo que complete la obra de los apóstoles de la Reforma. Si ellos nos han dado un modo de ser político basado en los más sabios y justos principios de la libertad, toca a nosotros preparar convenientemente al pueblo para este alto y definido modo de ser. Para ello es menester que formemos, desde temprano y con iguales medios, el espíritu de ciudadanos de un país verdaderamente libre. Sólo así aseguraremos la vida de la República: así será siempre grande la patria de Juárez y de Ocampo. Por ello, concluye la Comisión, es posible y conveniente establecer en todo el país un sistema nacional de educación popular, bajo los principios, ya conquistados por la instrucción primaria, de laica, gratuita y obligatoria” (Gómez Navas, 1982) A pesar de las buenas intenciones de la Comisión, estas ideas no prosperaron, debido a las condiciones políticas y sociales que prevalecieron en el régimen porfirista, quien, contrario a ello, estableció el cambio de planes y programas para mejorar la escuela urbana, que finalmente era la preocupación central de la oligarquía, beneficiando a la capital de la República y grandes ciudades y dejando en el abandono los grandes sectores de la población que vivían en zonas rurales. Por estas razones, el problema de difundir la escuela pública en todos los sectores sociales del país, principalmente en los más populares y débiles: obreros, campesinos, artesanos, etc. tuvo que esperar a que otro grupo de ideólogos produjeran el Programa y Manifiesto del Partido Liberal Mexicano en 1906, que pretendía una educación para la libertad como necesaria para dar fin a la tiranía y al oscurantismo.

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