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Josefa y la enfermedad de poder

Letras Desnudas

Mario Caballero

 

Josefa y la enfermedad de poder

El segundo nombramiento de Josefa González Blanco se parece mucho al anterior. Lo persigue el escándalo, la sospecha y el tráfico de influencias de su padre. Negar que volverá asumir un cargo en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador por las recomendaciones de su papá, el exgobernador José Patrocino González, sería cerrar los ojos a un asunto innegable.

Su nombramiento como embajadora de México en Reino Unido, que al momento de escribir estas líneas todavía se espera sea ratificado por el Senado de la República, no sería tan polémico si estuviéramos hablando de una mujer congruente, de principios y capaz de desarrollar un excelente trabajo. Pues en su desempeño como secretaria del Medio Ambiente, cargo que ocupó sólo cinco meses, quedó exhibida como una funcionaria aletargada, incompetente, frívola, abusiva y que nunca supo de qué trataba su responsabilidad, esto a pesar de que fue presentada como una activista que durante muchos años ha apoyado diversas causas sociales, especialmente las que tienen que ver con el cuidado del medio ambiente.

Y si su primer nombramiento causó controversia, en éste es mucho más grave. Si antes se cuestionó su perfil por no ser de la rama industrial ni agrícola, como si lo fueron los secretarios que la precedieron en la Semarnat durante el gobierno de Peña Nieto y Felipe Calderón, ¿cómo fue posible que la hubieran elegido para dirigir dicha dependencia cuando era egresada de la Escuela de Derecho de la Universidad Anáhuac y contaba con una maestría en Arte Transformativo en la Universidad John F. Kennedy de Estados Unidos?

Ahora la proponen para tutelar una embajada, cuyas responsabilidades serán velar por los intereses y derechos de los mexicanos e impulsar las directrices de política exterior, cuando ella no tiene práctica diplomática, además de que no forma parte del Servicio Exterior Mexicano.

Tanto la primera como la segunda designación de Josefa González son absurdas. Son como poner a un sastre a confeccionar puentes o a un albañil a construir naves espaciales.

Siempre ha resultado contraproducente poner gente con perfiles inadecuados en los puestos a ejercer. Zapatero a tus zapatos, dice el refrán. Por eso a nadie sorprendió el desastre que Enrique Ochoa Reza provocó en el PRI. Sólo a Peña Nieto pudo ocurrírsele la idea de poner a un cobrador de luz a dirigir a un partido político. ¡Hágame, usted, el favor!

Por lo mismo, tampoco fue extraño el desastre que Josefa González causó durante el cortísimo tiempo como titular de Semarnat.

 

D-E-S-A-S-T-R-E

Los mexicanos no identifican a Josefa González Blanco Ortiz Mena por su presunto activísimo en la protección del medio ambiente y los recursos naturales, tampoco como política y menos aún como abogada. Si la gente sabe de ella es por el bochornoso papelito que hizo al detener un vuelo por más de media hora.

El 24 de mayo de 2019, el vuelo de Aeroméxico 198 que estaba programado para salir a las 9:30 horas de la Ciudad de México con destino a Mexicali, Baja California, tuvo una espera de 38 minutos y sin ninguna razón aparente.

En redes sociales se dijo que la causa del retraso fue una “orden presidencial” que había exigido al capitán esperar a un “pasajero del gobierno federal”. Después, a través de una foto difundida en Twitter, se supo que ese pasajero era Josefa, la extitular de Semarnat que utilizó sus influencias para que el avión no despegara ya que ella no pudo levantarse temprano para tomar el vuelo a tiempo.

Pero eso no fue lo peor. Pese a la advertencia del presidente López Obrador de que nadie podría trabajar en su gobierno si antes no presentaba su declaración de bienes, Josefa presentó su 3 de 3 casi dos meses después de asumir el cargo en Semarnat. No es todo. Pues a pesar de reconocer que tenía tres posibles conflictos de interés en los rubros minero, energético y turístico, no renunció.

Se disculpó con un argumento tan ridículo como difícil de creer: “establecí con mis primos que cuando nos vemos no hablemos de trabajo”. Jajajá. ¿Acaso puede esto ser posible para una familia como la de ella que ha vivido del poder por más de un siglo? Yo no lo creo.

Aquí algo todavía más revelador. Como titular de Semarnat, era competencia de Josefa realizar los estudios del impacto ambiental que causaría el proyecto del Tren Maya. Los activistas la calificaron de “pasiva” en el tema.

En la comparecencia ante la Comisión de Medio Ambiente de la Cámara de Diputados, ella misma dijo que el Tren Maya era “un trazo imaginario”, pues a diferencia de otros proyectos “es una idea que se irá desarrollando” [sic]. Y reconoció: “No sabemos qué tipo de tren vamos a usar; no tenemos proyecto ejecutivo. No tenemos la ruta siquiera y ésta la determinarán los estudios que vamos a licitar”.

Otro escándalo suscitado durante los 5 meses de su administración fue el despido que presuntamente ella ordenó de más de 16 mil trabajadores de las oficinas de representación y de organismos desconcentrados.

Por último, también fue criticada por ausentarse de las crisis ambientales, como la del sargazo en Quintana Roo, la contingencia en el Valle de México y los incendios forestales que la causaron.

 

UN FRACASO ANUNCIADO

Por todo ello, ¿cómo no pensar que en esta nueva encomienda Josefa volverá a fracasar y que su representación en el extranjero será reflejo del oportunismo que la llevó a ocupar el puesto?

Si no, ¿cómo entender que su padre haya renunciado al PRI precisamente cuando ninguno de su familia estaba en el poder? Lo que hizo Patrocinio González fue algo parecido a “te lo digo Chana para que lo entiendas Juana”.

Para muchos es conocido que Patrocinio González Blanco Garrido es un maestro del oportunismo. También un cínico. Por eso no le da vergüenza decir que su familia tiene más de cien años viviendo de la política.

En su carta de renuncia alegaba que por sus principios y fundamentos trotskistas él no podía seguir en el partido, mucho menos cuando el nuevo liderazgo nacional había hecho alianzas con el PAN, al que descalificó como “ese partido de la reacción”.

Incluso dijo que, debido a esa determinación, que tomaba como una clara traición ideológica, el que debía de renunciar no era él sino el dirigente Alejandro Moreno Cárdenas, al que –según sus propias palabras- se había convertido en vocero de una vergonzosa alianza de perdedores.

Pero ahora que se presenta el nombramiento de su hija Josefa se confirma que el propósito de Patrocinio nunca fue manifestar su descontento por la alianza PRI-PAN-PRD, ni emprender una defensa de los ideales partidistas, vaya ni siquiera abandonó con una convicción auténtica al partido que le dio todo, poder y riqueza, sino lo hizo por asqueroso oportunismo.

El exgobernador de Chiapas sabía que, al descargar su bilis contra el PRI y el PAN, eternos enemigos del presidente, estaba ganando puntos con López Obrador. No se equivocó. Ahí tenemos el resultado de su supuesto berrinche.

Dudo que alguien se entusiasme con el nombramiento de Josefa González. Bajo ningún punto de vista podría decirse que se trata de una elección acertada. Pero hay algo que resalta en el origen y en el muy probable resultado de su encomienda: que en su familia la congruencia no importa, sino sólo el poder por el poder mismo.

 

yomariocaballero@gmail.com

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