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México: La destrucción de Acapulco, la prueba del ácido de López Obrador

Manuel Aguilar Mora

(I PARTE)

El pavoroso huracán Otis destruyó por completo al puerto de Acapulco y a su población vecina Coyuca de Benítez la noche/madrugada del 24-25 de octubre. Una panorámica filmada pocos días después por un avión de la inteligencia estadounidense que se presentó restringidamente en las redes mostró que la región azotada por la furia de los vientos y la tormenta de Otis abarcó a una región mucho mayor. La devastación era total en el epicentro acapulqueño y se extendía con daños colosales y sintiéndose sus sacudidas muchos kilómetros más allá en el estado de Guerrero. Acapulco y Coyuca parecían territorios bombardeados. La devastación iba desde las playas y se profundizaba en el anfiteatro montañoso que rodea a la bahía lugar de asiento de una población constituida por los sectores pobres y de extrema pobreza que abarcan a su abrumadora mayoría con sus viviendas modestas de lámina, paredes de materiales livianos o madera destruidas que se extendían por todas las colinas desoladas. Palmeras arrodilladas, carros volteados, la Costera principal vía del puerto con montañas de escombros, torres sostenes de cables derruidas, los grandes edificios de los hoteles dejados con su esqueleto sin vidrios, paredes, puertas, vacíos, sin luz eléctrica, sin internet, sin agua potable, diluvios de lodo haciendo intransitable las comunicaciones terrestres, con sus almacenes y comercios saqueados por un vandalismo dual especial, uno el popular que iba tras los alimentos y los productos de uso cotidiano y otro el organizado por los poderosos carteles de delincuentes locales y de otros lugares concentrado en los artículos de consumo duradero (pantallas, monitores, computadoras, muebles, joyas, etcétera). En el caos resultante durante varios días inmediatamente después de la catástrofe la población vagó en busca de comida, desesperada y enojada esperando una ayuda que se tardaba en llegar. También en los primeros días en forma deliberada los informes oficiales subestimaban evidentemente el número de muertos como consecuencia de los efectos del huracán. Finalmente, las propias autoridades han reconocido que el número de fallecidos rebasa los 50 que se había considerado a un mes de ocurrido el meteoro. Por supuesto la cifra todavía desconocida seguramente es mucho mayor.

México se conmovió. Tierra de temblores, con una población acostumbrada a terremotos, algunos de ellos de dimensiones colosales Otis sin embargo sorprendió por una furia incluso desconocida para el propio Acapulco ya golpeado anteriormente por huracanes también muy fuertes como el Paulina que exactamente en otro octubre hace 26 años azotó al puerto. Pero Otis con su inmensa estela de devastación si ha superado a sus antecesores: se trata de la primera evidente terrible cosecha en la costa del Pacífico de la era del cambio climático en la que hemos entrado en el planeta. En el tsunami de informaciones, comentarios e interpretaciones de todo tipo que se ha producido con motivo del Otis una veta ha determinado la conversación dominante sobre el huracán, la reacción sociopolítica. Dos factores principales en gran medida explican tal situación. El primero es el ya mencionado cambio climático el cual, sin duda, como la humedad, está penetrando en la vida del planeta manifestándose como una preocupación central y el otro particular al momento político por el que atraviesa México marcado por la campaña hacia las elecciones presidenciales de junio próximo que se realizarán en un clima extremadamente polarizado. En estos días en Dubái, Emiratos Árabes Unidos se realizó la conferencia mundial COP28 en la cual los gobiernos del planeta han venido discutiendo y aprobando medidas para combatir la peligrosa tendencia que significa el cambio climático para la vida del planeta. Todo indica que, como ha sucedido en las anteriores cumbres mundiales de discusión sobre la protección del medio ambiente, también en esta ocasión se aprobarán medidas que en lo fundamental no serán realizadas por la abrumadora mayoría de los gobiernos, siendo los principales países provocadores de esta grave situación, o sea Estados Unidos y la República Popular de China, los principales infractores de tales decisiones.

Antes del Otis

La prueba para el gobierno autoritario de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha sido también decisiva y el impacto de Otis está marcando la recta final de su gobierno. Su reacción ha sido lenta y omisa. El 29 de noviembre a más de un mes de sucedido en su diaria conferencia mañanera AMLO seguía considerando el tema del Otis central en sus discusiones políticas con sus adversarios, repitiendo el mismo estribillo “poco a poco se va a ir conociendo más de lo mucho que se está haciendo en Acapulco, porque quisieron utilizar tal desgracia con propósitos politiqueros desde el primer día”. (La Jornada, 30.11.2023). Sin embargo, desde el mismo inicio de la crisis producida por Otis ha sido él mismo quien ha profundizado su discurso hostil contra sus adversarios, en lugar de concentrarse en las tareas de coordinación de la ayuda solidaria a los damnificados y enfrentar el gravísimo desafío que ha significado el Otis y sus consecuencias para  la reconstrucción de Acapulco, su región aledaña y el país en su conjunto.

De hecho, las evidencias son contundentes que muestran una conducta omisa, una negligencia extrema de ambos gobiernos obradoristas, el federal y el estatal (la alcaldesa de Acapulco, la gobernadora de Guerrero y los senadores y diputados del estado son de Morena), con respecto a la protección de la población de Guerrero. Quince días antes de hecho ya se anunciaban jornadas peligrosas para Guerrero con el paso de un huracán previo, el Max que asoló a Acapulco y comunidades vecinas. Un reportaje del paso de Max por el estado sureño relataba: “Las torrenciales lluvias de la tormenta tropical Max desbordaron ríos, arroyos y canales en el municipio de Tecpán de Galeana, donde además ocasionaron inundaciones, estragos diversos en viviendas e infraestructura urbana y arrastraron algunos autos, en Acapulco, Petatlán, Zihuatanejo y Atoyac de Álvarez el meteoro causó afectaciones de menor magnitud [….] Además, la carretera federal Acapulco- Zihuatanejo se partió a la altura del puente El Cuajilote, debido a un socavón […] La administración municipal de Acapulco, a su vez, pospuso la ceremonia religiosa que se celebraría […] para recordar a personas que fallecieron por el huracán Paulina el 9 de octubre de 1997.” (La Jornada, 10.10.2023). Esto sucedió sólo quince días antes que Otis arrollara a estos mismos lugares. Y también sólo horas antes de que Otis tocara tierra, el centro de prevención de huracanes de Miami comunicó al gobierno de las potencialidades enormes que se convirtiera en uno de la más alta clasificación, o sea del grado 5.

Después del Otis 

Ciertamente la intensidad del huracán Otis con sus furiosos vientos y tormentas fue una explosión desconocida de la naturaleza en el litoral del Pacífico. Parecidos fenómenos se han dado en las costas caribeñas. Cancún por ejemplo ha padecido también huracanas terribles, pero sus autoridades se han preparado para enfrentar sus consecuencias mucho mejor que lo que sucedió en Acapulco en octubre pasado.

Esta reacción gubernamental empezó la misma noche del 24 de octubre cuando el presidente de la República, antes de irse a dormir tuiteó un mensaje escueto previniendo a los habitantes acapulqueños de una tormenta tropical. Fue la única señal emitida por autoridad alguna a la población guerrerense. Esa misma noche la gobernadora de la entidad se encontraba en Nayarit y autoridades municipales de Acapulco asistían a una convención que se realizaba en esas horas en uno de los hoteles insignia de Punta Diamante. El monstruoso vendaval sorprendió literalmente a las autoridades federales (empezando por AMLO), estatales y locales.

A la mañana siguiente en su conferencia matutina AMLO reconoció que no tenía todavía información y decidió viajar inmediatamente a Acapulco a enterarse en persona de lo sucedido, pero su viaje realizado inexplicablemente vía terrestre se enfrentó a la imposibilidad de llegar a Acapulco por la carretera completamente rota, cubierta de lodo, obstáculos por lo deslaves y destrozos de troncos, piedras y materiales arrojados por el huracán. Un viaje de cinco horas tomó todo el día pues hubo tramos que el presidente y su comitiva de generales y funcionarios debieron recorrer a pie en medio del lodo. En Acapulco AMLO se dirigió a la Base Naval del puerto y decidió regresar de inmediato a la Ciudad de México, ahora sí en avión, para poder estar en la mañanera del día siguiente. No se dio información sobre esa que fue su primera de ocho visitas al puerto, todas ellas salvo una, sin que se participara de las mismas a la prensa. 

Este comportamiento errático, para no decir caótico, de AMLO se convirtió en el patrón de las reacciones gubernamentales ante la catástrofe acapulqueña y la región aledaña. Desde un principio AMLO concentró todas las decisiones relativas a la tragedia de Acapulco con la resultante de una evidente desorganización en la forma en que se conformaba la respuesta gubernamental. Esta situación incluso se exhibió patéticamente en la falta de comunicación entre el propio presidente y su vocero oficial Jesús Ramírez Cuevas. Una de las primeras y desastrosas decisiones de AMLO fue cuando declaró un día después que la entrega de la ayuda a los acapulqueños se haría exclusivamente por medio de las fuerzas militares del ejército y la marina. Ramírez Cuevas contradiciendo abiertamente a su jefe exeó el domingo 29 de octubre: “Circulan en redes versiones falsas de que se impide la entrada de ayuda a Acapulco. Cualquier persona puede llevar ayuda al puerto de Acapulco. Pueden dejarla en Chilpancingo o dejarla directamente al puerto. Esas noticias falsas buscan desprestigiar la labor del gobierno federal”. (Milenio, 30.10.2013). El “desprestigio” no sólo del gobierno federal, sino del estatal de Guerrero y del municipal acapulqueño en la tragedia se lo ganaron ellos mismos a pulso…

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