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Apagones y fracaso energético

Jorge Fernández Menéndez

Son cuatro los grandes fracasos de esta administración: en primer lugar, sin duda, la seguridad, con 185 mil muertos (hasta esta semana) y unos 50 mil desaparecidos. Segundo, la salud, con un sexenio sin suficientes medicinas, con proyectos erráticos: se quitó el Seguro Popular para crear el Insabi que fracasó y ahora se creó el IMSS-Bienestar sin ninguna garantía de que vaya a funcionar, más de 50 millones no tienen acceso a la salud pública, al mismo tiempo la llamada megafarmacia, otra ocurrencia presidencial en la que se han gastado miles de millones de pesos, en sus primeros cuatro meses de funcionamiento ha surtido, apenas, 314 recetas. Otro fracaso es la educación: la nueva escuela mexicana, los libros de textos, la política educativa, los errores cometidos durante la pandemia, han hecho retroceder los niveles educativos de forma notable, pero además han dejado la escuela primaria un millón 500 niños, una cifra inédita.

Y el cuarto gran fracaso es la política energética. Esta semana, a los desastrosos datos de Pemex se han sumado los apagones que exhiben la incapacidad de la CFE de abastecer de la suficiente energía eléctrica al país, algo que se viene repitiendo desde hace muchos meses. En el caso de Pemex, el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O (que off the record ha discrepado en muchas ocasiones con la política energética y que mantiene diferencias muy importantes con las autoridades del sector) declaró en la convención de BBVA respecto a la situación financiera de PEMEX que “no se puede ocultar el sol con un dedo, es una empresa muy grande que lleva seis años de reestructura. Esta reestructura en los últimos seis años nos ha dejado mucho aprendizaje sobre lo que es prioritario hacer en la siguiente instancia, y esta siguiente instancia pasa por la necesidad de enfocarnos más en el refinanciamiento de la deuda de Pemex, involucrando de manera más directa al deudor soberano”, dijo.

Traducido al español, las políticas seguidos deben reconducirse y se debe reestrucutrar la deuda de Pemex (la más alta de las empresas energéticas del mundo) que creció en forma constante en este sexenio, así como sus pérdidas y los adeudos a proveedores (superiores el trimestre pasado a más de 160 mil millones de pesos). Si fuera una empresa privada, Pemex estaría lisa y llanamente quebrada hace ya tiempo: se mantiene por el auxilio del gobierno, pero si a eso sumamos los más de 17 mil millones de dólares gastados en Dos Bocas, una refinería que dicen los expertos no puede estar en plena producción antes de 2027, ese es el reflejo de un desastre institucional con un costo fiscal altísimo para el país.

Los apagones son una más de las caras de los fracasos derivados de una decisión ideológica que nada tenía que ver con la realidad y las exigencias del país. El presidente quería y el director de la CFE, Manuel Bartlett lo terminó de convencer, que debía ser el Estado el mayor generador de energía para así mantener el control del sector. No era necesario, con la anterior reforma el gobierno mantenía el control sobre la distribución de energía y los privados estaban invirtiendo cada vez más en el sector. Se acabó con la anterior reforma y hasta se compraron las plantas de Iberdrola sin ningún beneficio para el país (se hubiera seguido recibiendo esa energía sin que la propiedad de esas plantas fuera del Estado) para llegar a ese objetivo sin ningún beneficio concreto. Al contrario, se ha convertido en un cuello de botella energético como lo hemos vuelto a comprobar esta semana.

Uno de los grandes problemas es el gas. No hay gas suficiente porque la CFE no dispone de depósitos para reservar gas por más de 48 horas y la mayoría proviene de Estados Unidos.

No somos autosuficientes porque el gobierno ha bloqueado las inversiones privadas en la explotación de yacimientos de gas que existen en diferentes puntos del país y en forma notable en la llamada Cuenca de Burgos, que abarca 12 municipios de Tamaulipas, 10 de Nuevo León y 12 de Coahuila. Esa cuenca se extiende hacia Texas, y en ese estado de la Unión Americana se extrae el gas para venderlo a México.

Al inicio del sexenio, algunos de sus principales funcionarios, ninguno de ellos está ya en el gobierno federal, le presentaron al mandatario planes de inversión, con empresarios nacionales que contemplaban inversiones de decenas de miles de millones de dólares para explotar esa cuenca y otras regiones del país, de forma tal que podríamos ser absolutamente autosuficientes en el abasto de gas. En los proyectos estaban contemplados los gasoductos y vías de aprovisionamiento para que ninguna empresa en ninguna zona del país se quedara sin gas, muchos menos las plantas de la CFE, y por ende sin energía.

El presidente López Obrador nunca los aprobó porque no se garantizaba la preeminencia de una CFE que, lisa y llanamente, no tiene recursos para proyectos de esa magnitud, y si los tuviera no los debería utilizar en ello.

También se argumentó que para explotar esos yacimientos se debía recurrir a la técnica del fracking, que el gobierno federal también prohibió. El fracking es debatido desde que comenzó a utilizarse hace años, pero se ha eficientado en forma notable, cada vez requiere menos agua y sus resultados son mejores. Tanto que gracias a ello, Estados Unidos sí goza ya de autosuficiencia energética, y se ha convertido en un exportador de energía… parte de ella la compramos nosotros. Con un punto adicional: sin energía suficiente el nearshoring del que tanto se habla seguirá siendo un fenómeno relativamente limitado.

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