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Ulises Lara López

En Brasil, el voto ciudadano es obligatorio para los adultos y los jóvenes de 16 o 17 años de edad al día de las elecciones también pueden votar si se registran antes de la fecha límite al día de los comicios.

En ese contexto, el año pasado las encuestas para el proceso presidencial en aquella nación apuntaban a que el 52% de los electores de entre 16 y 24 años votarían por la izquierda, es decir por Luis Ignacio Lula da Silva, frente al 32% que lo haría por el ultraderechista Bolsonaro, según una encuesta realizada por el Instituto Datafolha.

A final de este proceso de cambio, en 2022 el Tribunal Superior Electoral de Brasil entregó los cómputos donde más de 150 millones de brasileños fueron convocados a las urnas. Resultado de ello, Luis Ignacio Lula da Silva obtuvo el 50.9%, con una participación de cerca del 80 por ciento del electorado. Mientras que Jair Bolsonaro, alcanzó el 49.1% de las preferencias. Casi dos millones de sufragios separaban a ambos candidatos e hizo posible que Lula se convirtiera en presidente de Brasil, por un tercer mandato.

En relación a la participación decisiva de los jóvenes, datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) muestran que ese país cuenta con unos 51 millones de jóvenes con edades entre 15 y 29 años, el equivalente a un cuarto de la población. De esos, más del 75% (38.876.290) están aptos a votar en las elecciones. Los jóvenes de entre 25 y 29 años representan el 10,83% del electorado; de entre 21 y 24 años, el 8,71%, y de entre 16 a 20 años, el 7,45%.

En el año 2012, había casi 2,5 millones de jóvenes brasileños de 16 y 17 años registrados para votar, según datos del tribunal electoral federal de Brasil. A finales de 2021, sólo había 630.165 de votantes menores de 18 años registrados. El desinterés de los jóvenes votantes primerizos fue mayúsculo pese intensas campañas apoyadas por celebridades locales incluso por algunos artistas de Hollywood.

En Brasil, la inscripción electoral y el voto también son opcionales para los ciudadanos analfabetos y para los que tienen más de 70 años de edad. Ese país sudamericano cuenta con 144 millones de votantes elegibles para votar en las elecciones para alcaldes y concejales.

Las similitudes con nuestro hermano país sudamericano son enormes, empezando por la importancia de la participación de los jóvenes en la vida política ya que son un elemento fundamental para el desarrollo de nuestras naciones y debe estar entre nuestras prioridades.

En el caso de nuestro país, de acuerdo a la Ley del Instituto Mexicano de la Juventud define juventud como aquellas personas entre 12 y 29 años de edad.

Además, según Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH): “es una fase de transición entre la niñez y la vida adulta, en la que se presentan diversas transformaciones biológicas y psicológicas que implican una adaptación constante con la sociedad y la cultura en las que las y los adolescentes se desenvuelven y relacionan.» (La adolescencia, módulo 1. Curso CNDH. Prevención de las violencias contra las adolescencias y su participación para la reconstrucción del tejido social).

Por su parte, el Consejo Nacional de Población (CONAPO), con base en las proyecciones poblacionales 2016-2050, estimaba que para 2020 en México residirían alrededor de 39.2 millones de personas adolescentes y jóvenes (12 a 29 años). El 52.7% de las personas de dicho sector poblacional se concentraba en 8 entidades: Estado de México (13.6%), Jalisco (6.7%), Ciudad de México (6.6%), Veracruz (6.0%), Puebla (5.5%), Guanajuato (5.1%), Chiapas (4.7%) y Nuevo León (4.6%) (Secretaría de Gobernación (2020).

Los datos del Censo 2020, del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) indican que el 6.1% de la población nacional de tres años en adelante, se registró como hablante de alguna lengua indígena, lo que representa alrededor de 7.36 millones de personas. Asimismo, destaca que en México habitan 11.8 millones de personas en hogares indígenas, siendo 5.7 millones hombres y 6.1 millones mujeres.

En cuanto a los idiomas originarios, el náhuatl continúa siendo el más hablado, con el 22.5% de los hablantes de una lengua indígena, representado por 1.65 millones de personas, siguiendo el maya con 774 mil hablantes (10.6%). Igualmente, el 2.0% de la población nacional indicó pertenecer a un pueblo afrodescendiente, de los cuales el 7.4% confirmó hablar una lengua indígena.

En el aspecto educativo, debido a su representatividad a nivel nacional para el nivel medio superior de la población indígena como de la afrodescendiente, se destaca que sólo en 8.7% de los telebachilleratos comunitarios y en 29.1% de los centralizados, contarán con hasta ocho alumnos por computadora para realizar actividades de enseñanza y aprendizaje.

La población afrodescendiente tiene un menor rezago educativo que la indígena. Se tiene registro que, hasta los 19 años, el 44 % de alumnos afrodescendientes concluye la educación media superior y solo 32. 8 por ciento de los indígenas lo hace.

En suma, en México habitan 126,014,024 personas, de las cuales el grupo etario que se esperaría estuviera cursando la EMS representan el 8.6% (10, 806 690 personas), 4.3% hombres (5, 462, 150) y 4.3% mujeres (5, 344, 540). Sin embargo, solo el 45.3% asiste a la escuela.

A la mitad de la era Neoliberal los datos eran abrumadores por ejemplo en la trayectoria educativa de aquellos estudiantes que iniciaron sus estudios de educación básica en 2001 sólo el 63% ingresó a bachillerato, y de éstos sólo el 45% lo concluyó. De esta forma, los resultados de estudios superiores señalaban que sólo el 24% terminaba sus estudios es decir de cada 100 estudiantes que ingresaban a la primaria, sólo 2 concluían una licenciatura.

Seguramente, con la obligatoriedad del bachillerato y la ampliación de la oferta en el nivel medio superior, incluida la educación virtual, así como la construcción de la red de universidades Benito Juárez, la Universidad de la Salud y la reciente transición de instituto a Universidad Rosario Castellanos se han convertido en opciones reales de formación superior para miles de jóvenes, quienes además reciben apoyos económicos para no abandonar sus estudios o para su primer empleo.

Con estas acciones se ha dado marcha atrás a la visión neoliberal que premiaba la meritorcrácia y les daba más a quienes más tenían para ahora universalizar el derecho a contar con una formación profesional y mantener su identidad y presencia en sus lugares de origen.

Pero la pregunta más importante es si nuestros jóvenes les interesa la política y si es así como votarán ¿Serán adherentes incondicionales al Presidente y su Partido por sus programas sociales?

Un equipo de profesionales llevamos a cabo un estudio para conocer la opinión de los jóvenes, en especial los que votaran por primera vez, los nacidos en el primer lustro de este siglo y les compartiré en la siguiente entrega algunos de los hallazgos.

Por lo pronto, es claro que a la par de su desarrollo y formación educativa, en México hay mucho por hacer para garantizar los derechos de los jóvenes y desde luego fomentar su participación política en ejercicio pleno de su libertad, derechos ciudadanos y como tomadores de decisiones que marcarán el rumbo de los años por venir.

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