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Moctezuma, el de la Silla de Oro

José Falconi

Ciudad de México

Don Francisco Monterde escribió uno de los libros más sui generis de la literatura mexicana. En el año 1945 la Imprenta Universitaria dio a luz Moctezuma, el de la Silla de Oro; obra que es una virtuosa combinación de guion cinematográfico, novela de reconstrucción histórica, novela gráfica y prosa poética (o poemática, como se decía en aquellos años).

Francisco Monterde, nacido y muerto en la Ciudad de México (1894-1985 ) fue un muy prolífico y versátil escritor cuya obra abarca la poesía, el cuento, el teatro, la crítica, la literatura infantil, la investigación bibliográfica: todo lo imaginable en las disciplinas literarias, como bien señala Francisco González Guerrero en su obra Los libros de los otros (Ediciones Chapultepec, 1947).

En las palabras preliminares de su libro, palabras intituladas Acerca de una interpretación en imágenes dinámicas, Francisco Monterde nos informa que fue el doctor Alfonso Caso –antes de que el doctor fuera nombrado Rector de la UNAM— quien le pidió escribir un guion con el tema de la Conquista. Así, Monterde se dio a la escritura de esta espléndida obra, cuadro histórico de una época, simbolizada por un personaje en momentos de debilidad y decadencia: Moctezuma Xocoyotzin; pero escrita con un gran sentido artístico, dinámico y plástico. Asimismo, nuestro escritor se congratula porque tal proyecto se haya quedado sólo en el papel y no se haya concretado en un filme. “Creía –y sigo creyendo- que será esa una hazaña difícil de lograrse: ¡requiere tan fina sensibilidad y tan amplios conocimientos, en el director de películas cinematográficas que sea capaz de llevar a la pantalla la epopeya de la Conquista, sin caer en lo grotesco y en lo absurdo!”, nos dice Monterde en su exordio.

En el libro de Monterde, la epopeya de la Conquista –yo soy de los que piensan que, en efecto, hubo una Conquista- se describe actualizando las acciones pretéritas, como si ocurriesen a la vívida vista del narrador, la evocación se hace en tiempo presente, dice Monterde en su texto introductorio: “… se sigue el curso de la historia como acaecer actual, y se narra lo pasado como acción observada en un mundo vivo”; técnica escritural muy apropiada para un guion de cine. La hibridez dialógica en que se reúnen formas literarias diversas, que ya hemos señalado, resulta un procedimiento novísimo para mediados de la década de los cuarenta y dotan a Moctezuma, el de la Silla de Oro de fineza, de tenuidad lingüística que contrasta con el lenguaje de rebuscada elegancia de los cronistas Hernán Cortés, Bartolomé de las Casas, Bernal Díaz del Castillo, Bernardino de Sahagún y Hernando Alvarado Tezozómoc, pues cada uno de los capítulos del libro (dividido en cuatro vestiduras y cinco etapas), da inicio con la cita de algún cronista.

El título del libro es de prosapia rubeniana: Monterde da inicio a su Moctezuma… con una cita del pararrayos celeste, Rubén Darío, tomada de “Palabras liminares” de Prosas profanas: “Si hay poesía en nuestra América ella está en las cosas viejas, en Palenke y Utatlán, en el indio legendario, y en el inca sensual y fino, y en el gran Moctezuma de la silla de oro…”.

Otro rasgo destacado de este libro es que también se trata de una novela gráfica, formato de publicación que se pondrá de moda y tendrá logros notables, como tres décadas posteriores al año 1945. Como se sabe, en la novela gráfica se fusionan el dibujo y la narrativa con intenciones artísticas y con temas más profundos y exhaustivos que los de un cómic. El escenógrafo e ilustrador Julio Prieto (1912-1977), al decir de Monterde “no sólo interpretó libremente, en trazos de inconfundible personalidad, los pasajes de la acción escogidos para ello, sino que dio al escenario una grandeza imponente, al reconstruir –con artística estilización de lo arqueológico— varios aspectos de la cultura azteca. Acertó, sobre todo, a marcar el contraste entre las dos civilizaciones que chocaron en la Conquista: la angulosa, férrea, de los europeos y la ondulante, flexible, del Anáhuac”.

Como el gran escenógrafo que fue Julio Prieto, sus ilustraciones para Moctezuma, el de la Silla de Oro, tienen el dinamismo de una puesta en escena; sus dibujos –de gran profundidad, yo diría que de diseño arquitectónico, en ocasiones parecieran generar una narrativa paralela a la literal. Dibujos de energía cinética que parecieran proyectarse más allá de las páginas.

Con este su libro -recordemos que publicado por muestra máxima casa de estudios en 1945- Monterde insufló de aire fresco y lúdico la literatura mexicana de su época.

Moctezuma, el de la Silla de Oro, una obra de gran modernidad en su factura que merece lectores contemporáneos.

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