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La lucha por el poder, incontrolable

El circo mediático que gira alrededor del primer círculo de políticos en el centro del país nos va dando la razón cuando en ocasiones anteriores dijimos que conforme se acercan los tiempos para la elección de 2024 los embates entre partidos son con todo, no hay límites, se dan hasta con la cubeta.

No hay forma de hacerse a un lado para evitar las “alocadas” iniciativas que están surgiendo conforme las derrotas se van presentando, principalmente del lado del partido en el poder. La prueba de que los legisladores y senadores utilizan la tribuna para echarse estiércol, son el reflejo de que hacen de todo por desacreditarse menos por trabajar por el bien de México, y en ese sentido, las cámaras Alta y Baja son los principales campos de batalla.

No hay propuestas que abran la posibilidad de diálogo, no. Lo que predomina en la diatriba, la ofensa. Los integrantes del Congreso de la Unión lo que hacen es perder el tiempo. No cabe duda que lo que nos enseñan es no saber perder.

Tras el fallo histórico en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, de echar abajo la primera parte del Plan B electoral, y que muy seguramente la segunda también sufrirá una derrota para el oficialismo, surgieron las amenazas recalcitrantes: juicio político contra ministros y el anuncio de una nueva iniciativa para que sean elegidos por votación en las urnas.

Esto último suena muy lejano que se concrete porque en el mundo no hay gobiernos que realicen esta práctica y quien lo intentó aplicar, Argentina, por ejemplo, pagó de inmediato las consecuencias de este método que ni las grandes potencias como Rusia, China o Estados Unidos, lo aplican.

Insistimos, en un estado republicano como México, la división de poderes es lo que da equilibrio, democracia. No nos imaginamos que nos estemos encaminando hacia conductas dictatoriales que más temprano que tarde harán que el país entre en la dinámica de otras naciones que constantemente se han criticado por aspirar ostentar el poder de forma permanente, y donde, finalmente, los estallidos sociales son la respuesta de los ciudadanos a las conductas de prepotencia y mal gobierno.

La elección de 2024 está marcando un camino que preocupa: mantener el poder a costa de lo que sea. Eso es malo por dónde se le quiera ver, por ello a los mexicanos nos debe ocupar estar adentrados en el mundo de las políticas públicas, entender las maniobras que realizan o intentan hacer bajo el agua los potentados hombres que dirigen los destinos de este bondadoso país.

También es de sabios reconocer que en algo tiene razón el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, cuando dice que no se pueden ostentar lujos, como los que tiene la SCJN, que lastiman a las clases más desprotegidas de México. Por ello, es viable y hasta sano para todos, que los ministros no sólo se bajen el sueldo, sino que disminuyan sus prestaciones que tienen reglamentados y transparentados.

Sin embargo, esto no quiere decir que, en los gobiernos estatales, por ejemplo, todos los gobernadores y gobernadoras, del partido que sean, sin excepción, sean unas blancas palomitas en el manejo de los recursos. Miles de millones se “blanquean”, por llamarlo de alguna manera, ya que no se reportan al utilizar partidas diversas de donde lo sacan. O acaso alguien en su sano juicio se atreverá a decir o jurar que no utilizó un solo peso para trasladar a los 600, 800 o hasta dos millones de simpatizantes de morenistas que dijo el Gobierno de la Ciudad de México llegaron al zócalo y sus calles adyacentes para apoyar a AMLO en la conmemoración de la Expropiación Petrolera, el pasado 18 de marzo. Nadie, estamos más que seguros, dirá que no lo hizo, y si alguien “está libre de pecado”, que tire la primera piedra.

A eso nos referimos cuando se habla de arrebatos a las decisiones de la Corte, pero no, la gente y los políticos adversarios a la Cuarta Transformación no han entendido que esta dinámica está muy bien diseñada por el mandatario nacional, pues evidencia la falta de tacto político de sus contrincantes, ya que el presidente lo que sí maneja y controla a la perfección es mantener la agenda política.

Fuera de los privilegios de los que gozan los ministros y que el partido en el poder sustenta que es parte de las decisiones a favor de la oposición, hecho que a toda costa suena contraproducente, pues en todo caso, el voto de los ministros debió ser a favor de la Cuarta Transformación para que no se los quiten, no se puede concebir que el Poder Judicial deje de ser la única instancia que puede garantizar justicia.

La diatriba, la ofensa, el escarnio, las injurias que se practican día a día de que el pasado es lo peor no coincide con lo que vemos día a día en el acontecer del mundo de la política. De que hubo y de a montón, personajes corruptos que han detenido el desarrollo del país, los hay y están señalados con los dedos de las manos. A ellos se les debe juzgar si existen las pruebas. Nadie debe estar por encima de la ley.

Lo mismo sucede en esta administración que se considera la era de la transformación y que hay que decirlo, también existen muchos que han sido sorprendidos como “mano larga”. Qué tan fácil sería que se aplicará la ley sin que haya manos extrañas que se convierten en cómplices de personajes que se han equivocado en su función pública, pero como son amigos, les perdonan todo. Si esto se registró en el pasado y es la cantaleta para despotricar, porqué se hace los mismo en la actualidad.

Línea 12 del Metro, migrantes muertos a causa del incendio en Ciudad Juárez, Chihuahua, caso Segalmex, las casas de Manuel Bartlett o los negocios de su hijo, León Manuel Bartlett Díaz, la triangulación de recursos públicos en la Conade, las licitaciones directas, son sólo algunos de los sucesos identificados como casos de corrupción, pero que no tienen sanciones para los ponderados que encabezaron las irregularidades. Insistimos, el poder es el poder y eso es lo único que ambicionan, no las causas sociales de millones de mexicanos. Eso lastima a México.

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