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Adiós a Mulroney, el “navegante que trazó un nuevo rumbo para Canadá”

Jesús Martínez Soriano

Toronto, Canadá. El pasado día 29 de febrero falleció Brian Mulroney, quien fuera Primer Ministro de Canadá en el periodo 1984-1993, a la edad de 84 años. La prensa local rindió homenaje a ese hombre nacido en Baie-Comeau, provincia de Quebec, a quien en general se le reconoce como un gran estadista. En México, a donde Mulroney solo realizó una visita oficial en marzo de 1990, quizá para muchos su deceso haya pasado inadvertido, pero para quienes sí lo tenemos presente, muy probablemente lo recordamos principalmente por aquella famosa imagen de 1992, tomada en San Antonio, Texas, que ha circulado profusamente a lo largo de los años. En ella aparece, de pie, al lado de sus homólogos George Bush (padre), ex Presidente de Estados Unidos, y Carlos Salinas de Gortari, ex Presidente de México, atestiguando la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN en español, NAFTA en inglés) por parte de los representantes comerciales de los tres países. Pero ¿Quién fue este hombre cuya estatura parece agrandarse ante su partida?  ¿Cuál es realmente su legado? Y ¿Cuáles fueron sus tropiezos? A continuación, me permito compartir con los lectores algunos aspectos de ese hombre que sin duda fue uno de los grandes visionarios de nuestro tiempo.

El hijo ilustre de Baie-Comeau, el pueblo con inviernos largos y veranos cortos

Como señalábamos anteriormente, Martin Brian Mulroney, su nombre completo, nació en 1939 en el entonces pequeño poblado de Baie-Comeau, hoy ciudad, perteneciente a la provincia de Quebec, situado al noreste de Montreal, a unos 770 kilómetro de distancia. Hijo de inmigrantes irlandeses, cuyo padre fue un modesto electricista que laboraba en una fábrica de papel, la empresa más importante del lugar, Brian realizó sus estudios primarios en su pueblo natal para después mudarse a Chatham, en la provincia de New Brunswick, en donde cursó el High School o bachillerato, y posteriormente a Antigonish, Nova Scotia, en donde realizó la carrera de Ciencias Políticas en la Universidad St. Francis Xavier. Años más tarde regresaría a Quebec, en donde se graduaría como Abogado en la Universidad Laval. Desarrolló gran parte de su trayectoria en el sector privado y posteriormente incursionaría en la política. (https://www.thecanadianencyclopedia.ca/en/article/brian-mulroney).

De acuerdo con sus biógrafos, el carácter que Mulroney forjó y muchas de las decisiones que tomó, estuvieron fuertemente influenciadas por el medio ambiente en el que nació y se desarrolló, es decir, el pequeño poblado de Baie-Comeau, al que el propio Martin Brian describía como “un pueblo con pintorescas vistas, con largos inviernos y veranos demasiado cortos, en donde habitaba gente trabajadora y de buen corazón”. John Sawatsky, quien en 1991 escribió la biografía: Brian Mulroney: La política de la ambición, afirma que “El impulso de Mulroney para construir su legendario Rolodex (vagaje) y hacerse de un nombre, estuvo determinado, en gran parte, por su mayoría de edad en Baie-Comeau, insertado en un ambiente de una doble minoría”, pues “Era inglés en una ciudad francesa. Y dentro de la comunidad inglesa, era católico, en un grupo protestante.” En esa doble minoría, agrega Sawatsky, “sintió la necesidad de conectarse con la gente”. Por ello mismo, era definido como un hombre “moderado y conciliador por naturaleza.” (https://www.theglobeandmail.com/canada/article-honouring-brian-mulroney-quebecs-illustrious-son/#:~:text=When%20Benedict%20Mulroney%20died%20in,.%2C%20to%20attend%20the%20viewing).

El legado de “El último gran Primer Ministro”

El pasado 1 de marzo, The Globe and Mail, el diario más importante de Canadá, rindió homenaje a Brian Mulroney, a través de una edición especial en la que abordó varios aspectos de su vida y trayectoria, entre los que sobresale su emotivo editorial, al que tituló: “Brian Mulroney, el último gran Primer Ministro”. Iniciaba con una afirmación contundente: “Ha habido 23 primeros ministros desde la Confederación (el proceso de unión federal que dio origen a Canadá el 1 de julio de 1867), pero solo un puñado de ellos tienen derecho a la grandeza, a un legado que perdura más que los titulares y se vuelve histórico. Brian Mulroney, el décimo octavo -destacaba- se encuentra entre ese puñado.” El rotativo hacía énfasis en que bajo la dirección de Mulroney “la economía canadiense se transformó. La posición de este país como potencia media alcanzó su cenit moderno…” Lo anterior fue posible, en gran medida, gracias a los tratados de libre comercio signados por Canadá, primero con Estados Unidos, en enero de 1988, y después ampliado con la inclusión de México, en lo que se conoció como el TLCAN o NAFTA, firmado en diciembre de 1992; en ambos el ex Primer Ministro tuvo un papel protagónico. The Globe and Mail resaltaba como, bajo el liderazgo de Mulroney, el Tratado “transformó la estancada economía canadiense de principios de los años 80 con un auge sin precedentes en las exportaciones.” (https://www.theglobeandmail.com/opinion/editorials/article-brian-mulroney-the-last-great-prime-minister/). Recuerdo que, en la primavera de 1991, justo en el álgido proceso de discusión del TLCAN, yo me encontraba residiendo en esta misma ciudad; por esas fechas, el 8 de abril, el ex Presidente Carlos Salinas visitaba Parliament Hill, en Ottawa, para entrevistarse con Brian Mulroney, encuentro que fue ampliamente destacado en los principales medios locales. A diferencia de muchos otros jóvenes universitarios de mi generación, yo me sentía un poco más consiente de la importancia de aquel suceso histórico, debido a que atestiguaba la relevancia que aquí se le otorgaba.  

Otra de las grandes aportaciones de Brian Mulroney que el rotativo en mención subraya, es la reforma fiscal de 1991, que, si bien hizo más competitiva la economía canadiense y permito estabilizar las finanzas públicas del país, fue tremendamente impopular. El ex Primer Ministro decretó la eliminación del Impuesto sobre Ventas de los Fabricantes (MST por sus siglas en inglés), de 13.5%, al que fue denominado impuesto oculto porque en apariencia “no afectaba” directamente a la población, y en su lugar instituyó el Impuesto a Bienes y Servicios (GST, por sus siglas en inglés), de 7%, cargados directamente a los consumidores, que sumado al impuesto establecido en algunas provincias (PST, Impuesto Provincial sobre Ventas al consumidor) como la de Ontario, llegaron hasta niveles del 15%. (https://www.cbc.ca/news/business/no-regrets-as-gst-turns-20-mulroney-1.905501). Hoy en día en la provincia de Ontario los consumidores pagan un Impuesto Armonizado sobre Ventas (HST) al consumidor, de 13%. Jean Chretien, el liberal que sustituyó a Mulroney, prometió eliminar el GST, adoptando como lema de campaña Axe the Tax (Hacha al Impuesto), lo cual no cumplió, pues como lo expuso The Globe and Mail, sin los ingresos de dicho impuesto los liberales que dirigieron al país en la década siguiente no hubieran podido equilibrar los presupuestos federales, confirmando que aquella fue una decisión correcta del tan criticado gobierno conservador.

Los desaciertos

En febrero de 1993, ocho meses antes de celebrarse la elección federal de ese año, Brian Mulroney anunció su decisión de dejar el poder, lo cual hizo el 25 de junio, a casi nueve años de haber asumido el cargo y contando con solo 20% de popularidad, el índice más bajo de aprobación de un Primer Ministro canadiense, lo cual representó un gran fracaso en su vida y su trayectoria. Entre los aspectos que contribuyeron a su desprestigio y consiguiente dimisión, destacan: La severa recesión de 1991, año en que el Producto Interno Bruto (PIB) decreciera 2.1%, lo que dejó a más de un millón y medio de personas sin empleo; la introducción del GST o Impuesto sobre Bienes y Servicios; los recortes al gasto público, y el TLCAN, al que muchos canadienses atribuían el origen de la situación que padecían. (https://www.nationalobserver.com/2024/02/29/news/former-prime-minister-brian-mulroney-dead). Como lo señalaba anteriormente, yo llegué a residir a Toronto en 1991, justo en el año en que los canadienses padecían los estragos de la crisis económica y en el que se instituyó el GST, por lo cual me tocó atestiguar el gran descontento que existía en contra del gobierno de Mulroney. En varias tiendas se comercializaban tarjetas postales en las que el ex Primer Ministro aparecía con la figura de un cerdo.

Pero el gran fracaso o desacierto del recientemente fallecido ex político canadiense ocurrió poco después de que dejara el cargo, en un hecho que se dio a conocer años después; tras algunas filtraciones de que en 1995 el gobierno de los liberales lo investigaba por haber recibido presuntos sobornos de parte del empresario germano-canadiense Karlheinz Schreiber, Mulroney lo negó, dijo desconocer a Karlheinz y demandó con éxito al gobierno. Años después, en 2007, el ex Primer Ministro Stephen Harper ordenó una investigación pública sobre el caso, cuyos resultados, dados a conocer en 2010, revelaron que el también ex líder del Partido Conservador no solo conocía a Schreiber, sino que éste había contribuido a financiar su candidatura en 1983 y le había otorgado por lo menos 225 mil dólares en sobornos entre 1993 y 1994. Lo anterior a cambio de la compra, por parte del gobierno de Mulroney, de 34 aviones de pasajeros Airbus A320 a un consorcio europeo para la aerolínea Air Canadá, propiedad del Estado, en 1988. (https://macleans.ca/news/canada/brian-mulroney-from-scandal-adjacent-elitist-to-magnanimous-statesman/). No obstante, lo anterior, como subrayaba el editorial antes referido de The Globe and Mail, Brian Mulroney tuvo sus defectos, como todo líder -y como todo ser humano, agregaría yo- “pero en sus mejores momentos fue más que un simple administrador del país. Fue un navegante que trazó un nuevo rumbo (un futuro más próspero) para Canadá.”

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2 Comentarios

  • Gabriela Pérez 25 de marzo de 2024

    Los personajes que pertenecen a los grupos políticos siempre son polémicos. Como señala el artículo, el ex primer ministro Brian Mulroney tuvo sus aciertos y errores como todo ser humano, pero hay que reconocer que su trabajo por su país se reconoció y cambio el rumbo de este. Descanse en paz el señor Mulroney.

  • R. Pérez 1 de abril de 2024

    Muy interesante la trayectoria de Mulroney y también un tanto ambivalente, un personaje que merece mención especial, sin duda será un referente para Canadá.

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