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Juan Eduardo Martínez Leyva

Hay al menos dos versiones del nacimiento de Atenea, la diosa patrona de la ciudad de Atenas. En la narración más antigua, Atenea nació en el lago Tritonis, un lugar del norte de África, y es hija de Poseidón y una diosa llamada Libia. Se le llegó a identificar con la deidad africana de nombre Neith, cuyas sacerdotisas se disputaban en un combate anual el puesto para dirigir su templo.

La versión más popular es la que se encuentra en la Teogonía de Hesíodo, donde se dice que Atenea nació de la cabeza de Zeus. El mito cuenta que Zeus, después de muchos intentos, sedujo a la titánide Metis, quien se consideraba deidad de la inteligencia. Un oráculo había anunciado que, si Zeus concebía un hijo con Metis, éste sería tan poderoso que lo vencería y expulsaría del Olimpo, como él había hecho con su padre Crono. Por temor a ser derrotado por su propio hijo, Zeus engulló a Metis después de haber estado en su lecho. Ese fue el fin de la diosa de la inteligencia.

Pasado un tiempo, Zeus empezó a padecer de una terrible jaqueca, a tal grado que sentía que la cabeza le iba a estallar. Lanzaba tremendos alaridos de dolor, que resonaban en el firmamento. Hermes, el dios guardián de los caminos y el comercio, acudió en su ayuda, intuyendo la causa del malestar, pidió el auxilio de Hefesto para que con un hacha abriera el cráneo del doliente. De ese parto cerebral brotó Atenea, profiriendo un sonoro grito de guerra.

Atenea se mantuvo virgen y rechazó siempre el matrimonio. A diferencia de Artemisa, que repelía tajantemente la relación con los hombres, Atenea entablaba relación amistosa con ellos. Sentía gran admiración por Odiseo, a quien protegía en los peligros que lo acechaban en sus innumerables aventuras; fue de gran ayuda para que el héroe pudiera regresar a Ítaca y derrotar a los pretendientes de Penélope. Igualmente, apreciaba tanto a Tideo, el héroe de Argos que luchó en la guerra contra Tebas, que lo quiso hacer inmortal. Desistió luego de ver la ferocidad inhumana con la que Tideo trataba a sus enemigos vencidos y muertos.

Atenea era guerrera, pero de una manera distinta al belicoso Ares. Mientras Ares está asociado con la diosa de la discordia, Eris, y busca la guerra por la guerra misma, por el placer que le produce la muerte y el saqueo; Atenea, por el contrario, es partidaria del combate estratégico y táctico, aquel que se planea de manera inteligente y ordenada. No participa en los conflictos a menos que la obligue un fin superior, como la defensa de una ciudad o remediar una injusticia. Atenea nunca perdió una guerra.

En el canto XXI de la Ilíada se narra un enfrentamiento entre Atenea y Ares en el que la diosa lo vence con facilidad. Al tiempo que lo llama despectivamente “mosca perruna”, lo derriba y lo deja fuera de combate lanzándole una enorme roca negra que golpea su garganta.

A pesar de que se representa a Atenea con escudo, armadura y lanza, sus principales atributos están relacionados con la inteligencia, la justicia, la cultura y las artes, acaso por haber nacido de la cabeza de Zeus. Atenea instruye a los humanos para desarrollar de mejor manera los diferentes oficios especializados y promueve el uso de herramientas y la invención técnica. El hilado, el tejido, el uso del arado, la domesticación de animales, especialmente la brida y los estribos del caballo, el horno en la herrería, la construcción de navíos, las artes para la correcta navegación y todos aquellos instrumentos que son resultado de poner en práctica el conocimiento, son impulsados por la diosa.

Al respecto, Mircea Eliade señala que: “Es raro encontrar un ejemplo de lo que podríamos llamar la sacralidad de la invención técnica y la mitología de la inteligencia. Otras divinidades ilustran las innumerables formas de la sacralidad de la vida, de la fecundidad, de la muerte, de las instituciones sociales, etc. Atenea revela el carácter “sagrado” o el origen “divino” de ciertos oficios y vocaciones que implican inteligencia, habilidad técnica, invención práctica, pero al mismo tiempo dominio de sí mismo, serenidad en las pruebas, confianza en la coherencia y, por consiguiente, en la inteligibilidad del mundo. Se comprende que, en la época de los filósofos, esta diosa se convierta en el símbolo de la ciencia y la sabiduría humana”.

La influencia simbólica de Atenea en la cultura occidental ha sido de gran importancia. Representa el impulso vital por el conocimiento, el progreso, la justicia y la razón, valores civilizatorios que legitima al estar bajo su influencia e interés. Ha sido el ícono preferido de numerosas instituciones educativas, de disciplinas científicas o artísticas. El estandarte de Atenea a menudo se utiliza para darle fuerza simbólica a iniciativas o proyectos que buscan hacer avanzar agendas en el ámbito científico, artístico o en la defensa de derechos civiles.

En el terreno de los derechos de las mujeres, por ejemplo, la ONU, el PNUD e IDEA, formalizaron en el año de 2013 la Iniciativa Atenea, con el objetivo de promover en la región latinoamericana lo que llamaron democracia paritaria, concepto que se refiere al principio de igualdad que debe existir en la integración de todos los órganos e instituciones de gobierno, no sólo en el ámbito electoral.

La idea de la importancia del conocimiento y el progreso en el desarrollo de la civilización es otro de los tantos legados que heredó al mundo la Grecia antigua. Por increíble que parezca, en la actualidad estos valores, que se presumen universales, son cuestionados por algunas corrientes oscurantistas que se crecen y regodean en los movimientos populistas. La inteligencia y el progreso tecnológico son vistos, más que como instrumentos que ayudan al ser humano, como amenazas. La imagen romántica del trapiche o el espíritu de la contrareforma educativa son sólo dos ejemplos de que, en México, Atenea no ha ganado aún la guerra. 

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